El proceso electoral para elegir al próximo presidente de la Nación por los siguientes siete años comenzó hoy en Siria, con el repudio de la comunidad internacional y mediante elecciones no reconocidas por la oposición establecida en el exterior. Los candidatos son tres, aunque Al-Assad se posiciona como el único con posibilidad de una reelección por la débil oposición rival, fruto del sistema de filtros que se establece en la constitución. Asimismo, no se podrá votar en todas las zonas del país
Los colegios electorales abrieron sus puertas hoy a los ciudadanos sirios. Hay más de 12.000 urnas, muchas de las cuales se encuentran principalmente en Damasco, la capital del país. El jefe de la Alta Comisión Judicial de Elecciones en Siria, Samer Zamrik, anuncio el fin de semana en el marco de un encuentro con la prensa que, con el fin de facilitar el acceso a los colegios, se tomó en cuenta la distribución demográfica de la población. A los resultados obtenidos se le sumarán aquellos recabados por el proceso electoral llevado a cabo en el exterior para los ciudadanos que no viven en suelo sirio, que se celebró el pasado 20 de mayo en diversos países.
A nivel nacional, los comicios se desplegarán únicamente en aquellas zonas que se encuenten controladas por el gobierno, por lo que no se podrán celebrar en amplios territorios. El noroeste del país no va a poder votar, principalmente la provincia de Iblid, que se encuentra bajo el control de un bastión de grupos yihadistas y rebeldes, dominado por Hayat Tahir al Sham (HTS), ex rama siria de Al Qaeda. Por su parte, las autoridades Kurdas se negaron a permitir las elecciones en su zona de control, al noreste. Tampoco están habilitados a votar aquellos ciudadanos que vivan en regiones fronterizas controladas por tropas de Turquía y milicias delegadas.
El panorama electoral no parece ser muy distinto al de la última elección en 2014, cuando el actual presidente obtuvo su reelección con más del 92 por ciento de los votos, como consecuencia de la falta de rivales. Hoy los rivales de Assad son dos, Abdulá Salum Abdulá, del Partido Socialista Unionista (SUP) y ex-viceministro del gabinete, y Mahmud Ahmad Marai, de la Unión Democrática Árabe Socialista (DASU), un pequeño partido de oposición oficialmente sancionado, aunque ninguno cuenta con un peso suficiente.
Estos tres candidatos fueron los únicos de los 51 postulados que cumplieron con los requisitos que postula la constitución y las leyes sirias en el marco de filtros y obstáculos que establece el país.
Por un lado, solo se pueden candidatear aquellos que hayan vivido en el país durante los últimos diez años, década atravesada por una guerra internacionalizada, lo que elimina de la competencia a los opositores exiliados por la represión y el conflicto.
Y por el otro, los candidatos también deben contar con la firma de 35 diputados. Este apoyo en el Parlamento es imposible para aquellos que no simpaticen con el Legislativo controlado por el partido político Baaz, del que forma parte Al-Assad y que gobierna el país desde 1973.
Cambios en el terreno
A pesar de que electoramente no hay mayores diferencias con las ultimas elecciones celebradas (directas y multipartidistas), el terreno que deben enfrentar los opositores a Assad es desfavorecedor.
Con un país sumido en una fuerte crisis económica, fruto en gran medida de la prolongada guerra, que se cristaliza en la caída de la libra siria en el 2020 y una importante inflación, el actual presidente es el único candidato que se consolida como capaz de liderar el país. Bajo el lema “Esperanza a través del trabajo” de su campaña, promete trabajar en pos de la recuperación económica e implementar distintos proyectos para la reconstrucción.
Además, la intervención que existe en el país desde el 2015 por parte de Rusia, ha eliminado la posibilidad de derrotar y hacer caer al gobierno por las armas, por lo que los principales oponentes han sido eliminados. Los rebeldes están aislados en el norte del país y no parece surgir una oposición firme en otras zonas. Assad se sostiene en los apoyos de Rusia e Irán, sus principales aliados, para mantenerse en el poder.
Cabe destacar que durante este proceso electoral no se permiten “observadores internacionales”, es decir que no está autorizada la supervisión externa de la ONU, a la vez que están conducidas por una nueva constitución. De esta forma, no se cumplen los criterios establecidos en la Resolución 2254 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (RCSNU 2254). En ésta, adoptada en 2015, se establece la necesidad de redactar una nueva constitución y celebrar elecciones libres y justas bajo la supervisión de la ONU, en las que participen todos los sirios.
Repudio Internacional
Frente a esta situación, la comunidad internacional ha repudiado estas elecciones.
La Coalición Nacional para las Fuerzas de la Oposición y la Revolución Siria (CNFORS), una organización que reúne a las fuerzas opositoras en el extranjero, se ha pronunciado mediante su portavoz, Nasr al Hariri, quien sostuvo que la elección “es un golpe contra el proceso político y el camino internacional fundamentado en las resoluciones internacionales, especialmente la 2218 del Consejo de Seguridad (de Naciones Unidas) en 2013 y la 2254 en 20145”.
En este mismo sentido también se manifestó la Organización de Naciones Unidas. Geir Pedersen, el enviado especial de la ONU para Siria, sostuvo que “las elecciones fueron convocadas bajo los auspicios de la actual Constitución y no son parte del proceso político establecido por la resolución 2254”.
Por último, en el día de ayer, antes del comienzo de la contienda electoral, autoridades representativas de Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania e Italia sostuvieron, mediante una declaración conjunta, su repudio a estas elecciones. Sostuvieron que éstas “no serán libres ni Justas”. De esta forma, instan a las demás naciones de la comunidad internacional a rechazar esta contienda por no cumplir con las regulaciones establecidas en la resolución 2254 estipulada por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
En este contexto convulso de un país sumergido en la pobreza y la corrupción, agravado por la pandemia de COVID-19, que beneficia la continuación de Al Assad en el poder con el apoyo de Irán y Rusia, el horizonte que se vislumbra no es favorecedor para la débil oposición ni para la culminación de la guerra y el restablecimiento del cumplimiento de los derechos humanos en el país.
En tanto no se le permita a la ONU supervisar las elecciones, resulta muy difícil una apertura política, la reconstrucción de legitimidad y el establecimiento de la libre competencia electoral en una Siria que se encuentra gobernada por la familia Al- Assad hace 50 años. De esta forma, el actual presidente, mediante elecciones repudiadas internacionalmente, busca perpetuarse en el Ejecutivo.
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