La Republica de Yemen atraviesa una guerra civil desde el año 2015, teniendo como detonante el golpe de Estado sufrido en 2014 contra el presidente Abd Rabbuh Mansur Al-Hadi, quien en su mandato enfrentó diversos problemas, entre ellos,  ataques por parte de al Qaeda y de un movimiento secesionista del sur, inseguridad alimentaria y militares que seguían siendo leales al expresidente autoritario Alí Abdalá Saleh.

Ese golpe de estado  no solo reactivó el conflicto civil yemení sino que incrementó las  hostilidades de una coalición sunní encabezada por Arabia Saudí y en la que desde 2015 participan los países del Consejo de Cooperación del Golfo –a excepción de Omán-,  aunque con antecedentes que datan desde su unificación como nación en los 90’s y con agravantes tanto de factores internos como externos al país.

 Las fuerzas beligerantes que se disputan el Gobierno yemení son dos partes enfrentadas y radicalizadas – cada una con sus respectivos aliados internacionales y nacionales – ​por un lado los separatistas del sur y las fuerzas leales al gobierno del presidente Al-Hadi, con sede en Adén, frente a las fuerzas leales al expresidente Saleh, quien en la Primavera Árabe , un levantamiento  lo forzó a dejar el poder en manos de su vicepresidente, Abd Rabbuh Mansur Al- Hadi ; frente a  los  guerreros hutíes que lucharon en  varias ocasiones contra Saleh y en 2012 aprovecharon  la debilidad del presidente Al-Hadi  para tomar el control de la norteña provincia de Saada y zonas cercanas, alcanzando un nivel sin precedentes de influencia sobre las instituciones del Estado y la política. Cuando Hadi huyó del país,  una coalición internacional liderada por Arabia Saudita lanzó una serie de operaciones militares, usando ataques aéreos para restaurar el antiguo gobierno yemení, también los Estados Unidos prestaron su apoyo logístico para la campaña. El mayor temor de la coalición era que los hutíes permitieran que la Republica de Irán – enemigo regional de Arabia Saudita – utilice a Yemen como un punto de apoyo y fuera parte de su esfera de influencia; ello también podría conducir a un  efecto bola de nieve con otros gobiernos de la región.

Los hutíes, son un grupo insurgente predominantemente zaidí chiita  que opera en Yemen. El grupo, chií, se creó en los 90´s en oposición a la influencia religiosa de Arabia Saudí en la región. Los hutíes tomaron su nombre a partir de Hussein Badr al Din al Huti, quien lideró el primer alzamiento del grupo en 2004, para obtener mayor autonomía para la provincia de Saada -que consideran como suya- y para defender la religión y tradiciones culturales zaidistas de lo que perciben como una apropiación por parte de los islamistas sunitas. 

Aparte de la narrativa de resistencia, los hutíes no tienen objetivos políticos o de gobierno declarados en Yemen. Según Mizrahi (2019) tanto Hezbolá como Irán han aumentado desde 2014 su provisión de armas, misiles, formación militar y fondos a los hutíes. A pesar de todo esto, el alcance de la influencia de Teherán sobre el proceso de toma de decisiones de los hutíes no está del todo claro.

La monarquía Saudí, potencia musulmana sunnita es el actor regional con mayor injerencia en el conflicto – aunque no el único -ya que posee intereses basados en la esfera de influencia de la región de Oriente Medio. Entre ellas están el querer lograr una coyuntura interna que favorezca la estabilidad política de un gobierno débil para que permanezca bajo su control ya que Riad está en una disputa por el dominio regional contra la  República Islámica de Irán. Arabia Saudí trata de frenar la influencia iraní en todos los países con mayoría musulmana en Asia. Otra de las razones del interés de Arabia Saudí en el conflicto yemení, es su interés por el control del Estrecho de Mandeb, que separa a Yemen del Cuerno de África, importante como salvaguarda de acceso y salida al petróleo para el gobierno saudí, si se llegara a tensionar mucho su relación con Teherán, ya que este estrecho conecta al Mar Rojo con el Golfo de Adén y el océano Indico (Igualada, 2017).

La coalición internacional  responsabiliza a Riad y a otros gobiernos de la coalición de matar a civiles en ataques aéreos y negarles alimentos de manera deliberada en un país que enfrenta una de las peores hambrunas del último siglo en el mundo, y que antes de la guerra ya era el país más pobre de Oriente Medio. Es así como se va dilucidando que en realidad, más que una guerra civil y hasta en algún punto patriótico, es una guerra con fuertes intereses geopolíticos.

Al-Qaeda en la Península arábiga tiene y ha ampliado sus zonas de influencias en Yemen, ya que el poder débil del Estado yemení –considerado como Estado fallido- no ha permitido ejercer un control solido que garantice el dominio de todo el territorio, permitiendo más libertad a la entidad yihadista para movilizarse y aumentar zonas de control, con un único frente, los hutíes. Causado por su incapacidad y debilidad.

La República Islámica de Irán una potencia musulmana chií por excelencia, tiene una participación notable en el conflicto también, con el objetivo de incorporar al estratégico Yemen a su esfera de influencia en Oriente Medio frente a su contrapeso , Arabia Saudí –sunnita- en la región  . Los miembros de la Sunna son potenciales enemigos de los chiitas, denotando aun, una latente rivalidad entre los inexistentes Yemen del Norte y Yemen del Sur, considerado también una versión más radicalizada del conflicto entre sunníes y chiitas. Según Vatanka (2015) Irán es considerado el respaldo de los hutíes  y acusado por Arabia Saudita de dar armamento y apoyo logístico a estos.  Teherán comparte con los hutíes una ideología y retorica antioccidental, como lo refleja el lema de los seguidores hutíes: “Muerte a América, muerte a Israel, la victoria será del Islam” (Avilés, 2015).

Otro de los actores que ha intervenido en el conflicto armado ha sido Estados Unidos como parte de la coalición de aliados liderada por Arabia Saudí para luchar contra el movimiento hutí que tiene control sobre la capital yemení, suministrando armas y apoyo logístico, cabe recalcar que EE.UU es uno de los mayores vendedores de armas del gobierno Saudita.  Según Elorduy (2019)  bombas, armas, entrenamiento y sistemas son parte del acuerdo de la Coalición Saudí y Estados Unidos, su financiamiento ascendió a 68.200 millones de dólares en 2019 desde el comienzo de la guerra en Yemen.  Para el gobierno estadounidense, el control de los hutíes en Yemen ha supuesto la pérdida de un aliado clave en la lucha contra el jihadismo en la región, lucha que es encabezada por EE.UU a raíz de los atentados del 11 de Septiembre de 2001, y que supuso el comienzo de  un periodo de guerras y conflictos en Oriente Medio con el fin de alejar amenazas terroristas, que aún no terminan. La  intervención militar de Estados Unidos en Medio Oriente inauguró un periodo prolongado de inestabilidad política y conflictos armados en la región que abarca todo el norte de África y que se extiende hasta la frontera de Pakistán con India.

Lo que hace al conflicto yemení un reto geopolítico singular es que en lugar de enfrentar a países de carácter westfaliano con intereses si bien opuestos pero negociables, el conflicto involucra a personas vinculadas a movimientos islámicos religiosos , dicho de otra manera, el conflicto actual es entre países cuya naturaleza deriva del orden internacional westfaliano y representantes de un movimiento religioso cuyas reglas de conducta no están bajo ese orden , es decir, que funden los principios religiosos con las funciones de gobierno y, además, tampoco reconocen las fronteras nacionales establecidas. Asimismo se ha debilitado la barrera de la no incidencia de otros Estados  o agentes externos en decisiones nacionales. Se puede decir que la guerra yemení es una guerra de cuarta generación. Donde no hay actores equivalentes estatales, y hasta en cuyo caso han buscado unos contra otros,  deslegitimizarse (Lind, 2004).  Más complejo aún es que lo militar solo es una parte del conflicto. Las  guerras de este tipo se deciden a niveles operacionales, estratégicos y morales. Y no con intimidaciones ante el poderío militar.

No hay frentes tan identificables como  en las guerras tradiciones, hay una distinción tenue entre ‘civiles’ y ‘militares’, esto sumado a los avances tecnológicos  y el procedimiento con el que se los usa ha permitido que pequeños grupos de combatientes por ejemplo de Hutíes ataquen y causen gran daño  a elementos civiles de la retaguardia enemiga mediante diversos mecanismos , cuyo escenario viene sin duda a corresponder con el ámbito de lo que se suele denominar insurgencia o conflictos de baja intensidad; uno de cuyos modus operandi es  el terrorismo (McKenzie, 2000).

En el pasado se supo que los Emiratos Árabes Unidos enviaron  cientos de mercenarios colombianos a Yemen para luchar en el violento conflicto (Hager y Mazzetti, 2015). Las consecuencias que esto trae a la guerra, desde luego,  son preocupantes y graves. La contratación de estos servicios trae una serie de abusos y una sucesión de actos inhumanos e irresponsables, que a la larga menguan los esfuerzos contrainsurgentes para los que fueron contratados. El outsourcing militar se ha convertido en una adicción que va desenfrenada. Usualmente,  operan con impunidad de la ley, es así como la acción privada provoca terribles consecuencias públicas, ya que terminan abusando del sistema, y en la mayoría de casos parecen haber perjudicado en lugar de ‘colaborar’. A diferencia de los soldados, los contratistas no miran la operación más amplia, en su lugar, se enfocan en las tareas mediatas. Estas prácticas traen claramente consecuencias perjudiciales para las fuerzas estatales provocando muchas veces un rechazo general en la opinión de la población frente a sus abusos y puede causar un efecto contrario al deseado, empujan a los civiles a apoyar o respaldar a grupos insurgentes o terroristas del bando contrario.

En una guerra es imperativo no solo ganar la guerra como tal,  sino las percepciones de los involucrados también, ya que el efecto puede ser nocivo. Las acciones de los contratistas reverberan muchas veces sobre las fuerzas militares de quien los contrata pudiendo plantar semillas de odio entre la población. La guerra contra grupos insurgentes y terroristas es más bien una cadena de pequeñas guerras donde las impresiones juegan un papel importante, porque son el habilitante o el freno para la creación de más células dentro de la población. Y acciones injustificadas de violencia hacia civiles puede empujarlos a ser puntos fáciles de reclutamiento para grupos terroristas, porque el odio mueve y mueve en profundidad.

Elorduy (2019), señala que formalmente Estados Unidos no tiene tropas en Yemen, sin embargo, los movimientos contra la guerra recalcan que sin su auxilio a la Coalición Saudí sería imposible sostener la guerra. Estados Unidos aunque indirectamente es un actor central en el conflicto, ya que sin él, Arabia Saudita no tendría ni la capacidad, soporte o equipamiento nuevo para sostener el conflicto. Esta es una secuencia en cadena ya que si Estados Unidos no respalda a Arabia Saudita y se coloca como mediador o neutral, no se puede sostener el conflicto para beneficio o perjuicio de Riad, más posiblemente lo colocaría en posición de desventaja y podría causar en otras potencias de la coalición una respuesta de distanciamiento en el conflicto. Aunque esta posición puede ser tomada por el gobierno saudí como apoyo de EE.UU hacia Irán.

Sin embargo , los contratos de las principales compañías de la industria armamentística norteamericana —Lockheed Martin y Raytheon— son el principal argumento de la Casa Blanca para rechazar cualquier resolución contra esos intereses , como la resolución que llevaron a cabo los demócratas que invocaba la Ley de Poderes de Guerra de 1973, que otorga al Congreso la potestad de exigir al presidente a que retire a las tropas involucradas en “hostilidades” en el extranjero si no se ha dado una “declaración de guerra formal o autorización legal específica” del Congreso (Elorduy , 2019) .

Por otro lado, la Unión Europea (UE) a más de vender armas al Gobierno Saudí es  un observador más.  Aunque los bombardeos enviados por Arabia Saudita han matado con frecuencia a civiles en los años que van del conflicto yemení, los países de la UE, principalmente Francia y Gran Bretaña, no han condenado los ataques , ni han intervenido en la crisis humanitaria  y tampoco han intentado intervenir en la guerra del país. Es de convenir que no lo hacen porque tienen razones económicas y políticas con los sauditas; y, que a decir de las acciones, tienen más peso que las propias vidas yemeníes. Según Dawson (2020), Francia en 2018 vendió armas a Arabia Saudita por un monto de hasta  9.100 millones de euros; y  España exportó material de defensa por un importe total de 23,5 millones de euros durante los primeros seis meses del 2019.

De hecho, las Naciones Unidas pone de relieve en un informe la importancia del rol de los países occidentales que apoyan a los Estados árabes y el de Irán al respaldar a los hutíes en la permanencia de la guerra yemení (“Guerra de Yemen”, 2019).  Es claro que el continuo abastecimiento de armamento a las diferentes partes del conflicto, la falta de atención y prioridad de acción de la comunidad internacional y de los medios de información internacionales también ha puesto peso para la continuidad del conflicto.

Las tensiones son cada vez mayores inclusive a inicios del año 2020 las tensiones llegaron a niveles críticos entre Estados Unidos e Irán por la muerte del principal comandante iraní, Qasem Soleimani. Es más probable que los ataques hayan sido un intento de restablecer alguna línea clara de disuasión. A corto plazo, esto puede funcionar. Irán tendrá que calibrar en el futuro sus acciones con mucho cuidado. Pero, al mismo tiempo que el presidente estadounidense Donald Trump amenaza con devastar Irán, también da señales de que todavía quiere dejar Medio Oriente. Esto inevitablemente socavará la fuerza de cualquier mensaje disuasorio que envíe.  Debido a las contradicciones en la política de Trump, los aliados estadounidenses en la región se sienten cada vez menos apoyados. Los sauditas han estado explorando la posibilidad de un diálogo con Teherán- importante en el conflicto yemení-, Turquía sigue su propio camino y establece una nueva relación con Rusia, solo el gobierno de Israel parece pensar que la muerte de Soleimani podría significar un compromiso renovado de Trump con la región (Marcus, 2020).

Rusia, por otra parte,  busca expandir su influencia en el mar Rojo y en el Cuerno de África, por ello le dedica especial atención al sur de Yemen, sus intereses históricos en la región y sus aspiraciones de expandir su influencia en Oriente Medio reflejan los objetivos geopolíticos de Moscú. Rusia ve la estabilidad en el sur de Yemen como una condición para alcanzar su objetivo de establecer una esfera de influencia en el mar Rojo. Según Owidha (2018), las aspiraciones de Rusia en el mar Rojo las cuales bañan las aguas del sur de Yemen se dan por su deseo de establecer una base militar cerca del estrecho de Mandeb, el cual tiene una gran importancia estratégica al unir el mar Rojo con el golfo de Adén. En un intento por asegurar sus bases navales clave en Yemen, Rusia se ha presentado como negociador y mediador político.

La Organización de Naciones Unidas a lo largo de la guerra  intentó varias misiones de paz para el cese del conflicto, sin obtener resultados favorables. Sin embargo, han optado por crear treguas de alimentación  entre los bandos. Si bien, sirve para brindar alimentos a civiles y desplazados, estas treguas se han convertido en estrategia para la reorganización de los grupos armados, permitiendo así, oportunidades valiosas para la continuidad del conflicto.

La guerra yemení se puede considerar como una de las peores catástrofes humanitarias,  con datos de amnistía internacional (2020) las cifras son alarmantes, más de 20.000 civiles muertos y heridos, 16 millones de personas que se despiertan con hambre a diario, 24.1 millones de personas que necesitan ayuda humanitaria y 3.65 millones de personas obligadas a huir de sus hogares desde 2015 .La malnutrición aguda severa pone en velo la vida de cientos de miles de niños menores de 5 años. Vale recalcar que muchos de ellos por falta de comida y educación terminan entrando en las filas como soldados.

La guerra en general y en particular la yemení, es muestra de la terrible ambición humana  que no mira más allá de ganancias y beneficios, el mundo actual se jacta de las instituciones internacionales que ha llegado a crear, sin embargo, no son suficientes ni garantistas de una paz relativa, los grandes poderes hacen y deshacen, dibujan y desdibujan la realidad mediante los medios masivos. Esta catástrofe es un grito de auxilio que la asfixian día con día, donde miles de personas mueren y cientos de niños inocentes sufren de algo que ni siquiera entienden.  Es inaudito que en pleno siglo XXI, con toda las historias de dolor, guerra y muerte se mantengan guerras de este tipo. Sin embargo, es de esperar y casi con toda certeza que la guerra yemení no será ni la primera ni la última que quedé por luchar.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                       

Bibliografía

Bárbara Victoria Loor Moreira
Soy estudiante de Ciencia Política de la Universidad de Buenos Aires , cursante de la diplomatura de Políticas Públicas en la Universidad Tecnológica Nacional y soy miembro de Centro de Estudios Estratégicos de Relaciones Internacionales (CEERI)

2 COMENTARIOS

  1. Que bueno que se abra este espacio para tratar temas de geostrategia, política internacional y demás. Es bueno conocer las herramientas (armas, equipos, etc.) pero también las razones que mueven esas herramientas. Temas tratados por personas con conocimientos específicos, personas calificadas para tratar estas cuestiones muy interesantes.

Dejá tu comentario