Por Valentina Borghi Ponti (Politólogos Al Whisky) – 28/09/2020
La conflictiva relación Grecia-Turquía, caracterizada por las disputas de límites marítimos y derechos de explotación, ha tenido altibajos a lo largo de los años. El puntapié inicial recae en el interés de los mismos por beneficiarse de los yacimientos de petróleo y gas en territorios que ambos países reclaman como propios.
La escalada de tensiones surgió en Agosto de este año. Luego de la firma del acuerdo marítimo entre Atenas y Egipto para delimitar las Zonas Económicas Exclusivas (ZEE) de ambos, Turquía envió un barco de prospección sísmica junto a barcos de guerra a aguas situadas entre Grecia y Chipre. El hecho despertó la indignación de Atenas que clasificó este accionar como “provocativo” y respondió con el envío de embarcaciones de guerra a la zona. Esto ahondó las tensiones existentes y provocó la movilización de las fuerzas navales de ambos países que comenzaron a realizar maniobras militares paralelamente.
Pese a esto, Erdogan anunciaba 13 de septiembre la retirada del barco de investigación “Oruç Reis” para “dar oportunidad” al diálogo y la diplomacia entre ambos países, suavizando los roces con Grecia.
Luego de meses colmados de resquemores, los gobiernos de Turquía y Grecia han acordado entablar negociaciones para poder resolver sus disputas. El primer ministro griego, Kyriakos Mitsotakis, expresó su predisposición de darle oportunidad a las negociaciones diplomáticas, mientras que desde Turquía se exigió un diálogo “sincero” y sin ningún tipo de imposiciones o ataques.
Aunque aún se desconoce la fecha, el ministerio de Relaciones exteriores griego indicó que las conversaciones programadas se realizarán en Estambul, reanudando las negociaciones “exploratorias” que se interrumpieron en 2016 luego de 60 rondas de diálogo poco fructíferas.
La influencia de actores externos es esencial para entender este cambio de postura en la conflictiva relación que dio inicio al proceso de negociación. Los yacimientos del Mediterráneo han generado que países como Emiratos Árabes Unidos y Egipto tomaran cartas en el asunto mostrando su apoyo a Grecia, país con quien tienen acuerdos de cooperación y que no se posiciona como un rival para con la región.
No obstante, la Unión Europea (UE) se posiciona como mediador principal. Francia, específicamente, asumió un gran protagonismo en la cuestión y el presidente Macron fue quien más insistió en reducir las escaramuzas de la región pese a mostrar su apoyo a Grecia con el envío de cazas y una fragata a Creta en el auge de las tensiones, y ejercer cierta presión hacia Turquía para que se abstenga de realizar acciones que provoquen una nueva escalada. Asimismo, instó a mantener un diálogo exigente con Turquía en donde la UE actuara con firmeza, no sólo por la exploración de yacimientos sino también por otras cuestiones turcas, como su implicación en Libia.
La posición de Macron y la Unión Europea es bastante clara: la construcción de la paz y cooperación en el Mediterráneo es esencial, pero puede tornarse un objetivo irrealizable si los intereses de Erdogan por proyectarse como futura potencia energética regional interfieren en la cuestión.