En el reporte anual de The Economist del año 2020, marcado por la pandemia por el Coronavirus, arrojó resultados poco alentadores con respecto al Régimen Democrático.
The Economist Intelligence Unit. La encuesta anual, que califica el estado de la democracia en 167 países con base en cinco medidas: proceso electoral y pluralismo, funcionamiento del gobierno, participación política, cultura política democrática y libertades civiles, dio como resultado que sólo aproximadamente la mitad (49,4%) de la población mundial vive en una democracia de algún tipo, e incluso menos (8,4%) reside en una “democracia plena”; este nivel es superior al 5,7% en 2019, ya que se han actualizado varios países asiáticos. Más de un tercio de la población mundial vive bajo un régimen autoritario, con una gran parte en China.
En el Índice de Democracia 2020, 75 de los 167 países o el 44,9% del total, se consideran democracias. El número de “democracias plenas” aumentó a 23 en 2020, frente a 22 en 2019. El número de “democracias defectuosas” se redujo en dos, a 52. De los 92 países restantes del índice, 57 son “regímenes autoritarios”, frente a 54 en 2019, y 35 están clasificados como “regímenes híbridos”, frente a 37 en 2019.
Los bloqueos impuestos por el gobierno y otras medidas de control de la pandemia llevaron a un gran retroceso de las libertades civiles en 2020, lo que provocó degradaciones en la mayoría de los países. Para afrontar una enfermedad que nadie conocía los gobiernos decidieron optar por medidas restrictivas a las libertades civiles, no permitieron un escrutinio adecuado de los poderes de emergencia o negaron la libertad de expresión, independientemente de si hubo apoyo público a las medidas gubernamentales, lo que implicó una penalidad de sus calificaciones en el reporte.
El puntaje promedio general de América Latina cayó por quinto año consecutivo, de 6.13 en 2019 a 6.09 en 2020. El declive regional en 2020 fue impulsado principalmente por la reducción de las libertades civiles en respuesta a la pandemia de coronavirus. Sin embargo, las regresiones democráticas en El Salvador, Guatemala y Haití también tuvieron un impacto negativo en el puntaje regional promedio. El único cambio en la clasificación de países por tipo de régimen en la región en el Índice de Democracia 2020 fue la degradación de El Salvador de una “democracia defectuosa” a un “régimen híbrido”.
Esto está en línea con una tendencia de retroceso democrático en la región durante la última década, desde el aumento de las prácticas antidemocráticas en Bolivia y Centroamérica hasta el creciente autoritarismo en Venezuela y Nicaragua.
La disminución en el puntaje general de América Latina en el Índice de Democracia en los últimos años ha sido impulsada principalmente por un deterioro en dos categorías del índice: proceso electoral y pluralismo y libertades civiles, las dos categorías en las que la región supera el promedio mundial.El desempeño de América Latina en términos de funcionamiento de la categoría de gobierno también ha sido deficiente, ya que la región ha luchado para abordar los altos niveles de corrupción y violencia. La gobernanza ineficaz ha aumentado la insatisfacción popular, socavando la confianza en las instituciones políticas y la percepción de la democracia.
Con respecto a la Argentina, el Índice de Democracia la posiciona octava a nivel continental, Chile, Uruguay y Costa Rica, entre otros, se le posicionan por delante. A nivel global el país se coloca en el puesto 48. Con un puntaje total de 6.94 sobre 10, se la considera una “Democracia Defectuosa”, destacando un puntaje bajo en las categorías de Funcionamiento de gobierno y Cultura Política.
Este año no ha tenido un comienzo prometedor, con una insurrección en el Capitolio de Estados Unidos y un golpe militar en Myanmar. Aún quedan 10 meses para que los estados “aprueben” en las evaluaciones democráticas que el reporte indica.
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En mi opinión el retroceso del régimen democrático no se debe sólo a la aparición de la pandemia, éso es solo la gota que rebalsa el vaso; desde el siglo pasado se vienen acumulando enormes porcentajes de pobreza que abarcan continentes enteros, como Africa y Asia, donde también han aumentado exponencialmente las poblaciones, motivos que colaboran para la degradación de los niveles de vida. Pobreza, enfermedades e ignorancia resultan el cóctel básico para que, al transcurrir los años, la posibilidad de democracia se vaya diluyendo, como también la posibilidad del desarrollo de sociedades civilizadas, así se llega a la aplicación de “la ley del más fuerte” que tiene sus raíces en el origen del hombre más primitivo. Quizás la pandemia debería hacernos reflexionar sobre el mecanismo de algunos gobiernos y la modernización de una democracia global que respete los famosos DDHH que, hasta ahora, han resultado en manipulación más que en un beneficio para los países más pobres. Las dictaduras son algo natural del hombre mientras no se respete la dignidad y no se mantengan limitados los poderes. A los inicios del siglo XXI no deberíamos seguir teniendo tiranías y revoluciones, deberíamos haber evolucionado.
Hay cosas que no necesitamos imaginar mucho, por ejemplo el estado de descontrol con la caída de De la Rua, en la provincia de Buenos Aires y en la ciudad, (CASI un golpe de Estado Duhaldista). Lo que ocurrió después en plaza Congreso, en época de Macri, cuando se trató la ley previsional, el loco tirando bengalas y el destrozo de toda la plaza. En ambos casos se produjeron estados de convulsión social provocados por grupos políticos que, casualmente, siempre están relacionados con dirigentes populistas. Hoy la situación en nuestro país es aún mucho más grave pero los sindicatos, las organizaciones sociales y los dirigentes políticos no emiten ni una sola palabra, solo ponen la mano para recibir su dádiva y si protestan es contra la oposición. La manipulación es parte de la crisis democrática, sobretodo aquí en Argentina. Los malos no están de un solo lado Gaspar.