En esta última entrega del Ciclo “Consensos en la Política Exterior”, tuvimos el agrado de entrevistar al politólogo Juan Pablo Laporte. Él es Licenciado en Ciencia Política con Diploma de Honor y Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires (UBA), siendo profesor regular de la misma casa de estudios. Se desempeña como Director del Grupo de Investigación de Política Exterior Argentina (GIPEA) y director de la Revista de Investigación en Política Exterior Argentina (RIPEA) de la Universidad de Buenos Aires, donde también es Director de la Escuela de Métodos en Relaciones Internacionales de la Carrera de Ciencia Política. Además, es Director de Asuntos Internacionales y Coordinador Académico del Simposio Anual en Política Exterior Argentina de la Sociedad Argentina de Análisis Político (SAAP). Es Miembro Consultor del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI) e Investigador del Grupo de Estudios de Política Exterior, Geopolítica y Defensa del Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC) de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Es también Miembro de la Asociación Internacional de Ciencia Política (IPSA) y Evaluador de la Revista POSDATA y SAAP. Por último, también desempeña funciones como Profesor Regular de la Universidad Nacional Raúl Scalabrini Ortiz.
El entrevistado reconoce que Argentina actualmente se posiciona respecto de su política exterior bajo un multilateralismo realista y activo, identificando relaciones con cuatro actores importantes: América Latina, Estados Unidos, Europa y China. Bajo esta aproximación, Laporte entiende que la crisis por COVID-19 puede ser una oportunidad para construir poder bajo un esquema de desarrollo inclusivo.
Por otra parte, y vinculado a la disputa de poder entre el gigante asiático y Estados Unidos, el entrevistado reconoce que Argentina debería analizar al sistema internacional en general y los cambios en la estructura de poder que se dan en él, no a los actores unitarios por sí mismos.
Respecto a los nuevos espacios de oportunidades para la Argentina, se hace referencia directa a la región de Asia Pacífico. Sin embargo, insiste en que nuestro país debería aprovechar todas las instancias de participación internacional posibles porque todas ellas son oportunidades en el marco de una hegemonía interdependiente.
A continuación, la entrevista completa:
Escenario Mundial – En tu consideración, ¿cómo mira actualmente la Argentina al mundo? ¿Cuáles son los principales ejes que están moldeando la política exterior del Estado?
Juan Pablo Laporte – Considero que está construyendo a través de un multilateralismo realista, en términos de cómo se está configurando el nuevo orden mundial. Básicamente, con eje en cuatro actores centralizados: América Latina, quizá con una alianza más específica con México por una cuestión de afinidades ideológicas y políticas y fuerte impronta en el MERCOSUR (pese a las diferencias políticas de los actores), Estados Unidos, que tiene una diplomacia en temas quizás no tan tradicionales sino enfocados en medioambiente, temas de seguridad hemisférica o geopolítica de las vacunas, Europa, donde la visita tradicional clásica del Presidente mostró una búsqueda de seguir perteneciendo a ese mundo occidental, y China, como actor emergente del sistema internacional con su propuesta de la Nueva Ruta de la Seda.
Es una política exterior amplia -quizá por una cuestión de la coalición interna- con un componente más desde el Sur Global que tiene una mirada puesta en las asimetrías. Pero si uno la analiza objetivamente, como observador neutral verá que es una política exterior de múltiples actores, un multilateralismo activo donde se está buscando encontrar valor agregado en diferentes espacios geográficos y en diferentes temas. Creo que esta política es correcta, en el sentido de cómo está constituyéndose el mundo en función de una transición del Atlántico Norte al Asia Pacífico. Tenemos que hacer esto en equilibrio, sin abandonar los actores tradicionales, porque son los que tienen un peso en la política internacional, pero analizando cómo estos jugarán en el nuevo “balanceo” de este mundo.
Quizá, referido a esto último, podemos hablar de establecer una equidistancia estructural entre el mundo del Atlántico Norte y el Asia Pacífico. No generar un alineamiento automático con ninguna de las dos potencias, sino buscar alineamientos temáticos no incompatibles, es decir, tomar un posicionamiento muy concreto con uno o con otro cuando no sea incompatible en la equidistancia estructural y cuando tenga una justificación de por qué hay que generar una relación más profunda por ese tema en particular. Esta transición del mundo del Atlántico Norte al Pacífico Sur no es por colapso o derrumbe, sino una transición por transformación sistémica.
podemos hablar de establecer una equidistancia estructural entre el mundo del Atlántico Norte y el Asia Pacífico. No generar un alineamiento automático con ninguna de las dos potencias, sino buscar alineamientos temáticos no incompatibles
Juan Pablo Laporte
EM – ¿Cómo afectó la pandemia y la crisis del Covid-19 al posicionamiento argentino con y para el mundo? ¿Hubo algún cambio repentino, más allá del cambio de gestión? ¿Qué escenarios se deben preponderar?
JPL – La pandemia mostró muchas cosas que estaban invisibilizadas. Se puso sobre la mesa del tablero internacional cuestiones naturalizadas que estaban desde una visión neorrealista como abstracciones sin discusión, y obligó a los académicos y a los políticos a repensar el mundo con nuevas preguntas, más que continuar respondiendo a las viejas preguntas. La clave de esto es que hay una agenda con otras prioridades, en la cual es necesario poner en el tope de la agenda de investigación ciertas cuestiones (como el tema ambiental, el cual se ve en Biden una “diplomacia medioambiental”). Es necesario un realismo multilateralista o un multilateralismo periférico: jugar en el gran tablero mundial buscando valor agregado en cada circuito que nos permita construir poder. También lo denominé “realismo para el desarrollo”: si uno analiza la historia de las potencias y de aquellos países que han construido un desarrollo económico con estabilidad y con inclusión, lo han hecho construyendo poder. Más allá de nuestra perspectiva sudamericana y del Sur Global, esta posición tiene que plantear claramente un modelo de desarrollo que construya poder en cuatro dimensiones: en lo económico, en lo político, en lo militar -en términos de seguridad y política de defensa- y en lo científico tecnológico.
Si uno analiza la historia de las potencias y de aquellos países que han construido un desarrollo económico con estabilidad y con inclusión, lo han hecho construyendo poder
Juan Pablo Laporte
En esto también lo que nos mostró la pandemia es la necesidad de replantear la política exterior en términos de una política pública de estado. Tenemos que definir el interés nacional y quitarle el sustento de “significante vacío” (que se llena de contenido en función de intereses transitorios de las elites gobernantes) y darle un contenido de desarrollo inclusivo.
El coronavirus nos dio la posibilidad de ver con qué actores contamos, también, en términos de construcción de poder. Porque hubo un replanteo de actores que han apoyado a la Argentina en sus dos problemas que hoy tiene: la cuestión de la deuda y la necesidad de vacunas. Además, el tema del coronavirus está planteando una crisis del basamento del sistema o modelo de producción, de una acumulación infinita, de un excesivo apego al consumo y sobre todo a esta euforia del movimiento, del traslado permanente de las personas (a veces con motivos absolutamente superficiales).
EM – ¿Qué evaluación podrías hacer de la relación entre Argentina y la región? ¿Cuáles son los ejes prioritarios que debería sostener Argentina para con estos países?
JPL – No hay desarrollo inclusivo sin una inserción latinoamericana y del sur global, con fuerte eje en el MERCOSUR. Sin embargo, eso no implica que haya que mantener la concepción de la integración regional con los mismos parámetros. Tenemos que reconstruir la agenda estratégica-regional, ver cuáles son verdaderamente los temas de mutua compatibilidad y complementariedad, y ver aquellos temas que no tienen ningún sentido mantenerlos en el ámbito de la integración, que quizás se pueden dejar más librados a la autonomía de los países integrantes (porque liberarlos implica el desarrollo interno de los países, lo que haría crecer a la región; sujetarlos a la misma haría generaría retroceso). Debemos unirnos con aquello que nos potencia colectivamente, y liberarnos en aquellos que nos potencian individualmente, pero que, en el final, nos hacen crecer como conjunto. Esto hay que analizarlo también con más cuidado, con una visión crítica, con datos reflexivos, y en base a ello ver qué modelos y teorías construimos para el desarrollo.
Debemos unirnos con aquello que nos potencia colectivamente, y liberarnos en aquellos que nos potencian individualmente, pero que, en el final, nos hacen crecer como conjunto.
Juan Pablo Laporte
EM – Saliendo de los ejes tradicionales de la política exterior argentina (la región, Brasil, Estados Unidos, China o la Unión Europea), ¿qué otros espacios geográficos o en dónde existen otras oportunidades para nuestro país que recién están comenzando a ser exploradas o que deberían serlo?
JPL – El Asia Pacífico es el futuro del mundo, por una cuestión de que Occidente lo construyó como así. Si uno analiza la estructura económica de los países asiáticos es una extensión del sistema occidental capitalista: capitales japoneses, americanos y europeos construyeron el capitalismo de estado chino y su propia contra-hegemonía que hoy lo viene a balancear. Es decir, inyectaron un capital geopolíticamente estructurado en la zona del mundo que estaba siendo la que contrabalanceaba el poder, y eso generó una contra-hegemonía en todas las dimensiones: económica, política, militar y científica. El mundo va a trasladarse, y se está trasladando, del Atlántico Norte al Asia Pacífico, por una decisión consciente o inconsciente de Occidente que, en el último tiempo (sobre todo en los ochenta y los noventa con las reformas de China), incorporó capitales multinacionales que le dieron el crecimiento actual a China. Eso hizo que creciera la región en su totalidad. Así también lo habían hecho previamente con Japón, y por eso alcanzó esos niveles de desarrollo.
En el caso de China, que en un sistema político que no es poliarquía occidental clásica, sino que es un partido único, tenemos que abrir un gran debate. No se está analizando mucho cómo esto va a afectar al mundo de dos maneras: si el desarrollo económico chino va a ser acompañado de un desarrollo político orientado a la lógica clásica de la democracia, y si este sistema interno o régimen va a tener algún traslado al sistema normativo internacional, en las instituciones u organismos internacionales. Esto creo que es un desafío: cómo el propio desarrollo de China va a influir en su desarrollo político, y cómo este sistema interno diferente a las democracias occidentales va a influir en el orden internacional.
El mundo va a trasladarse, y se está trasladando, del Atlántico Norte al Asia Pacífico, por una decisión consciente o inconsciente de Occidente
Juan Pablo Laporte
Desde Argentina, esto lo tenemos que ir observando para adelantarnos y, de alguna manera, entender este orden internacional del futuro. Hay que analizarlo no como actores en términos neorrealistas autónomos identitarios y abstractos, es decir, no como Estados Unidos y China como dos “actores separados”, sino en el conjunto sistémico, en cómo está cambiando el sistema internacional en términos de instituciones, ideas, fuerzas sociales. En otras palabras, qué está cambiando en la estructuración del orden global más allá del actor estatal particular, como en este caso lo es China. Nos estamos preocupando mucho por generar un vínculo con el nuevo actor, sin tener en cuenta cómo está cambiando el orden global. Lo que tendríamos que hacer en paralelo es adaptar nuestro modelo de inserción internacional a través de la política exterior a este nuevo orden, obviamente con este nuevo actor en su liderazgo. Se está viendo mucho el personaje y no el contexto estructural.
EM – Yendo un poco más al ámbito de los foros internacionales y los organismos internacionales ¿qué desafíos y qué oportunidades tiene Argentina en estos espacios multilaterales?
JPL – Tenemos que aprovechar todas las instancias de participación internacional que existen, y si no existieran, hay que crearlas. El mundo está lleno de oportunidades en el marco de lo que llamo una “hegemonía interdependiente”: todos los actores son interdependientes, pero hay actores predominantes. Esta hegemonía interdependiente hay que tenerla en cuenta. En ella hay organismos internacionales que son el reflejo de esta. No hay que ser ingenuos y pensar que son instituciones absolutamente neutrales; podemos construir poder para que esas asimetrías de la hegemonía interdependiente se vayan haciendo un poco más simétricas y, como mínimo, generen estándares de desarrollo que impliquen que los países que están en el mismo lugar que la Argentina salgan de la pobreza y se genere empleo, bienestar, entre otros. Si no, la diplomacia se transforma en una especie de actividad sin contenido en su último destinatario, que es la sociedad, el pueblo. Hay que reorientar esta idea de la política internacional sostenida en las fuerzas sociales, en la última razón de ser de todas las ciencias que es el ser humano en sociedad, y no perder de vista esto. Las relaciones internacionales y la política exterior, como ciencia social y humana, tienen como último destinatario el bienestar de su objeto de estudio. Esto no se teoriza mucho.
Tenemos que aprovechar todas las instancias de participación internacional que existen, y si no existieran, hay que crearlas. El mundo está lleno de oportunidades en el marco de lo que llamo una “hegemonía interdependiente”
Juan Pablo Laporte
EM – Considerando que la academia es un asesor natural de la gestión, ¿qué propuestas se le podrían hacer a la gestión en el marco de continuar, modificar o agregar alguna medida con respecto de la política exterior del país?
JPL – Realmente hay que ver si la academia es un asesor natural de la gestión. Creo que tiene que haber un espacio de intersección permanente entre la academia y la política, como lo han hecho todos los países que construyeron un desarrollo sostenido e inclusivo. Eso es necesario fortalecerlo, y evitar sesgos en ambos lados. Deben generarse cada vez más puentes institucionales entre la academia y la política, y no eventuales o coyunturales para legitimar que esto existe.
Deberíamos pensar en generar un espacio estructurado de manera permanente que permita que toda la reflexión que estamos haciendo, y que esta prestigiosa revista y este grupo está haciendo, estén realmente como “intimando” (en el sentido reflexivo y crítico) a la política, y la política esté nutriéndose permanentemente de estos datos reflexivos. Tenemos que generar ámbitos mucho más integrativos y de intersección, además de los que ya existen. Esta pregunta es recurrente y hay muchos ámbitos conocidos por todos, pero quizás no se ha sistematizado esto: que la política se nutra de la academia y la academia de la política de una manera permanente, rigurosa y estructurada, sobre todo institucionalizada, que es lo que le va a dar una continuidad en el tiempo. Creo que ese es otro de los desafíos de la política exterior: institucionalizar el vínculo entre la decisión política y la reflexión académica en materia internacional.
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