Las potencias económicas del Grupo de los Siete pidieron el domingo a Rusia que “desescalara” su despliegue militar cerca de la frontera ucraniana, advirtiendo que una invasión tendría “consecuencias masivas” e infligiría un grave perjuicio económico a Moscú.
El G-7 pidió a Rusia que “desescalara, siguiera las vías diplomáticas y cumpliera sus compromisos internacionales sobre la transparencia de las actividades militares”, y elogió la “moderación” de Ucrania.
“Cualquier uso de la fuerza para cambiar las fronteras está estrictamente prohibido por el derecho internacional. Rusia no debería tener ninguna duda de que una nueva agresión militar contra Ucrania tendría consecuencias masivas y un grave coste como respuesta”, dice el comunicado.
La ministra de Asuntos Exteriores británica, Liz Truss, anfitriona de la conferencia, dijo que el G-7 estaba enviando una “poderosa señal a nuestros adversarios y a nuestros aliados”.
La declaración prometía una “respuesta común y global”, pero no contenía detalles. Truss dijo que el G-7 estaba “considerando todas las opciones” en lo que respecta a las sanciones económicas. El Secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, dijo en el programa “Meet the Press” de la NBC que “estamos preparados para tomar el tipo de medidas que nos hemos abstenido de tomar en el pasado” si Rusia no daba marcha atrás.
La flexión de los músculos de China en la región del Indo-Pacífico y el maltrecho acuerdo nuclear con Irán también figuraban en el orden del día de la reunión de los principales diplomáticos del Reino Unido, Estados Unidos, Canadá, Francia, Alemania, Italia y Japón en el Museo del Muelle de Liverpool.
Conseguir una respuesta unificada a las crisis mundiales por parte del G-7, un grupo de países con intereses dispares, ha resultado a menudo difícil.
Las naciones del G-7 también están cada vez más preocupadas por el creciente dominio económico y tecnológico de China, especialmente en los países en desarrollo. El G-7 ha puesto en marcha la iniciativa “Reconstruir un mundo mejor” para ofrecer a los países en desarrollo financiación para grandes proyectos de infraestructuras como alternativa al dinero procedente de China que, según Occidente, suele venir con condiciones.
Truss, que también invitó a los ministros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático a la reunión de Liverpool, dijo que el G-7 estaba “preocupado por las políticas económicas coercitivas de China”.
Sin embargo, sigue siendo difícil lograr una postura unificada frente a China, ya que Estados Unidos y Gran Bretaña son generalmente más beligerantes que otros miembros del G-7.
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