Para comenzar, las elecciones de Estados Unidos mostraron un país profundamente dividido y polarizado. La fórmula demócrata Joe Biden-Kamala Harris venció a la republicana Donald Trump-Mike Pence en unas elecciones con participación récord y ajustados resultados. Por primera vez en 28 años un presidente en el cargo fue derrotado en su intento de reelección.
No obstante, Trump consiguió convertirse en el candidato republicano más votado de la historia y tener una performance (al igual que en 2016) muy superior a la que le otorgaban las encuestas. Esto permitió a los candidatos republicanos mejorar sus resultados en todo el país y derribar las expectativas demócratas de una “ola azul”: de hecho, los demócratas perdieron escaños en la Cámara de Representantes, si bien lograron conservar su mayoría, y tienen un camino cuesta arriba para recuperar el control del Senado. Esto último depende del Estado de Georgia. ¿Por qué? Porque allí se definirán los dos escaños que restan para saber qué partido controlará el Senado.
Para ganar el Senado, un partido político debe obtener 51 de las 100 bancas. Hasta el momento, los republicanos tienen 50 bancas y los demócratas 48. Es decir, para los republicanos, con sumar un solo senador alcanzarían la mayoría, pero los demócratas necesitan dos senadores para llegar a los 50 escaños y en este caso, pese a empatar con los republicanos, tendrían mayoría por el voto clave de Kamala Harris, quien será Presidenta de la Cámara Alta en su rol de Vicepresidenta de los Estados Unidos a partir del 20 de enero.
En Georgia por ley estatal las elecciones al Senado deben ir a una segunda vuelta si ningún candidato supera la mitad más uno de los votos. En este caso, en ninguna de las dos elecciones se alcanzó este umbral, y por lo tanto habrá segundas vueltas que determinarán quiénes se quedan con los dos escaños en pugna. Se enfrentarán el demócrata Jon Ossoff y el republicano David Perdue; y en la otra elección, la republicana Kelly Loeffler y el demócrata Raphael Warnock.
El arreglo institucional federal de Estados Unidos reverbera fuertemente en las leyes electorales: cada Estado (equivalente a las provincias en Argentina) determina la forma en que se eligen los senadores. Esto queda claramente establecido en la Constitución de los Estados Unidos, que brinda total libertad a las jurisdicciones para que sean éstas las que establezcan cómo ser elegido senador: así encontramos algunas que simplemente exigen ganar por un voto, mientras otras como Georgia requieren ganar con mayoría especial de la mitad más uno.
De todas maneras, cada uno de los 50 Estados tiene dos senadores que lo representan, que se eligen de forma separada, en dos elecciones distintas. A veces los escaños se renuevan juntos, con elecciones que coinciden en su fecha (como en Georgia) aunque en otros casos las fechas son distintas. El Senado se renueva de a tercios cada dos años, y cada senador dura seis años en su cargo.
El Senado tiene más prerrogativas de poder que la Cámara de Representantes (equivalente a la Cámara de Diputados en Argentina). La Cámara Alta tiene la exclusividad para confirmar o rechazar los candidatos del Presidente a ocupar puestos en el Gabinete nacional, así como también aprobar los candidatos a jueces de la Corte Suprema propuestos por el Presidente, confirmar tratados internacionales, analizar los pliegos de los embajadores, entre otras exclusivas prerrogativas.
Para ilustrar aún más la importancia del Senado, basta recordar la reciente incorporación de Amy Coney Barrett al tribunal supremo estadounidense. En medio de un año electoral y en pandemia, Trump logró nominar a una candidata, y en cuestión de poco más de un mes consiguió atravesar todos los pasos institucionales requeridos hasta su confirmación, con una rapidez que no se veía desde 1975.
Esta confirmación se logró pese a las feroces críticas de la arena político-mediática, simplemente gracias a la mayoría que el Partido Republicano posee en la Cámara Alta. El hecho de que los demócratas controlen holgadamente la Cámara de Representantes desde 2018 y que tuvieran altas chances de ganar la Casa Blanca (que finalmente ocurrió con el triunfo de Biden) no fue relevante. Queda patente el rol clave del Senado en los arreglos institucionales de Estados Unidos.
Las segundas vueltas en Georgia para ambas elecciones al Senado se llevarán a cabo el próximo 5 de enero. Hasta entonces, no sabremos qué partido controlará la Cámara Alta. Sin embargo, ambos partidos se han lanzado a la caza de los votantes de forma contundente: los demócratas han citado al ex presidente Barack Obama, popular en el Estado para que haga campaña, y los republicanos han combinado los esfuerzos de ambos candidatos para juntar más donaciones a las campañas. Las elecciones en Georgia prometen generar dos energizantes campañas, con batallas por la financiación, en los medios tradicionales y en las redes sociales que sin dudas atraerán la atención de gran parte del mundo y definirán si el partido del Presidente electo Joe Biden podrá o no controlar el Senado.