El presidente de los Estados Unidos Joe Biden recibió en la Casa Blanca a su par surcoreano, Moon Jae-in, este viernes. El encuentro entre ambos mandatarios era muy esperado, no sólo debido al eterno dilema con el régimen de Corea del Norte, sino también respecto a la estrategia con China.
Sin embargo, la opinión pública de Corea del Sur parece tener una posición más contundente: el 75% tiene una imagen algo o muy desfavorable de China, según una reciente encuesta de Pew Research.
Especial rechazo ha generado en sus vecinos el expansionismo de Beijing, no sólo desde la reivindicación territorial como lo es el caso del Mar de China Meridional o Taiwán sino también la creciente dependencia asimétrica de Corea del Sur, Japón, Vietnam, Filipinas, entre otros, respecto a China.
La administración Biden ha profundizado nuevamente la relación con sus tradicionales aliados en un intento de contener a China. En este sentido, ha encontrado en Japón más que en Surcorea un jugador clave. Las razones para esto pueden hallarse en la coyuntura, pero también en la estructura:
La administración de Jae-in ha intentado balancear, manteniendo su relación cercana con Washington pero avanzando en la cooperación con Pekín, y evitando criticar las acciones del gobierno chino, en contraposición lo que hicieron Japón y EEUU al referirse al conflicto en Taiwán por primera vez en conjunto desde 1969.
La razón, según Haruko Satoh, de la Escuela de Políticas Públicas Internacionales de Osaka, es que Corea del Sur es una potencia más pequeña que Japón y por lo tanto depende fuertemente del inmenso mercado chino. Ese es el motivo por el cual Japón ha podido realizar una estrategia de balance entre Estados Unidos y China pero Surcorea es un jugador más vulnerable debido al menor tamaño de su población y economía.
Además Japón posee una menor proporción de su comercio exterior dependiente de China, y una mayor dependencia de los Estados Unidos, lo que facilita la estrategia mencionada. Corea del Sur presenta la situación inversa.
El mandatario surcoreano llega con otras prioridades a Washington: obtener compromisos de la administración Biden de que priorizará nuevamente la cuestión nuclear de Norcorea. De hecho, Biden aún no ha nombrado al enviado especial de Estados Unidos para negociar la cuestión.
Al abandonar la línea dura contra Corea del Norte, Jae-in proponía erigirse como el pacificador de la península, buscando un acuerdo definitivo para desnuclearizar la zona y eventualmente soñar con una reunificación de Corea. Sin embargo, aún no lo ha conseguido, lo que debilita su legado a un año de finalizar su mandato.
Jae-in asimismo busca firmar acuerdos para promover la producción de vacunas con laboratorios norteamericanos. Su popularidad se erosionó debido a una inoculación más lenta que en otras economías avanzadas, y el mandatario busca revertir esta tendencia.
En el encuentro, celebrado este viernes en Washington, se ha tratado la estrategia de la administración Biden de ejercer un “punto medio” en la cuestión Norcorea: entre el fallido intento de Trump de lograr un acuerdo histórico para la desnuclearización y la paciencia estratégica de Obama que también fracasó.
En este sentido, el hecho de que Jae-in sea el segundo líder extranjero que Biden reciba presencialmente y que el primero haya sido el Premier de Japón refuerzan el giro hacia el Pacífico y la profundización del intento de Washington por contener a China con sus tradicionales aliados.
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