En el día de ayer se desarrollaron las cuartas rondas de negociaciones entre la República Islámica de Irán con el P5+1 (Alemania, Francia, Rusia, China, Reino Unido), que funcionan como mediadores e intermediarios del nuevo gobierno de Biden en Viena con la esperanza de revivir el Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA por sus siglas en inglés). Esto parece una tarea muy compleja, principalmente por las diferentes posturas de los principales protagonistas del Pacto y los distintos factores que deterioran y afectan el acercamiento entre Teherán y Washington.
Hay una realidad, y es que por más que en campaña Biden manifestó su intención de reincorporarse al Acuerdo Nuclear del que su antecesor Donald Trump se retiró unilateralmente, en la práctica política Biden no acercó posiciones con Irán y se mostró cerrado en su concepción de renegociar los términos del acuerdo. Por su parte, desde Teherán se pide la liberación de las sanciones y el bloqueo impuesto por Norteamérica para poder sentarse en la mesa de las negociaciones.
Igualmente, la reanudación de las conversaciones implica que Irán detenga todos los avances en términos de capacidades nucleares que desarrolló en los últimos años, en respuesta a la actitud de Estados Unidos. Lo que implicaría recortar la cantidad de centrifugadoras dispuestas para el enriquecimiento de uranio y detener los desarrollos en términos de investigación y desarrollo en el campo nuclear que se deducen como una intención tácita del gobierno en investigar el uso dual de la misma.
Uno de los condicionantes para que la diplomacia entre Estados Unidos e Irán falle es lo que refiere a la política doméstica de ambos países. Con respecto a la situación interna estadounidense, hay un gran sector de congresistas y diplomáticos alentados por la política de “máxima presión” que se oponen a la apertura de negociaciones con Irán. El argumento central radica en que un levantamiento de las sanciones podría fortalecer el control interno del régimen y liberar fondos para continuar apoyando a los representantes regionales de Irán en Irak, Siria, Líbano y Yemen. Según esta lectura, la negociación y la diplomacia harán poco para modificar los diseños iraníes y, en cambio, podrían incluso conducir a una “espiral de crisis” que plantea la posibilidad de otra guerra en el Medio Oriente.
Irán, por su parte, cuenta con un proceso contrarreloj en el cual las cuestiones domésticas moldean directamente su política exterior. Se toma noción de los próximos comicios electorales en junio de este año que decidirán quién es el sucesor del actual presidente del ala moderadora y, a raíz de las elecciones parlamentarias de febrero, se espera que el próximo en dirigir la vida política decante por el sector conservador de la política iraní. Este giro al bloque conservador implicaría encrudecer las relaciones exteriores lo que supondría dilapidar cualquier esperanza de mantener a flote el Acuerdo Nuclear.
Dentro del seno de la opinión pública iraní se ha demonizado a los Estados Unidos en cuanto se lo mantiene como el principal responsable de la deficiente economía nacional. Igualmente, la prensa nacional también ha catalogado a la presente administración incapaz de mantener sus planes de gobierno. A esta cuestión se le agrega las intenciones del Líder Supremo, el Ayatolá Alí Jamenei, que ha retirado su apoyo al actual gobierno. Todo parece conducir a un giro en la política local que empeoraría las relaciones con el exterior.
Otra cuestión que toma relevancia son las intenciones e influencias regionales en Medio Oriente. En 2015, las principales potencias de la región no fueron consultadas ni incluidas en la celebración del Acuerdo. En esta línea, Arabia Saudita, Israel y Emiratos Árabes Unidos reclaman que se incluya la cuestión regional en el acuerdo nuclear. También es importante destacar que los negociadores estadounidenses quieren incluir la proyección regional del régimen persa, en cuanto funciona para promover a grupos armados y proyecta su influencia en los conflictos de Irak, Siria, Líbano y Yemen.
En resumen, las administraciones de Biden y Rohani tienen amplios desafíos en lo que compete al Acuerdo Nuclear y la posible rehabilitación del mismo, lo que presupone que, a pesar de las intenciones, ambos presidentes deben sortear un laberinto de influencias internas y externas para poder mantener a flote el pacto de entendimiento entre los Estados y evitar los errores de cálculo que devengan en un enfrentamiento..Esto significaría una proliferación nuclear horizontal y aún más inestabilidad no solo para Medio Oriente, sino para todo el Sistema Internacional en su conjunto. En ese sentido, se deberían preponderar las vías diplomáticas para mitigar las amenazas que presupone vivir sin un Acuerdo Nuclear entre Irán y los Estados Unidos.
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