Malí está viviendo uno de los momentos más críticos de su modernidad. El 19 de Agosto pasado, las fuerzas armadas nacionales ejecutaron un golpe de estado, forzando la dimisión del presidente Ibrahim Boubacar Keita, y su primer ministro, Boubou Cissé. Si bien el golpe fue de características “blandas”, sin ninguna baja, significó un gran impacto para la región y para el mundo. Hoy en día no se sabe cuál será el futuro político-administrativo del país, y él (ahora ex) presidente Keita se trasladó por problemas médicos al Golfo Pérsico.


El acontecimiento se venía gestando hace ya varios meses, desde la reelección de Keita, que el pueblo malí decidió tildar de dudosa. Es en el contexto de esta deslegitimación popular, que se formó la agrupación “5 de Junio-Agrupación de Fuerzas Patrióticas” o M5-RFP por sus siglas traducidas. Este grupo reúne a tres actores, las FF.AA (en su mayoría la juventud de oficiales, la iglesia (con su representante, el clérigo Mahmoud Dicko), y diferentes representantes sociales.


El coronel Assimi Goïta, es quien fue designado como jefe de Estado de Malí. La situación trae semblanzas del último golpe que sufrió el país en 2012, y que aún estaba intentando superar. Para analizar los acontecimientos actuales, es imperativo tener en cuenta qué ha pasado durante aquellos años en el país africano. En ese caso, grupos islámicos coparon el norte del país, siendo las únicas fuerzas presentes y controlando a la sociedad bajo su propia ley.


A causa de esto y la inestabilidad generada, en 2013 el gobierno francés (con acuerdo de la ONU y los países africanos involucrados) decidió intervenir militarmente. Habiendo un alto al fuego firmado en 2015, aún al día de hoy permanecen tropas europeas guarecidas en Malí. El país pareció tender hacia una nueva normalidad después de 2014, pero el gobierno de Keita resultó no estar a la altura de las necesidades de la sociedad. Esto deja a dos actores que serán considerados clave en el desarrollo de los acontecimientos actuales.


Por un lado, Francia, con su interés histórico y político siempre presente en su ex-colonia. Por otro lado, la ONU, que ya tuvo varias pronunciaciones sobre el tema, la más relevante provino desde el Consejo de Seguridad (reunido en sesión especial), solicitando que las fuerzas no democráticas renunciaran a sus pretensiones y reclamando una resolución pacífica al conflicto. Además, la Organización señaló a la Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en Malí (MINUSMA) como un elemento clave para lograr la restauración del orden nacional, junto con la CEDEAO (Comunidad Económica de África Occidental)
A casi tres semanas del golpe, la situación se torna cada vez más violenta.

Pequeños atentados están surgiendo y resultando en números reducidos de bajas, pero varios heridos. Si bien la CEDEAO propuso una hoja de ruta para transicionar al orden institucional, nada afirma que se pueda seguir este plan, y no hay acuerdo sobre las sanciones que deberán imponerse. En conclusión, estamos ante una situación más que compleja, por un lado por el nivel de conflictividad regional, y las complicaciones históricas atadas a una inestabilidad que arrastra el país desde hace 10 años. Por otro lado,que la cantidad de intereses y actores presentes de manera activa en el conflicto son muchos.


Esta multiplicidad de voces solo complica la sintonía política que necesita el estado. Hay que señalar que los actores con más peso son Francia y las FF.AA, pero sin dejar de tener en cuenta que el golpe se dio con un fuerte apoyo popular, lo cual otorga alguna suerte de legitimidad (aunque una muy débil y multívoca).
Además, no debemos olvidar que en un nivel más intrinseco, las distintas religiones también juegan un papel activo, y así como en 2012 era el islam más radical quien tumbaba al gobierno, hoy hay figuras asociadas al catolicismo coordinando a la sociedad. No todo en este conflicto se resumirá en el poder más duro que puede provenir desde Europa.


La inestabilidad sólo será apaleada con una comprensión de la desconfiguracion social que actuó como catalizador en el conflicto. Esto es sin duda un golpe duro para un continente que entró en un 2020 que prometió grandes avances para la política africana. Y solo quedará esperar atentos al desenvolvimiento de los acontecimientos, así como también será interesante observar cómo los Organismos supranacionales de la región reaccionan y lidian con esta crisis.


Agradecemos al señor Francisco Oyuela por la redacción de esta nota exclusiva para Escenario Mundial

Francisco Oyuela
Estudiante avanzado de Relaciones Internacionales, UCA. Miembro investigador del Comité de Geopolítica en el think-tank Estela Sur. Instagram: @franoyuela Twitter: @franoyuela

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