El país caribeño, el más pobre de la región de acuerdo a la mayoría de los estudios y estadísticas, ha sufrido el miércoles una nueva crisis política que agrava la delicada situación de la nación. Todo el gabinete y el Primer Ministro Joseph Jouthe dimitieron agobiados por una grave crisis política y de inseguridad.
Haití posee un sistema de gobierno semipresidencialista donde el Presidente es el Jefe de Estado, pero el mayor poder se deposita en la figura del Primer Ministro, que debe contar con la confianza de la mayoría del Parlamento para poder seguir manteniéndose en el cargo.
Ante la pérdida de confianza y la creciente presión de numerosos sectores de la sociedad, particularmente de la Iglesia Católica, Jouthe renunció como Primer Ministro. El Presidente Jovenel Moïse la aceptó y nombró a Claude Joseph como nuevo titular. Moïse se ha convertido en la figura más poderosa y polémica en el país ante la inestabilidad de los sucesivos gobiernos.
Sin embargo, la aguda conflictividad en Haití se remonta hacia las elecciones de 2017, las cuales fueron llevadas a cabo en medio de una situación inestable donde se nombró un mandatario provisional por un año y luego recién asumió Moïse. La oposición busca que ese año se considere parte del mandato de Moïse pero el actual Presidente se ha negado, lo que agravó violentas protestas en su contra.
Al respecto, Moïse ha denunciado intento de golpe de Estado y asesinato en su contra, afirmando que una “oligarquía” quiere controlar Haití. A nivel internacional, Moïse cuenta con el firme respaldo de los Estados Unidos, tanto en su momento de la administración de Donald Trump como ahora la de Joe Biden.
A esto se suma una situación delicadísima en términos de la seguridad: sólo en el primer trimestre de este año, 157 personas fueron secuestradas por bandas criminales que tienen como blanco particular a religiosos. El móvil en la mayoría de los casos es el dinero.
La inestabilidad política es una pésima señal para la ciudadanía de Haití, que sufre desde los últimos meses una suba exponencial de hechos de inseguridad, particularmente violentos secuestros. El nuevo gobierno enfrentará un horizonte complejo e incierto.
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