Por Santiago Formosa miembro del Grupo Jóvenes Investigadores (IRI)
Desde el triunfo electoral del demócrata, muchos analistas ya estimaban un reacomodo de fuerzas en Medio Oriente después de cuatros años donde Estados Unidos ha tenido el objetivo de favorecer a sus principales aliados, Israel y Arabia Saudita. En este sentido, la política de Joe Biden hacia Oriente Medio parece presentar rupturas en la relación con algunos de los líderes regionales que delimitan la postura norteamericana para la región. Por lo tanto, es interesante realizar un mapeo de los vínculos a fin de pensar la política exterior estadounidense.
La relación con Israel
A lo largo de la historia, los demócratas y los republicanos no han dudado en dar prioridad a la seguridad de Israel por la importancia geopolítica que representa para el país norteamericano tener un aliado fuerte en la región. En tanto, Biden no hará caso omiso a tal situación y tampoco deslegitimará las medidas que llevó adelante Trump, como la de mudar la embajada estadounidense a Jerusalem.
Sin embargo, la relación no será tan armoniosa como fue durante la presidencia republicana. El llamado telefónico por parte de la Casa Blanca que se hizo esperar y las declaraciones de Joe Biden por no priorizar las misiones militares en la región nos hace reflexionar sobre el distanciamiento entre ambos países que se profundiza cuando se discuten temas relacionados a una renegociación del Plan de Acción Integral Conjunto.
La relación entre Washington y Tel-Aviv tendrá continuidad siempre que Israel mejore el vínculo con sus vecinos y se encamine un acuerdo de paz con los palestinos. No obstante, la prioridad a mediano y corto plazo de la política norteamericana hacia Medio Oriente no será Israel sino revertir la imagen estadounidense que le permita retomar la estrategia en la región de Pivot to Asia.
Los Derechos Humanos, Yemen y el vínculo con Arabia Saudita
La victoria de Joe Biden en noviembre del año pasado no fue una grata noticia para Riad y el cuestionamiento de la relación no tardó en llegar. A pesar de los esfuerzos saudíes por entablar una buena amistad con Qatar y liberar a la activista Loujain al-Hathloul para complacer a Estados Unidos, no ha sido suficiente para pasar por alto el rechazo a la intervención en Yemen y la violación a los Derechos Humanos en el país árabe que preocupa a la administración demócrata.
El llamado de Biden a finales de febrero de este año marcó un punto de inflexión y estableció una gran diferencia con su antecesor, Donald Trump. El cambio de locutor es un claro gesto de un mayor enfriamiento de la relación debido a que la conversación de Biden fue con el rey Salmán Bin Abdulaziz y no con Mohamed Bin Salmán, como fue en la administración republicana. De la misma manera y pocos días después de la comunicación, el Gobierno de Estados Unidos filtra el informe de la CIA que denuncia el involucramiento del príncipe heredero (MBS) en el asesinato del periodista opositor Jamal Khashoggi.
Este vínculo bilateral ha tenido dos constantes a lo largo de la historia: el petróleo y la venta de armas. Aún cuando Estados Unidos haya alcanzado una independencia energética, Arabia Saudita es un importante aliado en el abastecimiento de hidrocarburos y previsiblemente tendrá continuidad. También la provisión de armas al régimen saudí seguirá existiendo aunque Biden esté decidido a recalibrar sus relaciones con los saudíes ya que las políticas sauditas no son compatibles con los valores propuestos por norteamérica.
Irán y el acuerdo nuclear
En la actualidad, el vínculo tenso entre Estados Unidos e Irán se circunscribe en el acuerdo nuclear, uno de los mayores logros de la administración de Obama, puesto que hay una disputa de poder para determinar en que términos se realizarán las futuras negociaciones. Por el lado estadounidense, Joe Biden tiene como objetivo reintegrar el Plan de Acción Integral Conjunto para hacer de la diplomacia el sello que guíe su administración. En cuanto a Irán, las sanciones impuestas por Trump provocaron una crisis económica en virtud de lo cual los líderes iraníes ansían el levantamiento de las mismas.
Sin embargo, a pesar de la intención de las partes de alcanzar nuevamente un acuerdo que signifique un beneficio para ambos países, nadie esta dispuesto a dar el primer paso y ataques, tanto el de Irán a una base de la coalición internacional en el kurdistán iraquí como el de Estados Unidos a milicias iraquíes apoyadas por Irán en Siria, obstaculizan la posibilidad de una nueva negociación a corto plazo.
La aproximación de Biden hacia Irán pareciera tantear el tablero diplomático. Sin descuidar sus alianzas con los otros líderes regionales, el demócrata tiene el desafío de reflotar el acuerdo nuclear que significaría mejorar la imagen estadounidense y, al mismo tiempo, consolidaría un gran gesto hacia sus aliados europeos.
Redefinición de la política hacia Medio Oriente
En la nueva política estadounidense hacia Medio Oriente podemos rescatar dos grandes conclusiones: la relación con los tradicionales aliados regionales va a ser menos amistosa que antes y la normalización de las relaciones con Irán no será sencillo. El desafío para Biden está en encontrar armonía entre los diferentes intereses de los países en la región que han buscado lograr autonomía a partir de sus políticas exteriores.
La redefinición de dicha política de Biden se ha caracterizado hasta el momento por ser de perfil bajo ya que es necesario moderar la imagen de Estados Unidos en Medio Oriente y establecer relaciones de confianza con las potencias de la región a través de gestos más diplomáticos.
Joe Biden, que cree profundamente en un orden liberal internacional, tiene la oportunidad de lograr estabilidad en la región tras décadas de mucha incertidumbre. En el corto mandato del demócrata ya se pueden observar algunas rupturas en la relación con potencias regionales pero también continuidades como la de no abrir nuevos frentes que perjudiquen la posición estadounidenses en Oriente Medio. En suma, Biden entiende en su estrategia que ningún líder regional debe volverse hegemónico para preservar los intereses norteamericanos.
Santiago Formosa: Tesista de la Licenciatura en Comunicación Social (UNLP). Miembro del Grupo de Jóvenes Investigadores del Instituto de Relaciones Internacionales (GJI IRI).
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