El vínculo entre la Unión Europea (UE) y Turquía continúa siendo un desafío de intensa labor. Sin embargo, el pasado jueves la UE ha lanzado una nueva oferta de entendimiento a Erdogan con el fin de fortalecer las relaciones comerciales y fomentar el diálogo en cuestiones concernientes a la salud, los derechos humanos y el cambio climático.
El objetivo establecido por el bloque de Los Veintisiete es afianzar progresivamente el diálogo en áreas de interés común, el cual versa sobre determinados puntos principales.
En primer lugar, la UE busca revisar el acuerdo de unión aduanera y “estudiar una modernización del régimen” con Turquía firmado en 1996, lo cual surge como uno de los principales objetivos.
La cuestión migratoria se destaca como otro de los problemas a enfrentar. La situación en el Mediterráneo en torno a los migrantes y refugiados no es, lamentablemente, algo nuevo en la agenda de la UE. La nueva oferta de entendimiento propone a su vez reforzar la cooperación para evitar una nueva crisis de migración irregular y facilitar el regreso de quienes se encuentran ilegalmente establecidos en Europa, como también respaldar la prolongación del acuerdo migratorio de 2015.
El último objetivo del ofrecimiento europeo es la pronta solución a la cuestión de Chipre, situación por la que la UE ha exigido a Erdogan llegar a un acuerdo en el marco de las conversaciones que se llevarán a cabo en Ginebra entre el 27 y el 29 de abril.
La significativa propuesta por parte de Los Veintisiete surge en un contexto de “cambio de actitud” llevado a cabo por Turquía, en donde la negociación y el reforzamiento del diálogo surgen como fruto del buen comportamiento por parte de Erdogan. Sin embargo, la situación de derechos humanos que se vive al interior de Turquía, así como también la salida del país de la Convención de Estambul sobre la violencia contra la mujer, son cuestiones que la UE no puede dejar fuera del tablero de negociación y por ende ansía una pronta y efectiva resolución.
Pese a todo, el bloque europeo no pretende dejar su estabilidad regional a la merced de Erdogan. El accionar turco en el sistema internacional no ha sido el más ejemplar en los últimos años, y la UE tiene sus razones para ser prudente y anticiparse a un futuro cambio de parecer por parte de Turquía. Por estas razones han insistido en que triunfe el buen entendimiento y que Erdogan se abstenga de provocaciones o acciones unilaterales, ya que la UE no se privará de utilizar las herramientas que sean necesarias para defender los intereses del bloque y de la región.
Erdogan no quiso quedarse atrás y criticó las condiciones que la cumbre le exigió, aunque afirmó que responderá a la UE positivamente, sin dejar de lado el accionar conjunto en pos del interés común.
Frente a esto cabe preguntarse, ¿Resultarán estas medidas en un proceso de diálogo fructífero y exitoso para el vínculo UE-Turquía? ¿O culminará como otro fallido intento de convergencia y cooperación?
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