Por Pablo Pugliese y Bautista Griffini
Ayer fuimos testigos del lanzamiento de la Crew-1. En su interior, los astronautas Michael Hopkins, Victor Glover, Shannon Walker y Soichi Noguchi (JAXA), partían rumbo a la estación Espacial Internacional. Se trata de la primera misión operativa del programa “Commercial Crew”.
¿Qué representa esta misión para el futuro de la exploración espacial? Evidentemente no es una misión más, ya que significa –sin dudas- la consolidación del programa “Commercial Crew”. Dicho programa se creó con el objetivo de efectuar lanzamientos hacia la órbita terrestre baja y a la Estación Espacial Internacional, con el propósito de aumentar la cantidad y reducir el costo de dichos lanzamientos. Se trata de una iniciativa público-privada en donde diferentes empresas desarrollan sus lanzadores y capsulas, con el fin de que la NASA contrate sus servicios. A diferencia de programas anteriores, como Apolo, en donde el cohete y la capsula pertenecían íntegramente a la agencia, en este caso, la NASA, supervisa y brinda financiación a estas empresas, pero el lanzador y la capsula ya no son propiedad de está ni son desarrollados por ella. La agencia –ahora- podrá enfocarse en el desarrollo de cohetes y misiones hacia el espacio profundo, dejando la órbita baja para los cohetes y capsulas de este programa. Aunque este último punto esta siendo puesto en cuestión. A su vez, los aumentos en la frecuencia de los viajes a la Estación Espacial Internacional proporcionaran la capacidad de llevar a cabo una mayor cantidad de experimentos referidos a la radiación y a la gravedad, y así poder superar los desafíos de viajes espaciales de larga duración; específicamente a la Luna y Marte. Con este programa, la capacidad de lanzamiento se hará sostenible a largo plazo.
Actualmente Boeing y SpaceX de Elon Musk, son las empresas contratadas en el marco del programa “Commercial Crew”.
El desarrollo de la misión abre un horizonte sin límites en lo que hace a la exploración espacial. En este sentido, la introducción -de forma más profunda- y autonomía del sector privado en este ámbito comienza a consolidarse como una de las estrategias más audaces por parte de los Estados Unidos. La dinámica competitiva que impone el mercado acabará permitiendo la reducción de costos y el desarrollo de tecnologías innovadoras, aumentando el acceso al espacio, y dando lugar, asimismo, al surgimiento de actividades lucrativas hasta ahora inexistentes, como el turismo espacial o la explotación de recursos mineros presentes en los asteroides o en la Luna.
Los recientes dichos del actual Administrador de la NASA, Jim Bridenstine, nos resultan esclarecedores cuando afirma que “estamos entrando en una nueva era en los vuelos espaciales tripulados. La NASA tiene la capacidad de ser un cliente -un cliente de muchos- en un mercado robusto de vuelos espaciales comerciales a la órbita baja terrestre, que contará con muchos proveedores compitiendo entre sí en constante innovación”.
Ahora bien, más allá de los propósitos científicos y comerciales que se persiguen en estos términos, la creciente explotación del espacio también comienza a traducirse en un escenario de pugna geopolítica, delineando, al parecer ¿los comienzos de una nueva “carrera espacial”? Se abre por tanto un nuevo abanico de riesgos y amenazas derivados de la obsolescencia de los tratados jurídicos vigentes y la necesidad de avanzar en un proceso de actualización, que haga posible el desarrollo de actividades -tanto comerciales como científicas- de manera concertada y consensuada entre las distintas naciones involucradas.
Podemos concluir que esta nueva etapa, en vistas a la creciente presencia humana en el espacio, estará signada en gran medida por la forma de articulación que lleven adelante los principales Estados en la ejecución de políticas de cooperación interestatales, como las que dieron lugar a la conformación de la Estación Espacial Internacional desde 1998, y por los avances que puedan darse en relación al consenso de marcos normativos que regulen eficazmente toda actividad en este ámbito, otorgando la previsibilidad necesaria para impedir cualquier tipo de uso arbitrario que ponga en peligro la estabilidad internacional.