Convertido en uno de los epicentros mundiales de la pandemia, Brasil, con 212 millones de habitantes, es el segundo país del mundo con mayor número de decesos después de Estados Unidos, y el tercero en número de casos, por detrás de EE. UU. y la India.
Brasil se encuentra actualmente en su peor momento desde el inicio de la crisis sanitaria y ya suma casi 256.000 fallecidos y 10,6 millones de casos desde que el 26 de febrero de 2020 se registrase el primer contagio en el país. Los centros hospitalarios se encuentran en muchos casos saturados.
El índice de ocupación de las unidades de cuidados intensivos del sistema público sanitario brasileño ya supera el 80% en 18 de los 27 estados brasileños. “El riesgo de colapso existe y ya lo estamos observando en varias regiones del país”, afirmó a la agencia EFE el médico Carlos Starling, consultor científico de la Sociedad Brasileña de Infectología (SBI).
Las autoridades de Río de Janeiro han impuesto más restricciones para evitar contagios. En Sao Paulo, el estado más poblado de Brasil y el que registra mayor número de muertes y casos por COVID-19, se levantará un nuevo hospital de campaña, tras el cierre de todos los construidos durante la primera ola.
La solicitud de aplicar medidas más severas a nivel nacional se ha encontrado por el momento con la oposición del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, quien se resiste a reconocer la gravedad de la situación, a pesar de que los expertos señalan a la ausencia de restricciones en gran parte del país como un factor decisivo para el incremento casos.
En una charla con sus seguidores el miércoles, Bolsonaro criticó las restricciones ordenadas en diferentes estados del país frente al aumento de las infecciones de covid-19. “¿La gente va a morir de hambre, de depresión?”, preguntó.
“En lo que depende de mí, nunca tendremos lockdown (confinamiento). Nunca, una política que no funcionó en ningún lugar del mundo”, dijo en otro momento. También criticó el uso de mascarillas ya que dijo “las máscaras son perjudiciales para los niños y causan inconvenientes como dolor de cabeza y “disminución de la percepción de felicidad”.
La gravedad de la situación es tal que Tedros Adhanom Ghebreyesus, director de la OMS, se ha mostrado “muy, muy preocupado” ya que, si “Brasil no se lo toma en serio, seguirá afectando a la región y más allá”.
A su vez, los secretarios estatales de Salud de Brasil emitieron otra carta afirmando que “la ausencia de una conducción nacional unificada y coherente ha dificultado la adopción” de medidas contra la covid-19. Con menos de 4% de la población brasileña vacunada contra el virus, los secretarios también señalaron “la lentitud en la oferta de vacunas” como un obstáculo para revertir la situación.
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