Por Augusto Gabriel Arnone, miembro de la Red Federal de Historia de las Relaciones Internacionales

“No hay un planeta B” es la frase que se lee en la imagen elegida para esta efeméride y es el lema con el que, inquietantemente, se busca sensibilizar al mundo sobre la importancia de cuidar el planeta tierra al no existir, por el momento, otra medio alternativo en donde el ser humano pueda vivir. Con este objetivo, seis años atrás 195 representantes de los 197 países internacionalmente reconocidos celebraron un 22 de abril en la capital de Francia un hito histórico para el régimen del medioambiente: El Acuerdo de París de 2015. 

La preocupación por el medioambiente en el escenario internacional data desde la década de 1970 (e inclusive antes) con la Conferencia de Estocolmo de 1972 como la primera reunión internacional para la preservación del medio humano. Desde allí hasta el Acuerdo de Paris de 2015, el régimen del medioambiente ha transitado un largo y sinuoso camino que le ha valido ser caracterizado por diversos internacionalistas como fragmentado, disperso y desestructurado. 

¿Cuál es la importancia que representa el Acuerdo del 2015? Este instrumento jurídico representa, acorde a algunos analistas internacionales, la versión mejorada de lo que fue el Protocolo de Kioto de 1997. Una simple diferenciación: aunque el Acuerdo de París empiece a tener efecto desde este año 2021, entró en vigor tan sólo 10 meses después de su firma, algo que a Kioto le tomó 8 años. Esto demuestra una clara preocupación de la comunidad internacional por la lucha contra el cambio climático. 

Para entender la importancia de París tenemos que necesariamente remontarnos al Protocolo de Kioto de 1997. En aquél, los países de la comunidad internacional -sin contar a Estados Unidos, Canadá, Sudán del Sur y Andorra- habían sentado objetivos optimistas: reducir las emisiones a una media de 5,2% para el 2012, tomando como referencia los niveles en 1990. No obstante, esta obligación sólo era impuesta para los países desarrollados. El advenimiento del nuevo siglo marcó el fracaso del sistema de Kioto ya que no sólo las emisiones de carbono se habían disparado en la primera mitad del siglo XXI con nuevas economías contaminantes como la de China e India, sino que todos los pronósticos estimaban un aumento de la temperatura de la tierra a niveles realmente alarmantes.

Con el fracaso de las reuniones subsiguientes, la Conferencia de Partes sobre el Convenio Marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático (COP21) en Paris representaba la esperanza de poder remediar la situación y alcanzar compromisos vinculantes entre todas las partes. A diferencia de su predecesor, el Acuerdo de París, sin poner una fecha o volumen específico de reducción de emisiones, tenía como objetivo evitar el aumento de la temperatura del planeta por encima de los 2°C prosiguiendo con los esfuerzos para evitar que alcanzara los 1,5 °C. Por otro lado, el Acuerdo también trajo la novedad de vincular, por primera vez, la lucha contra el cambio climático con los derechos humanos de minorías, pueblos indígenas, inmigrantes, etc.  

A favor de la transparencia y de analizar su efectiva implementación, las partes acordaron reunirse cada cinco años para evaluar el progreso hacía los objetivos a largo plazo e informar la actualización y mejora de sus contribuciones determinadas a niveles nacional (NDC por sus siglas en inglés). ¿Qué quiere decir esto? A diferencia del protocolo de Kioto donde eran impuestos, las NDC representan los compromisos que cada país definió para si mismo según sus posibilidades. Es decir, estas encarnan las medidas que cada país tomará para reducir las emisiones nacionales y las acciones que tomarán para crear resilencia y adaptación a los efectos del cambio climático. 

No obstante todo esto, la situación ha cambiado radicalmente con el advenimiento de la pandemia por COVID-19. A pesar de que en una primera instancia hubo una desaceleración de las emisiones a nivel mundial, pronto la pandemia hizo que las prioridades de los países viraran hacía la dicotomía entre recuperación económica y atención sanitaria relegando a un segundo plano al medioambiente en las agendas políticas locales. Esto se refleja en que la reunión para evaluar las NDC, conocida como COP26, fue postergada a noviembre de 2021. 

A pesar de los panoramas negativos, la reciente elección de Joe Biden como presidente de los Estados Unidos trajo la reincorporación de su país al Acuerdo de Paris luego de que el ex presidente Donald Trump anunciara la retirada en 2016. Recordamos que la importancia de EEUU en un acuerdo de este estilo radica en que, si bien actualmente es el segundo mayor emisor de gases de infecto invernadero a nivel mundial por detrás de China, históricamente ha sido el país que más gases ha expulsado hacia la atmósfera. En ese sentido, Biden ha invitado a líderes de distintos países que representan el 80% de las emisiones mundiales a celebrar una conferencia previa a la COP26 de Glasgow (Escocia) durante el 22 y 23 de abril.  Las medidas que los países adopten entre 2020 y 2030 serán claves si se planea llegar a una neutralidad climática en 2050. 

Augusto Arnone: Colaborador del Departamento de Historia – IRI – UNLP. Red Federal de Historia de las Relaciones Internacionales COFEI

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