Sin duda estamos atravesando un momento crucial en la historia, y no es sólo por el Covid-19 que ha arrasado con el planeta, dejando una innumerable cantidad de secuelas a su paso. La pandemia adelantó una serie de cambios que, tal vez, hubieran ocurrido a lo largo de una década. Según Kenneth Rogoff, eventos como el actual se dan cada cien años, un desastre natural únicamente comparable con la Gripe Española de 1918.
El economista K Rogoff compara la situación actual con un escenario similar al de una guerra, al menos en sus consecuencias económicas. Según él no podría trazarse un paralelismo exacto con la crisis financiera del 2008. Tal vez lo más parecido sea el Crack de 1929, aunque hay muchas diferencias debido al origen natural del Covid-19. En estas circunstancias, si Asia ha logrado gestionar mejor la pandemia que Occidente y sale fortalecida de esta turbulencia,y mejor posicionada económicamente, el resultado es inminente.
La pandemia actual no llegó para cambiar nada, más bien ha profundizado una serie de transiciones que ya se venían vislumbrando de antemano. El centro de gravedad económico ciertamente va a cambiar: se habla de un resurgir de Asia, pero no significa que el único actor principal de este juego sea China. En la región hay una importante e interesante competencia: por un lado están China, India, Japón y Corea del Sur, pero también hay otras que tienen una gran perspectiva a futuro como Singapur, Tailandia o Indonesia.
Podría decirse con certeza que Asia ya es una potencia mundial importante, representando el 60% de la población mundial y alrededor del 40% del PIB mundial en términos de paridad de poder adquisitivo. Se espera que siga creciendo fuertemente en las próximas décadas: para 2040 la región representará más de la mitad del PIB mundial y el 40% del consumo mundial, según el pronóstico de McKinsey & Company.
Un claro ejemplo de este dinamismo económico es el acuerdo RCEP, al que la BBC denomina como el mayor del mundo a nivel comercial (prescindiendo de Estados Unidos, un detalle no menor). En noviembre del 2020, aprovechando el vacío de poder en la región dejado en aquel momento por las políticas de Donald Trump, se concretó un acuerdo a veinte años y que involucra a quince países del sudeste asiático y Oceanía, como Australia y Nueva Zelanda.
El tablero financiero global también se va inclinando de Occidente a Oriente. Entre los primeros diez centros financieros del mundo, seis son del sudeste asiático y la tercera ciudad de negocios, luego de New York y Londres, es Shanghái.
Sin embargo, no todas son buenas noticias. El desarrollo también conlleva desafíos a nivel regional y global. El analista Lee Jong-wha plantea la compleja situación que deberán afrontar:
- Por un lado, desafíos internos como el envejecimiento de la población de algunos países como la misma China, Japón o Corea del Sur.
- También la desigualdad de ingreso y riqueza que puede socavar la cohesión social y estabilidad política.
- La falta de unidad no es un detalle menor: China es una superpotencia, pero su modelo autoritario contrasta con las democracias de la región. Japón e India son asimismo potencias y líderes a nivel mundial.
- La competencia estratégica chino-estadounidense y la necesidad de una convivencia pacífica con el país norteamericano, procurando mantener vigente el libre comercio y prevenir el proteccionismo.
Si bien Asia sigue dependiendo para sus exportaciones de la Unión Europea y Estados Unidos, esto podría cambiar frente al problema del Covid-19 que ha interrumpido las cadenas de suministro globales. Hoy las empresas prefieren localizar o regionalizar sus redes de producción. Una Asia cada vez más prominente tendrá que asumir mayores responsabilidades y obligaciones. Los gobiernos de la región deberán participar activamente en la solución de los desafíos regionales y mundiales, y cooperar constructivamente con otras regiones. Parece que estamos frente a un momento dinámico a nivel mundial en donde se están dirimiendo múltiples posibilidades de cara a las próximas décadas. Luego de un gran evento catastrófico en la historia, ya sea por conflictos bélicos o naturales, el episodio posterior no fue el mismo. El mundo luego de 1945 dio paso a otro ordenamiento en el mapa político global. La Peste Negra del siglo XIV marcó un punto de inflexión en Europa del que no se volvió atrás. Pero entre tanta incertidumbre coyuntural, tal vez la única certeza sea el cambio inevitable en el eje económico, las finanzas y el comercio mundial, trasladándose de Occidente a Oriente.
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