En la entrevista de hoy del Ciclo “Consensos en la Política Exterior” presentamos a Federico Merke. Él es Doctor en Ciencias Sociales por Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), realizó sus estudios de Maestría en Estudios Internacionales en la Universidad de Warwick (Reino Unido) y su carrera de grado en Relaciones Internacionales en la Universidad del Salvador. Fue Becario Chevening del British Council y del Ibero-Amerikanisches Institut (Berlín) y hasta el 2009 fue Coordinador Académico del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Actualmente se desempeña como investigador en CONICET y es docente y director de las carreras de Ciencia Política y Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad de San Andrés.
El entrevistado entiende que el gobierno nacional no presenta una mirada única y clara sobre la política exterior a impulsar en nuestro país. A su vez, la pandemia, lejos de mejorar la situación, dificulta aún más nuestra proyección a nivel internacional. No obstante, considera que una vez superado este contexto, nuestro país tiene una gran oportunidad a explotar en lo que se considera la “transición energética”, teniendo en cuenta nuestro capital natural y humano.
A nivel internacional, Merke explica que Argentina debe actuar con compromiso y mesura en su relación con EE.UU. y China, identificando temas de cooperación por separado y evitar los conflictos en medio de las tensiones entre estos dos países.
Respecto a la región, opina que Argentina no tiene actualmente un programa de cooperación regional y que la relación para con nuestros vecinos está en un punto muerto. Además, considera que el multilateralismo es cada vez más limitado, aunque en el caso de nuestro país, sumamente necesario para poder acercarse a otros países. Entre los temas a destacar a nivel multilateral, subraya que nuestro país tiene recursos para impulsar una agenda ambiental.
A continuación, la entrevista completa:
Escenario Mundial – En su consideración, ¿cómo mira actualmente la Argentina al mundo? ¿Cuáles son los principales ejes que están moldeando la Política Exterior del Estado?
Federico Merke – Asumiendo que por “Argentina” se refieren al actual gobierno, mi sensación es que el gobierno no tiene un diagnóstico compartido de cuál es el mundo en el que vivimos y por lo tanto tampoco tiene una estrategia consistente acerca de qué necesitamos del mundo y qué podemos ofrecer a cambio. La política exterior está condicionada por el carácter de la coalición. Me refiero a que existen distintas miradas dentro del gobierno acerca, por ejemplo, qué hacer con el Mercosur, Venezuela, China, Estados Unidos o el FMI. Contra este trasfondo, hoy el tema de la negociación de la deuda y el tema de la adquisición de vacunas parecen ser ejes clave de la inserción internacional. Luego puede venir la cuestión comercial y climática.
mi sensación es que el gobierno no tiene un diagnóstico compartido de cuál es el mundo en el que vivimos y por lo tanto tampoco tiene una estrategia consistente acerca de qué necesitamos del mundo y qué podemos ofrecer a cambio
EM – ¿Cómo afecta al posicionamiento argentino con y para el mundo la pandemia y la crisis generalizada por el Coronavirus? ¿Qué escenarios a futuro se deberían preponderar?
FM – La pandemia afectó muy negativamente a la Argentina y eso incluye su posicionamiento en el mundo. Tanto la crisis económica como la crisis sanitaria disminuyen mucho la atención y las capacidades que se puedan colocar en la política exterior. Ninguna de las dos crisis aceleraron la negociación con el FMI, que era nuestra urgencia número uno en materia internacional. Tampoco generaron discusión acerca de cuál debía ser el papel de la Argentina en esta crisis de salud mundial. En el G20 seguimos participando y creo que la Argentina ha estado junto a las causas correctas vinculadas con la deuda, la salud y los impuestos corporativos globales. Pero nos faltan socios para empujar una agenda.
Hacia adelante, sin embargo, soy un poco más optimista. Cuando esta pandemia ceda, el próximo gran desafío de la sociedad internacional será la transición energética. En realidad, la pandemia aceleró mucho esta discusión. En tan solo unos pocos años, han cambiado los incentivos del sector privado y de los gobiernos y se han alineado, aunque parcialmente, para avanzar hacia un mundo con tecnologías más limpias. Creo que ahí la Argentina tiene mucho para ofrecer. Su nivel de radiación solar en el norte del país es de los más altos del mundo. Lo mismo sus vientos del sur, onshore y offshore. A eso hay que sumar el potencial del litio y del hidrógeno. Y agregar la energía nuclear.
Cuando esta pandemia ceda, el próximo gran desafío de la sociedad internacional será la transición energética. En realidad, la pandemia aceleró mucho esta discusión. En tan solo unos pocos años, han cambiado los incentivos del sector privado y de los gobiernos y se han alineado, aunque parcialmente, para avanzar hacia un mundo con tecnologías más limpias. Creo que ahí la Argentina tiene mucho para ofrecer.
La Argentina tiene capital natural y humano para avanzar en estos cinco campos. Necesita capital financiero y transferencia de tecnología. Y necesita avanzar en las redes (físicas y diplomáticas) y las reglas (escritas) que puedan traducir recursos en riquezas. Me parece clave repensar la inserción internacional de la Argentina a partir de su lugar rol en la transición energética. Bien llevado, no solo es un instrumento que puede generar divisas y empleo sino que puede ser nuestra narrativa sobre el futuro que tanto necesitamos, de la una Argentina federal que es una potencia intermedia renovable.
EM – En este contexto de bipolaridad emergente entre Estados Unidos y China, ¿qué actitud debería tomar la diplomacia argentina frente a este aparente cambio en el Sistema Internacional?
FM – La Argentina no tiene mucho margen para alterar la dinámica de conflicto emergente entre EEUU y China. Su mejor apuesta consiste en identificar temas de cooperación con cada país por separado y evitar a toda costa internalizar un sentimiento de Guerra Fría entre ambos. No deberíamos tener que elegir entre un país y otro. Y no creo que tengamos que llegar a esa circunstancia. Es un escenario para académicos, pero en el mundo real los líderes tienen que lidiar con ambos y lo seguirán haciendo por un largo tiempo. En ese contexto, la Argentina tiene que buscar los socios adecuados para los temas que necesita impulsar. Es un contexto que exige pragmatismo y mesura.
Su mejor apuesta consiste en identificar temas de cooperación con cada país por separado y evitar a toda costa internalizar un sentimiento de Guerra Fría entre ambos.
EM – Y con respecto a los países de la región sudamericana, ¿qué evaluación se podría hacer de la relación entre Argentina y la región, y qué ejes prioritarios, a su criterio, debería sostener nuestro país con estos países?
FM – La relación con la región está en un punto muerto. La mejor apuesta de la Argentina en este momento parece ser esperar a que en Ecuador y Perú ganen propuestas progresistas, que Lula derrote a Bolsonaro y que en Chile pierda la derecha. No creo que esto resuelva mucho, aunque podría mejorar el clima regional y hacerlo más cercano a las preferencias del Frente de Todos. Dicho esto, hoy la Argentina no tiene un programa de cooperación regional. El Mercosur está estancado, la UNASUR casi extinta, la crisis venezolana divide aguas y la ausencia de Brasil nos quita un interlocutor con el que solíamos construir agenda regional. Adoptando un lenguaje farmacológico, diría que abundan los supresores y escasean los inductores de la cooperación. Me parece que en parte esto tiene que ver con que la agenda tradicional de cooperación (en comercio, democracia y seguridad interestatal) está hoy muy estancada y nos falta pensar más allá del repertorio diplomático clásico. Hoy hay otras urgencias, como la cooperación en salud, en seguridad humana, en cambio climático, en migraciones, en transición energética, en justicia impositiva, en nuevas tecnologías de la comunicación, etc. Son temas que están huérfanos de organismos o regímenes regionales y entonces lo que hacemos es básicamente un “download” de reglas y compromisos multilaterales a nivel global. Esto no está nada mal, aclaro, al contrario, nos da un lenguaje para hacer algo. Pero la región avanza cuando traduce normas y reglas globales a realidades y compromisos regionales.
EM – Saliendo de los ejes tradicionales de Política Exterior Argentina (Brasil, EE.UU., China o la UE), ¿en qué otros espacios geográficos existen oportunidades para nuestro país?
FM – Si tuviera recursos para fortalecer la presencia en solamente una región apostaría por Asia, en particular el Sudeste Asiático. Vietnam es un caso testigo de lo que podemos alcanzar. Creo que la Argentina tiene potencial para tener varios Vietnams más. La región del Sudeste Asiático va a salir más rápido de la pandemia y volverá a crecer más rápido que otras regiones, además de una tendencia demográfica en ascenso.
EM – Yendo al ámbito de la participación internacional en foros y organismos internacionales, ¿qué desafíos y oportunidades se pueden marcar del rol de la Argentina en estos espacios multilaterales?
FM – El espacio para el multilateralismo se ha reducido. El conflicto entre EEUU y China ha trabado el diálogo multilateral. Esto se ve en la OMS y en la OMC por ejemplo. La pandemia ha provocado que las reuniones multilaterales dejen de ser presenciales y pasen a ser virtuales, quitándole uno de los valores agregados de estos encuentros: el pasillo, los encuentros fuera de la sala, etc. Países con pocos recursos como la Argentina encuentran en el multilateralismo una escala más adecuada porque en una sola reunión podés conversar con todos los países con los que te interesa.
En este contexto, la Argentina debería concentrarse en los foros en donde más puede hacer llegar su voz y acceder a socios. Pienso en el G20 y la OEA, por ejemplo. El Presidente Biden invitó a la Argentina a una reunión de preparación para la cumbre de Glasgow de noviembre próximo de la Conferencia del Clima de la ONU. Invitó a 40 líderes y uno es la Argentina. Creo que la Argentina tiene recursos y propósitos en línea con una agenda ambiental. Tenemos mucho sol en el norte, mucho viento en el sur. Tenemos el litio compartido con Chile y Bolivia. Tenemos, también, una nueva legislación vinculada con la generación de energía. Y tenemos un compromiso con la mitigación de emisión de carbono y con una agenda de transición energética.
O sea, tenemos hardware y software para sentarnos a conversar con EEUU y otros países centrales comprometidos con la agenda de cambio climático. Y no es solo una cuestión de compromisos sino también de crecimiento y desarrollo. La Argentina debería ofrecer un programa de inversiones en 3 o 4 áreas energéticas a inversores locales y extranjeros.
EM – Considerando que la academia es un asesor natural de la gestión, ¿qué propuestas se le podrían hacer a la misma en el marco de continuar, modificar o agregar alguna medida con respecto a la Política Exterior del país?
FM – Más allá de lo que dije arriba, mi sensación es que uno de los problemas de la política exterior argentina es que no tenemos suficientes recursos invertidos en la formación de administradores públicos. Necesitamos más inteligencia, más analistas identificando desafíos, más internacionalistas expertos trabajando en distintos ministerios. Para saber qué hacer, necesitamos primero saber qué pasa. El Congreso no tiene recursos invertidos en analistas internacionales. La AFI, que debería servir en parte para eso, es más parte de la rosca política que de la inteligencia estratégica. Salvo algunas provincias, como Santa Fé, Córdoba o Mendoza, el resto carece de agencias internacionales sólidas para pensar y ejecutar programas de vínculos internacionales, hacer inteligencia de mercado o promover inversiones. Me parece que también es clave articular mejor la conversación entre el sector público y el aparato productivo. Todo esto termina en algo muy concreto y es que tenemos un estado que se conoce poco a sí mismo y por lo tanto le cuesta establecer dónde están sus intereses.
mi sensación es que uno de los problemas de la política exterior argentina es que no tenemos suficientes recursos invertidos en la formación de administradores públicos. Necesitamos más inteligencia, más analistas identificando desafíos, más internacionalistas expertos trabajando en distintos ministerios. Para saber qué hacer, necesitamos primero saber qué pasa.
El mundo ha iniciado una nueva ERA histórica y como siempre a pasado, los contemporáneos, apremiados por el hoy aun los políticos y los economistas, no advierten este cambio sustancial, solo lo ven los visionarios, se dijo que , ESTE era el FIN de la historia , cuando callo la Cortina de Hierro, Fukuyama en 1992 , luego vino y aun se mantiene que el MUNDO esta GLOBALIZADO a partir de la celebre frase de Madeline Albraight, cuando era embajadora en NU en 1993 que se expreso con el famoso ESTAMOS GLOBALISADOS , pero se refería a los EEUU y no aldea la de Sudan, Mas acá en nuestra historia actual dicen que estamos entrando en la ERA DEL CONOCIMIENTO y por ello seremos un NUEVO MUNDO RACIONAL , habría que preguntárselo a Israelíes, pueblo culto si lo hay y a los palestinos pueblo religioso de fe y profundas convicciones. Últimamente la Pandemia a desatado todo tipo de futuros como consecuencia de la Pandemia, Después de la Influenza 2009, Sida 1980, Gripe Asiática y de Hong Kong 1957 y 1958 , pero el mundo NO cambio su devenir y Entonces QUE,
Open Mine y mucha VOLUNTAD de cuidar y mantener los VALORES que nos hicieron llegar hasta aquí Dr. A. Valiente.