Ayer se conmemoró un nuevo aniversario de la entrada en vigor del Tratado sobre la No Proliferación de Armas Nucleares (TNP), 51 años del instrumento internacional busca promover el uso pacífico de la energía nuclear y evitar así la proliferación nuclear para fines bélicos. Este fue el resultado de los esfuerzos mundiales para prevenir la propagación de las armas nucleares, fomentar la cooperación en los usos pacíficos de la energía nuclear y promover el objetivo del desarme nuclear y el desarme general y completo.
Esta piedra angular del objetivo final de mantener el mundo a salvo vive momentos de críticas, debilidades y de atentados hacia el régimen nuclear. Mecanismos de control bilateral en materia de la proliferación abandonados, Estados que siguen apostando a la energía nuclear sin esclarecer sus programas ni sus objetivos finales y un Sistema Internacional incapaz de generar acciones realmente impacten y marquen límites claros con respecto a la estabilidad y la seguridad nuclear.
Este contexto se proyecta y tal como estableció la Junta de Cientistas Atómicos de los Estados Unidos tenemos “100 segundos para la medianoche”, lo que marca una tendencia peligrosa para el mundo. Donde las potencias nucleares se embarcaron en una nueva carrera por la modernización de los armamentos nucleares en esta búsqueda de nuevos activos ofensivos en su Estrategia de Seguridad Nacional y los armamentos nucleares se siguieron expandiendo y el stock de las ojivas en el transcurso de los años.
En el 2020 se esperaba que se diera la Conferencia de Examen y Revisión del TNP que Argentina presidirá, por cuestiones de la pandemia se postergó. Se espera que se revise el principal tratado en cuestiones de: la universalidad del Tratado; el desarme nuclear, incluidas medidas prácticas concretas; la no proliferación de las armas nucleares, incluidos la promoción y el fortalecimiento de las salvaguardias; las medidas para fomentar los usos pacíficos de la energía nuclear y la seguridad; el desarme y la no proliferación regionales; la aplicación de la resolución de 1995 relativa a Oriente Medio; las medidas para hacer frente a los casos de retirada del Tratado; las medidas para seguir fortaleciendo el proceso de examen; los medios para fomentar la participación de la sociedad civil en el fortalecimiento de las normas del TNP y en la promoción de la educación para el desarme; y el género y la representación.
Otra cuestión que es importante remarcar es que un país parado desde la periferia, vive en una falacia en la cual quieren hacer creer que los asuntos sobre el control de armamentos y la proliferación en términos de armas nucleares “no nos influyen”, o “son cuestiones de las potencias”.
Argentina tiene la obligación, la tradición e historia en materia de promover un mundo seguro y marcamos un posicionamiento estatal claro sobre el control de armamentos y un programa nuclear histórico lo que se traduce en un Estado pionero de dicha tecnología en la Sudamericana y en el mundo. Las agendas de las decisiones políticas en el plano exterior están marcadas por la necesidad de conseguir un modelo económico solvente que permita la supervivencia del Estado cuando un punto importante de esa supervivencia es mantener un régimen creíble, fortalecido y consensuado con respecto al control de armamentos y la proliferación nuclear. En este sentido y tomando las ideas de García Moritán, se debe tener una diplomacia en la cual la cuestión del desarme se posicione como prioridad en la agenda multilateral del Estado. En un sistema en el cual lo multilateral vive momentos de debilidad, se necesitan esfuerzos conjuntos para que el TNP siga siendo el sostén del régimen nuclear y mantenga un mundo alejado de la proliferación horizontal y del empleo de las armas nucleares.
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