Por Natasha Buchichia (Politólogos al Whisky) – 10/03/21
El suicidio ha puesto a Japón entre la espada y la pared desde hace muchísimo tiempo. Pese a los numerosos esfuerzos gubernamentales para combatir esta cruda realidad, el confinamiento, a raíz de la pandemia del COVID-19, ha traído de nuevo este tópico a la agenda.
En el 2019 algo histórico se dio a lugar: Japón había podido descender su índice de suicidios por primera vez en 11 años. En ese año, el índice de casos fue de un 3.7% menos que en el 2018, marcando un nuevo récord de menor cantidad de suicidios desde 1978, según The Japan Times. La policía nacional informó que no había una razón concreta para este suceso pero que, de todas formas, la mejora económica y el programa para prevención habían ayudado. Sin embargo, la presencia de menores de 20 años en el indicador aumentó provocando que, se demarque, el impacto del bullying en los adolescentes como una de las mayores y más persistentes causas.
Aún así, a principios del 2021, el primer ministro japonés Yoshihide Suga, decidió impulsar una iniciativa que el Reino Unido había creado en el 2018: un ministerio de la soledad. Con Tetsushi Sakamoto como ministro de la soledad en su gabinete, el gobierno japonés busca combatir la creciente tasa de suicidios que aparejó el confinamiento por el COVID-19, en el año 2020.
De todas formas, existe una serie de problemas sociales que se conjugan con el suicidio, dándolo como última opción. La pobreza, los abusos infringidos por los hombres a las mujeres, la soledad y los hikikomori, (también denominados reclusos sociales), provocan que el gobierno japonés deba abordar de forma cabal al suicidio.
Si bien en el año 2020 el suicidio masculino descendió, los índices entre las mujeres alcanzaron picos alarmantes. Pese a la enorme cantidad de variables que deben encontrarse para que den lugar a este fenómeno, se pueden distinguir algunas que se repiten entre las víctimas: como la inestabilidad económica a raíz del confinamiento, los abusos psicológicos y sexuales sufridos de parte de familiares, el vivir en soledad, la existencia de trabajos precarios, etcétera.
A raíz de esta realidad tan extenuante y delicada, Suga confió en Sakamoto para llevar a cabo la tarea de realizar políticas integrales que prevengan el suicidio y la soledad que puedan llegar a sentir las mujeres y los adolescentes, sin dejar de lado los otros sectores sociales vulnerables. Estos se extienden desde hombres y mujeres conocidos como “karoshi”, quienes trabajan hasta sufrir un accidente cardiovascular a raíz del estrés y cansancio, o como los “salaryman”, quienes salen muy temprano de sus hogares para trabajar y suelen dormir en los denominados ‘kapuseru hoteru’, o también llamados hoteles cápsula.
Además, en el último tiempo, Japón ha estado experimentando un aumento de crímenes cometidos por personas mayores, especialmente mujeres. Estos crímenes denominados “grises” han preocupado profundamente al gobierno nipón, más aún debido a los orígenes de los mismos, es decir, la soledad y la pobreza. Si el suicidio no es una opción, los ancianos optan por ser cuidados en la cárcel y vivir debajo de un techo de forma ‘gratuita’.
Lo que es cierto es que Sakamoto tiene un gran trabajo por delante, ya que no existe una única respuesta a esta situación. Al ser un fenómeno tan complejo como podemos leer, y que pone en peligro el futuro económico y social del país, el gobierno nipón ha hecho un excelente trabajo hasta el 2019 al disminuir el índice de suicidios. Sin embargo, el impacto de la pandemia ha provocado un devenir de este hecho, poniendo al límite a la sociedad japonesa en cuanto a salud mental.
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Las autoridades jamás se preocuparon por los suicidios masculinos, pero ahora que los suicidios femeninos van en aumento…entonces si se preocupan. Deberían tratar a fondo el fenómeno de los Hombres Herbívoros y su impacto en la sociedad japonesa, de esa forma tal vez entiendan por que pasa lo que pasa en ese país. Saludos de un HOMBRE QUE SIGUE SU PROPIO CAMINO.