Por: Franco Octavio Depietri del Grupo Jóvenes Investigadores del Instituto de Relaciones Internacionales
Cuando se abordan temáticas en el ámbito de la Seguridad y la Defensa, no contemplamos cómo usual que el foco de análisis sea el estudio de una minoría poblacional remotamente distante desde nuestra posición. Pese a esto, tomar en consideración los exponentes de la Seguridad Humana para el análisis del padecimiento de las personas con albinismo en el continente africano nos pone entre la espada y la pared y evidencia la estrecha relación entre Seguridad y Derechos Humanos.
Partiendo desde la base, vamos a entender la Seguridad Humana desde la definición que se da en el Informe Sobre Desarrollo Humano de 1994 (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo / PNUD) en la que se señala que para la mayoría de las personas la seguridad proviene en mayor medida de las preocupaciones de la vida cotidiana en lugar de un evento catastrófico (como una guerra). Según dicho informe “[…] La seguridad humana no es una preocupación por las armas: es una preocupación por la vida y la dignidad humanas […]” .
Este concepto reconoce 7 dimensiones las cuales son: Seguridad Económica; Alimentaria; Ambiental; Política y las tres que se abordan como fundamentales en este caso, Sanitaria, Personal y Comunitaria.
Ahora en segundo lugar, ¿Qué es el albinismo?. Según la Asociación de ayuda a personas con albinismo (ALBA) El albinismo es una condición genética hereditaria que produce la disminución de la distribución de Melanina, causando la falta de pigmentación total o parcial del cuerpo. A su vez dividiendo a quienes padecen este trastorno en dos grupos, el “Grupo 1: Generalizado” que hace referencia a quienes poseen ampliamente extendida por todo su cuerpo esta condición y el “Grupo 2: Localizado o Parcial” que son aquellos que lo poseen en algunas partes del cuerpo en particular. (ALBA, 2021)
Un hijo y su padre albinos – Dar es Salaam, Tanzania . Autor: Panos/ Dieter Telemans
Aquí es donde partimos con el foco del conflicto, en el Continente Africano existe una extendida discriminación y estigmatización hacia las personas que padecen albinismo arraigadas en la cultura y la historia de los pueblos. En algunas zonas donde los conflictos están más presentes como Malawi, Mozambique y Tanzania, la falta de acceso a la educación y, por consiguiente, la poca información relativa al albinismo hacen que esto funcione como caldo de cultivo para prácticas nefastas que atentan contra la vida e integridad de los mismos.
En este esquema y arraigado a las cuestiones culturales entra a la ecuación la brujería, las prácticas de la magia negra y vinculado a esto la criminalidad organizada. Por creencias populares y relevado por las Naciones Unidas a partir de 2013 se hace foco en que las personas con albinismo son perseguidas, capturadas y asesinadas con el objetivo de obtener partes del cuerpo para rituales de magia negra. Esas partes, no solo cotizan a precios altísimos como es el caso de los cráneos (puesto que se cree que enterrar un cráneo debajo de un edificio en construcción traerá fortuna) sino también que se utilizan con diferentes objetivos.
Llegado este punto, podemos señalar de manera lógica que se cometen homicidios y secuestros, sin embargo, las barbáricas escenas de persecución tienen como eje que el desmembramiento de las víctimas se realice preferiblemente cuando aún están vivas ya que sus gritos supuestamente magnifican el alcance “mágico” de esas partes, adentrándonos ya en lo que se considera tortura.
Los ritos y el destino de los elementos obtenidos varían desde la realización de pociones de fertilidad, elementos para búsqueda de materiales preciosos y prosperidad económica, entre otros.
A pesar del rol estatal, de la creciente presencia del tema en la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos a partir de 2013 la cuestión trasciende las agendas de Derechos Humanos, Seguridad y Educación y la visión para paliar el conflicto debe ser interdisciplinar. Cuando nos referimos a la Seguridad Comunitaria, no podemos voltear la cabeza a la profunda discriminación (llegando a creer que esto se contagia por maldición o herejía) y la imposibilidad de las personas con albinismo de acceder a fuentes de trabajo adecuadas (en función de su trastorno que no les permite trabajar a la intemperie y tienen cuidados específicos).
Leer esta problemática y sorprenderse de que esto se lleve adelante en pleno 2021 es tan usual como pensar que la brujería, la magia negra y los rituales son material para cine de terror y ciencia ficción. Sin embargo es una responsabilidad inamovible de los estados a nivel local y de la comunidad internacional a nivel global, darle la entidad que esto merece y proveer las herramientas necesarias para el acompañamiento de las víctimas.
La existencia de una Experta independiente de las Naciones Unidas, llamada Ikponwosa Ero dió un respiro al seguimiento de los casos a nivel internacional y a su vez se complementa con la amplia labor de las organizaciones sociales como “Under the Same Sun” que lo ponen en la agenda de los países africanos y fueron fundamentales para que la comunidad internacional focalizara en esta problemática.
No obstante pensar en el escenario pandémico del COVID-19 y su impacto en el desarrollo y las desigualdades nos pone nuevamente a analizar las diferentes estrategias que pueden abordarse para acercarnos, un paso más, al ideal de la Seguridad Humana en el Continente Africano.
Franco Octavio Depietri: Estudiante Avanzado de la Licenciatura en Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Lanús (UNLa) – Investigador Junior del Centro de Estudios sobre Crimen Organizado Transnacional (CeCOT) – Miembro del Grupo de Jóvenes Investigadores (IRI)
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