La historia se repite una y otra vez, con escasos meses de diferencia. En esta ocasión, la calma que parecía establecerse en el Estado de Israel fue rota por el desencadenamiento de una ola de atentados terroristas que, en menos de una semana, se llevó la vida de 11 personas.
El primero de los ataques se desarrolló en la ciudad de Beer Sheva, al sur de Israel. En el mismo, un terrorista apuñaló a cuatro civiles provocándoles la muerte e hiriendo a dos transeúntes más que se encontraban en las cercanías de un centro comercial de dicha ciudad.
El terrorista -que fue abatido tras el ataque- fue identificado como Muhammad Alab Ahmed Abu Alkiyan, un beduino israelí que, años atrás, había sido arrestado por su apoyo a ISIS (Islamic State of Iraq and Syria).
Cinco días más tarde se produciría el segundo de los atentados que, en este caso, resultó con la muerte de dos policías israelíes y seis heridos tras un ataque con armas de fuego en una estación de colectivo en la ciudad de Hadera, al norte del país.
Por su parte, los atacantes –identificados como Ayman Ighbariya y Khaled Ighbariya- fueron asesinados por agentes israelíes, logrando, de esta manera, “evitar un ataque terrorista mayor”, según lo que informó el portavoz de la policía nacional, Eli Levy, en la cadena de televisión israelí Kan.
Horas después del ataque, desde ISIS publicaron un breve comunicado atribuyendo el atentado al “Estado Islámico de Palestina”, rama de dicha organización terrorista en la zona. Al mismo tiempo, hicieron referencia al atentado de Beer Sheva, señalando que se trataba de una operación llevada a cabo por comando suicida también perteneciente al autodenominado “Estado Islámico”, y no por un lobo solitario, como la policía de Israel sospechaba.
El último de los ataques tuvo lugar el martes por la noche en Bnei Brak, una ciudad ultraortodoxa ubicada en las afueras de Tel Aviv.
En este caso, el autor del atentado abrió fuego con su rifle de asalto mientras avanzaba en una motocicleta asesinando a cinco personas, entre ellas, a un oficial de policía quien, minutos antes de morir, logró terminar con la vida del atacante. Dia Hamarsha –tal como fue identificado después- de 27 años, había sido apresado en el año 2015, tras estar involucrado en la venta ilegal de armas de fuego, como así también, afiliado a un grupo terrorista.
La ola terrorista previamente desarrollada se da en un contexto en el cual la diplomacia en Medio Oriente está avanzando a grandes pasos, ya que, a principios de semana, tuvo lugar una cumbre sin precedentes que reunió a los líderes diplomáticos de los Estados Unidos, Israel, Egipto, Marruecos, Emiratos Árabes Unidos y Bahréin.
En la bautizada “Cumbre de Néguev”, los respectivos líderes mostraron unidad frente a las amenazas de seguridad a la región, provenientes –en su gran mayoría- por la cuestión nuclear iraní.
A su vez, la cuestión palestina-israelí no pudo quedar fuera de agenda. Con respecto a esto, todos abogaron a favor de un proceso de paz que involucre la creación de dos estados para ponerle fin al conflicto, tal como lo afirmó el Ministro de Exteriores de Egipto, Sameh Shoukry.
Tal como señalamos anteriormente, la histórica “Cumbre de Néguev” fue oscurecida por esta serie de atentados perpetrados en suelo israelí, los cuales fueron celebrados tanto por Hamás como por la Yihad Islámica Palestina.
Por su parte, y en un extraño comunicado, el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas condenó los ataques terroristas señalando que “el asesinato de israelíes y palestinos solamente conducirá al deterioro de la situación previa al inicio del Ramadán”.
El secretario de Estado de los Estados Unidos, Antony Blinken, así como la Embajada de Turquía en Tel Aviv, también expresaron su repudio a los ataques mencionados.
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