El Tratado de Prohibición de Armas Nucleares, aprobado por las Naciones Unidas en 2017 entró en vigor este viernes tras ser ratificado por 50 países, requisito mínimo indispensable para que el tratado iniciara su andadura. Sin embargo, todas las potencias atómicas y la OTAN rechazaron unirse a este tratado que nace así con una dudosa efectividad, como cuestionó el primer ministro de Japón, Yoshihide Suga.
Desde que Estados Unidos lanzara la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945, la comunidad internacional comenzó por un lado una dura carrera armamentística por parte de las grandes potencias, por otro, una búsqueda del desarme para que esos acontecimientos nunca volvieran a producirse.
La entrada en vigor de este tratado es un paso adelante en la consecución de este segundo objetivo, si bien ninguna de las potencias nucleares actuales forma parte del mismo, lo que merma su capacidad de influencia.
Los países firmantes del Tratado de Prohibición de Armas Nucleares se comprometen entre otras cosas a no desarrollar, adquirir, almacenar, usar o amenazar con usar armas nucleares. Pero la efectividad de este tratado negociado y aprobado en 2017 en el seno de las Naciones Unidas aparece muy mermada desde su entrada en vigor dado el rechazo al mismo de las potencias nucleares y la OTAN.
El pasado octubre, Honduras fue el quincuagésimo país en unirse al tratado, lo que iniciaba la cuenta de 90 días necesarios para que el texto entrara en vigor. Otra treintena de países firmaron el texto sin ratificarlo. Holanda fue el único país de la OTAN que tomó parte de las negociaciones, pero finalmente no se sumó al acuerdo.
La Alianza Atlántica se escuda en que la falta de potencias y de mecanismos de verificación provocarán que no se destruya “una sola arma”.
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