Por Luciana Bellabarba y Máximo Alterman
A partir de la vuelta de los talibanes al poder en Afganistán -el pasado mes de agosto- la crisis migratoria en Medio Oriente llegó a otro nivel, agravando la situación de miles de personas que, día tras día, buscan escapar de la terrible situación que viven sus países de origen.
La instauración de una nueva etapa del Emirato Islámico de Afganistán, sembró temor, incertidumbre y angustia en gran parte del mundo. Sobre todo, a las decenas de miles de afganos que, en sus pensamientos, se anticiparon a lo que podría llegar a ser una secuela de lo que fue una de las etapas más oscuras de la historia del país, dado que, muchos de aquellos hombres y mujeres tienen la horripilante experiencia de haber vivido en la década del 90, momento en la que los Talibanes gobernaron el país durante 5 años.
Es por esto que, tras la toma de Kabul en manos de Talibán, cientos de ciudadanos afganos tomaron la dura decisión de abandonar el país, impulsados/empujados por la desesperación, el miedo y la tristeza, que tal situación les provocaba.
Un caso similar sucede, desde hace años, tanto en Siria como en Irak. Ambos países en los que, el autodenominado Estado Islámico –conocido por sus siglas como ISIS-, instauró su Califato, allá por 2014.
En ambos casos, hay un denominador común: el terrorismo.
Afganistán: un nuevo epicentro de refugiados
En los últimos meses, las terribles imágenes de Afganistán han llegado a la portada de los principales medios gráficos alrededor del mundo, debido a la desgastante situación política y humanitaria que la llegada al poder de Talibán trajo consigo.
Este grave episodio llevó a que miles de personas que residían en Afganistán, hayan optado por abandonar el país, incluso de las maneras más inesperadas –como querer huir colgando de la turbina de un avión que despegaba del Aeropuerto Hamid Karzai de Kabul-. Todo aquello, con el fin de no vivir bajo las aterradoras condiciones que el gobierno Talibán está imponiendo a lo largo y ancho del suelo afgano.
Dicho esto, muchas de las motivaciones que tiene la población afgana a la hora de abandonar el país, están ligadas a su propia seguridad. Lo cual es producto de que, una gran cantidad de afganos se encuentran en la mira del régimen Talibán, en algunos casos por su colaboración con el anterior gobierno de Afganistán, con los Estados Unidos; otros serán perseguidos por motivos muchos más simples, como lo son su trabajo como periodistas o su apoyo a las organizaciones vinculadas a la protección de los Derechos Humanos.
Lamentablemente, con la vuelta al poder de los talibanes, la situación de las niñas y mujeres corre un destino aparte. Ya que, con la implementación de la Sharía, muchas de las libertades que éstas tenían durante el antiguo gobierno, quedaron totalmente suprimidas. Entre ellas, cabe destacar, la prohibición del derecho a trabajar y estudiar, el de salir de sus casas sin un acompañante masculino y el de dejar al descubierto alguna parte de su cuerpo.
Recordemos que la puesta en funcionamiento de la Sharía, conocida también como “Ley Islámica”, es uno de los principales pilares del nuevo Emirato Islámico de Afganistán. Una ley que los Talibanes están dispuestos a cumplir rigurosamente, perpetrando los castigos más crueles a aquellos “transgresores”. Tal como lo afirmó hace unos meses, el Mullah Nooruddin Turabi, encargado de controlar el cumplimiento de la Sharía: “Nadie nos dirá cuáles deben ser nuestras leyes. Seguiremos el islam y fundaremos nuestras leyes sobre el Corán”, destacó el Mullah allá por el mes de octubre.
A raíz de lo señalado anteriormente, la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) estimó que alrededor de medio millón de afganos han abandonado el país -o al menos (lo han) intentado- para finales de 2021, en busca de protección temporal o (de) un estatus legal que les permita residir en algún país extranjero.
Ahora bien, ¿qué se entiende por refugiado? Según lo afirma la Convención de Refugiados del año 1951, este concepto hace referencia a toda persona que no puede o no desea regresar a su país de origen debido a temores fundados de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a un determinado grupo social u opinión política, como así también, la persecución basada en el género.
A este concepto hay que diferenciarlo de la definición de “desplazados internos”, la cual se refiere a las personas que se ven forzadas a dejar su hogar, pero que permanecen dentro de las fronteras de su país. Las causas más comunes de este fenómeno están relacionadas a conflictos armados, violaciones a los derechos humanos y persecuciones políticas.
Volviendo al tema que nos ataña, en el caso de la población afgana, todo solicitante de asilo recibirá el estatuto de refugiado en base (a la categoría) “prima facie”, la cual hace referencia a que su condición de refugiado es reconocida simplemente por cuestiones de nacionalidad y otras características en común. De no concederle la misma, se deberá garantizar el acceso a un proceso justo y eficaz, en el cual prevalezca su necesidad de protección. Esto es, brindarle un asilo temporal hasta que se determine su estatus de forma legal.
Con la creciente crisis social y política en Afganistán, muchos países han abierto sus fronteras para acoger a cientos de miles de ciudadanos afganos que buscan escapar, semana tras semana, de esta terrible situación.
Tales son los casos de la India, Turquía, Pakistán e Irán que, desde el inicio de los conflictos en Afganistán -40 años atrás-, han sido de los países que más personas afganas han recibido. Es necesario señalar que, en estos dos últimos, el estatus de los afganos no ha sido reconocido como si de refugiados se tratara.
Por su parte, otro grupo de países -entre los que se destacan Reino Unido, Canadá, Costa Rica y México-, se han comprometido a reasentar a miles de afganos vulnerables, priorizando su atención en las mujeres, niñas, niños, personas LGBT+, como así también, a periodistas perseguidos por el régimen Talibán.
Casos similares se han producido –a lo largo de la última década- tanto en Siria como en Irak. Dos países donde el terrorismo se mantiene desde hace años y, en donde, cientos de miles de personas se han visto obligadas a dejar sus hogares en búsqueda de un lugar más seguro para vivir.
Al-Hawl: el hogar de muchos terroristas en Siria
En Siria, la situación en los campos de refugiados ha empeorado durante este año, tanto por la repercusión regional que produjo la vuelta de Talibán al gobierno de Afganistán, así como por un importante factor interno del país: el resurgimiento del Estado Islámico.
Durante este último año, el campo de refugiados de al-Hawl ha sido testigo particular de un importante incremento de los ataques terroristas por parte de ISIS a sus residentes.
El denominado “mini-Estado de Al-Hawl”, un campamento de refugiados que se encuentra en la región noreste de al-Hasakah, muy cercano a la frontera entre Siria e Irak, representa uno de los epicentros más importantes del terrorismo en suelo sirio. Allí, las células durmientes de ISIS se encuentran muy activas, y realizan casi cotidianamente ataques que generalizan el caos. Esto es así porque, a pesar de que el campo alberga a refugiados y desplazados internos de Siria, Irak y de diversos países de todo el mundo, éstos también coexisten, desde la derrota del Califato de ISIS en 2019, con familiares de ex combatientes del Estado Islámico y actuales miembros de ISIS, que, en su mayoría, son mujeres y niños.
Este campo fue creado, en el año 1991, con el fin de recibir a iraquíes refugiados como consecuencia de la Guerra del Golfo, pero en el año 2016 se reformuló para albergar a iraquíes y sirios desplazados por la guerra contra el ISIS. Desde ese momento está bajo el control de las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF), aunque el balance de poder está cada vez más inclinado hacia el quien tiene en sus manos el dominio ilegítimo del campo, casi en su totalidad.
El aumento de la radicalización ideológica que existe en este campo, sumado a la falta de seguridad por parte de las SDF, tiene graves consecuencias en aquellos refugiados que no tienen relación ni sostienen una ideología de este tipo: viven con miedo, sus vidas están en riesgo todos los días y no hay nadie que vele por su seguridad. Muchos de estos refugiados y desplazados son adoctrinados por el ISIS, y en caso de que ésta organización no logre imponer su ideología, acude al castigo o al asesinato. Este campo se ha vuelto entonces, un caldo de cultivo del terrorismo, donde afiliados de ISIS imponen un clima de terror para establecer el control.
Es por esto que en este último mes, dentro de este campo de refugiados, el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos (SOHR) registró ocho muertes en manos de células durmientes del Estado Islámico, mientras que el total de asesinatos que se registró en el año ha sido de 83 personas, entre las que se encuentran niños y niñas de 57 diversas nacionalidades.
El caos y la falta de seguridad que se agudizan aquí una vez más, son una consecuencia, en gran parte, de la renuncia de organizaciones internacionales para la intervención médica dentro del campo, las pésimas condiciones de vida, la escasez de medicamentos y alimentos y la mala administración del campo que ha derivado en la creciente toma de control del campamento por parte de afiliados al EI.
A pesar de que las autoridades locales y Organizaciones de Derechos Humanos piden a los Estados que se incrementen los procesos de reparación de las personas que viven allí, sobre todo de los niños, como solución a esta crisis de seguridad y a la sobrepoblación, la mayor parte de los países (sobre todo los europeos) se niegan a repatriar a sus ciudadanos por el peligro que eso representa para su nación. Por lo que la situación vuelve nuevamente a un punto muerto e ISIS es el que más se beneficia y saca provecho de esto mientras que la vida de cientos de niños y refugiados sigue corriendo un alto riesgo.
La crisis de los refugiados en Irak
En Irak, la situación es muy distinta, los refugiados han sido progresivamente expulsados y dejados a su merced, a raíz de los cierres masivos de los campos de refugiados. En este país hay casi 1,2 millones de desplazados internos y más de un cuarto de millón de refugiados.
El gobierno de Irak ha tomado la decisión de cerrar muchos de los campamentos de refugiados que albergan a miles de personas desde hace años. Durante el 2019, anunciaron que a partir de octubre cerrarían los campamentos de las provincias de Bagdad, Kerbala, Diyala, Anbar, Ninewa y Kirkuk, que suman un total de 10 asentamientos. Durante el 2020 se han cerrado otros y el Ministerio de Migración y Desplazamiento anunció también el cierre progresivo de todos los campamentos y la clausura de aquellos que se encuentran en la zona del Kurdistán Irakí.
Estos refugiados que se han quedado sin un hogar al que acudir, no cuentan con posibilidades reales de reinserción en la sociedad ya que, por un lado, estos cierres masivos no se han hecho a la par de un plan de reintegración ni de reconstrucción de la situación edilicia del país, que fue terriblemente afectado por la guerra contra el Califato. Por otro lado, la situación económica y social del país tampoco ofrece posibilidades reales a estas personas.
Además, en Irak, así como en Siria, el Estado Islámico, luego de la derrota de su Califato, ha logrado encontrar otras formas de seguir activo aunque desde las sombras, por lo que pudo recuperar mucha de su capacidad operativa, sobre todo en las partes rurales del país. Entonces, a la situación de desamparo que viven los refugiados y desplazados que han sido obligados a irse de los campamentos, se les suma el peligro que representa la actividad del ISIS cada vez más grande en un país devastado, con mucha inseguridad y falta de empleo.
Tal y como vimos en los párrafos anteriores, la situación de las personas refugiadas en Medio Oriente es agravante, por diversas razones. A las crecientes crisis internas que se han desarrollado en cada país en los últimos años, se le suma la presencia del terrorismo: fenómeno que no deja de asombrar a propios y extraños, y que amenaza la seguridad de todos los ciudadanos, pero aún más de los refugiados y desplazados. Estas personas se encuentran en una situación de vulnerabilidad absoluta, por lo que no cuentan con posibilidades reales de defensa frente a este tipo de amenazas, y la mayor parte de la responsabilidad de que esto suceda así, corresponde a los gobiernos, tanto locales de la región como extranjeros, al no dar respuesta y no hacerse cargo de estas situaciones.
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