Un informe muy esperado revela que las tropas australianas desplegadas en Afganistán mataron a 39 civiles y prisioneros desarmados durante un periodo de once años. Según la investigación de cuatro años, los altos cargos del ejército obligaron a los soldados jóvenes a matar a prisioneros indefensos para “ensangrentarlos” para el combate.
Australia anunció este jueves 19 de noviembre, que 19 soldados, algunos actualmente en servicio y otros retirados, serán enjuiciados por el asesinato de 39 civiles afganos indefensos. Este movimiento por parte del gobierno rinde cuentas de abusos de guerra que a menudo quedan en el olvido.
“Algunas patrullas se tomaron la ley por su propia mano, se rompieron las reglas, se inventaron historias, se contaron mentiras y se mataron prisioneros” dijo Angus Campbell, el jefe de la Fuerza de Defensa, al hacer públicos los resultados del informe este jueves.
Más allá de cargar contra a objetivos desarmados, la lista de asesinatos de los soldados cuenta con adolescentes y otros no combatientes como agricultores locales, muy lejos del ambiente y las circunstancias del “calor de la batalla”. La investigación no habla de crímenes de guerra, pero insta a que se remita a los implicados a un procedimiento penal.
Es la primera vez que una nación miembro de la coalición militar liderada por Estados Unidos en Afganistán acusa públicamente a sus tropas por acciones ilegales.
Rituales de iniciación de los soldados
Según detalló Campbell, los homicidios fueron fruto de una “cultura distorsionada” y una “competitividad tóxica” arraigada entre algunos de los miembros del ejército australiano cuando se preparaban para unirse a las fuerzas estadounidenses en Afganistán.
“Estos hallazgos representan las infracciones más graves de la conducta militar y una gran falta de valores profesionales”, dijo Campbell a los periodistas en Canberra.
Mientras se redactaba el documento incriminatorio, se encontraron indicios “creíbles” de que soldados de rango superior ordenaron matar a afganos cautivos y, por tanto, protegidos por el derecho internacional. Los comandantes ordenaban a los soldados jóvenes disparar contra los prisioneros para grabar su primer “asesinato”, en un ritual denominado ‘blooding’.
Luego, en un intento de justificar su acción, los militares recreaban una escena de combate con armamento extranjero.
Hay una razón por la que estas acciones no salieron inmediatamente a la luz: la información era controlada recelosamente por las mismas patrullas en una cultura de secretismo. Fue el exabogado militar, David McBride, quien proporcionó los documentos clasificados a la Australian Broadcasting Corp., y quien ahora se enfrenta a acciones legales por su difusión.
Antes de la publicación de los documentos clasificados, los crímenes cometidos en Afganistán entre 2003 y 2016 solo eran rumores.