Los índices de pobreza en Brasil no han dejado de aumentar, mientras que el Bolsonaro afirma que sus medidas siempre han tratado de “sostener la economía del país”. Otra de las cifras que también preocupa es la corrupción que parece estar “rodeando” al gobierno federal y a los miembros de la familia presidencial.
Además, en contra del punto de vista sanitario, recientemente Bolsonaro ha tomado la decisión de recortar drásticamente el presupuesto gubernamental para la investigación científica, acción que ha sido criticada por el país porque puede paralizar el sector y los medios de vida de las personas que trabajan allí.
El presidente continúa criticando el uso de mascarillas y tapabocas, como también cuestiona la efectividad de las vacunas contra el Covid.19. Por el contrario, comunica el uso de medicamentos no respaldados por la comunidad científica en un país que ocupa el segundo puesto a nivel mundial en muertes por Covid-19.
Como consecuencia de estas medidas contrarias a la prevención y el cuidado de la población, los números sobre la pobreza y el hambre continúan aumentando.
Desde que Bolsonaro asumió su cargo, al menos 20 millones de brasileños han caído bajo la línea de la miseria anteriormente “eliminada” por Lula da Silva. En los últimos seis meses estos números aumentaron, y las escenas de la población en búsqueda de comida son cada vez más frecuentes.
Se estima también que solo en São Paulo el número de brasileños en situación de calle ha pasado de 90.000 a 250.000, y según estudios publicados por Folha de São Paulo, el 55% de la población brasileña ha sufrido algún tipo de “inseguridad alimentaria” el año pasado.
Otros números que alarman, promovidos por Folha, son la cantidad de “aglomeraciones irregulares” que se han establecido, es decir, asentamientos precarios: los asentamientos que no poseen saneamiento pasaron de ser 6.329 en 2010 a ser 13.151 en 2019.
El grupo destaca los datos recabados de una encuesta presencial en 1.662 hogares urbanos y rurales en diciembre del año pasado. Se descubrió además que uno de cada cuatro hogares precarios se encuentran en São Paulo y Río de Janeiro, mientras que el norte y el noreste vuelven a tener las peores situaciones habitacionales del país.
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