El fantasma de la hiperinflación se suma a la realidad de la escasez en Cuba, muchos de cuyos habitantes están acongojados por las consecuencias de la entrada en vigor, el pasado 1 de enero, del proceso de unificación monetaria en la isla.
Se trata de una de las reformas en materia económica más difíciles de acometer, pues conlleva un brutal aumento de precios, incluidos los de los servicios básicos, que tradicionalmente han estado subvencionados por el Estado.


Los cubanos pagarán más caro alimentos, transporte, trámites jurídicos, servicios postales, el agua o la electricidad. El anuncio de una subida de casi el 500% en la tarifa eléctrica provocó tal malestar en la población que el Gobierno dio marcha atrás y la redujo sensiblemente.

Las subidas generalizadas de precios estarán acompañadas de un incremento de los salarios, aunque se da por hecho que lo harán a un ritmo menor. El proceso, que todos los expertos consideran necesario para la supervivencia del modelo económico cubano, se anunció en 2013 y ha tardado ocho años en ver la luz.
El objetivo es acabar con las graves distorsiones económicas que provocaba tener dos monedas: una real, el peso cubano (CUP), y otra artificial y paritaria con el dólar, el peso cubano convertible (CUC).

Una dolorosa revolución
La reforma, una auténtica revolución monetaria, ve la luz en medio de una feroz crisis económica agravada por la pandemia de la COVID-19 y por las sanciones de la administración estadounidense. Durante los próximos seis meses, el CUC podrá cambiarse en los bancos y casas de cambio o utilizarse como pago en efectivo en los comercios estatales, que devolverán el cambio en CUP.

La tasa cambiaria con el dólar que entró en vigor el 1 de enero fue de 24 CUP por cada billete verde estadounidense. Este lunes 4 de enero estaba en algunas páginas de internet a 26,5 CUP por dolar, aunque en el mercado informal ronda ya los 50 CUP por dólar.

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