Por Andrés Felipe Gómez Carrión y María Jorgelina Giménez Ruiz, miembros del Observatorio Universitario de Terrorismo
En el continente americano existen organizaciones que generan terror generalizado, puesto que, le es útil a sus propios fines. Pero, el que se suscite un ambiente de terror no implica propiamente que estemos hablando de una organización de tipo “terrorista”. Sin embargo, a partir de los ’80 podemos observar distintas líneas de acción en este sentido.
Podemos distinguir dos etapas generalizadas en el continente, la primera se sitúa simbólicamente a partir de la Revolución Cubana de 1959, cuando las guerrillas latinoamericanas se organizaron en torno al ideal de la revolución de una manera más o menos orgánica. La segunda etapa comienza a partir del cierre de la etapa dictatorial a finales de los ’80, pudiendo reconocer 3 líneas: las guerrillas aún activas que cambiaron sus modalidades o su propia naturaleza (el Sendero Luminoso en Perú, el EPP en Paraguay o las FARC en Colombia); el crimen organizado (sobre todo el circuito del narcotráfico); crímenes de odio (perpetrados por supremacistas raciales o radicales de ultraderecha). (Castro, Grassia, Giménez Ruiz, 2021, pp.1).
Cómo es posible apreciar, el delimitar a protagonistas del terrorismo no es tarea fácil en América a diferencia de otras zonas geográficas, dónde si existen grupos constituidos. Esto deriva de la complejidad del escenario y en la forma de desarrollo del fenómeno. Adicionalmente, en los últimos años, fue objeto de investigación supuestas conexiones entre estas organizaciones y grupos terroristas que operan en otras regiones, sobre todo a raíz de la globalización.
La globalización es un fenómeno de impacto multidimensional que involucra a actores estatales y no estatales pertenecientes al sistema global. Este fenómeno, que ha acelerado distintos procesos sociales, económicos y políticos a través de la inserción de nuevas herramientas de acceso a la información y a la comunicación, depende, en gran medida, de las acciones de interrelación que llevan adelante esos agentes.
El terrorismo es uno de esos espacios de la estructura internacional que durante los últimos años ha encontrado en la globalización una herramienta para desarrollar sus capacidades, alcances y estrategias dentro del marco de una nueva dinámica tecnológica. Este espectro con nuevos elementos que incluyen a los más sofisticados comunicacionales ha aumentado la conexión entre grupos terroristas, subversivos y demás al margen de la ley sin importar su ubicación geográfica a nivel regional o continental.
África, continente con considerable presencia de este tipo de grupos, y América Latina, principalmente pertenecientes a Colombia, se han configurado como regiones que, por su propia naturaleza y deficiencias políticas, cuentan con espacios subregionales fértiles para la consolidación y propagación de estas organizaciones. Dentro de ese esquema, en los últimos años se ha estudiado el establecimiento de posibles nexos entre grupos terroristas africanos y latinoamericanos, vínculos que aumentan los niveles de riesgo en ambas zonas geográficas pudiendo incluso externalizar estas amenazas.
El desarrollo de la cooperación sur-sur y la consolidación de relaciones entre gobiernos de este hemisferio han fortalecido los lazos africano-latinoamericanos también en actividades que rayan con la legalidad y la legitimidad. En este sentido, los nexos terroristas entre estas dos regiones surgen, entre otras variables, del desarrollo del narcotráfico.
“Las organizaciones criminales latinoamericanas, consideran que dicha ruta [a través de África Occidental] es menos riesgosa y más redituable que otras, aun cuando tengan que negociar, parte de la logística con sus pares africanos. Como resultado, se han detectado tres hubs por los que ingresa la cocaína proveniente de América Latina: uno en la Costa Atlántica, uno en el Sahel y otro en el golfo de Benín” (Sampó, 2019).
Además del narcotráfico, existen raíces históricas que vinculan al África con América Latina; por ende, no resulta sorprendente la cantidad de población musulmana residente en Brasil y los distintos eventos de desarticulación de células yihadistas ocurridos en los últimos años en ese país. De igual forma, otros países como Trinidad y Tobago guardan relaciones de la misma índole con algunos africanos.
Dentro de este contexto, trascender a la determinación exacta de conexiones interregionales entre una organización terrorista A con una B es un trabajo de compleja investigación que aún hoy no ha podido ser develado con diáfana precisión. No obstante, existen organizaciones principales de las cuales se presumen aparentes nexos como el Ejército de Liberación Nacional y las disidencias de las extintas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC-EP) por América Latina, y Daesh y Hezbollah por África.
Referencias
Sampó, C. (2019). El tráfico de cocaína entre América Latina y África Occidental. Revista Latinoamericana de Estudios de Seguridad.
Castro, D., Gimenez Ruiz, J., Grassia, I. (2021). ¿Existe terrorismo en América?. Disponible en: https://bit.ly/3g5OF0c
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