Por Mara Samantha Cruz García miembro del Observatorio Universitario de Terrorismo

Desde que el gobierno de Vladimir Putin comenzó la invasión militar a Ucrania, una amplia variedad de conceptos ha sido utilizada por expertos, políticos y comunicadores para describir el proceso en curso. En numerosas ocasiones, los límites de las definiciones han sido difusos y de escasa rigurosidad.

Durante un encuentro oficial en Kiev, el presidente de Polonia, Andrezej Duda, definió a la invasión rusa como “terrorismo”. Estaban presentes Volodomyr Zelenskiy, jefe de Estado de Ucrania, y sus homólogos de Estonia, Letonia y Lituania. El discurso se emitió tras una visita a Bucha, donde en días recientes se encontraron fosas clandestinas de civiles tras el retiro de fuerzas rusas del lugar.

La declaración de Duda es solo una muestra de aquella amplia diversidad de conceptos empleados para referirse a la crisis en el país europeo. Ante ello, el presente artículo se propone determinar semánticamente las acciones que han caracterizado al conflicto y, a partir de ello, establecer si ha habido actos terroristas en Ucrania en el marco de la invasión rusa.

El 24 de febrero de 2022, tropas rusas ingresaron al territorio ucraniano bajo el esquema de una “operación militar especial”, como el presidente Putin la ha denominado. Su gobierno acusa a la gestión de Zelenskiy de construir armas sucias de plutonio, y busca “desmilitarizar y desnazificar” a Ucrania, a quien también atribuye provocar maltrato y genocidio hacia la población rusa en su territorio. En el fondo, el objetivo real de Putin es evitar que Ucrania se adhiera a la Organización del Tratado del Atlantico Norte (OTAN) y la Unión Europea, deponer a la administración actual y reingresar a Ucrania al área de influencia rusa.

De acuerdo con Moscú, Rusia no puede existir o desarrollarse de forma próspera y segura mientras Ucrania vire hacia Occidente, y por ello espera reparar la desintegración de la Rusia histórica. 

Cerca de dos meses después del inicio de la invasión, los objetivos rusos se han limitado a “liberar” a las áreas de Luhansk y Donetsk del control ucraniano, con el propósito de crear un corredor que llegue a Crimea (área que se anexionó mediante un referéndum considerado ilegítimo en 2014) y obtener acceso al Mar Negro. A pesar de sus intentos, las fuerzas rusas no han logrado tomar Kiev, la capital ucraniana, y el rechazo de la comunidad internacional está aumentando la presión sobre la eficacia de la intervención.

De acuerdo con expertos, Putin tiene al 9 de mayo como fecha límite para presentar resultados de su maniobra militar, pues el Día de la Victoria (La conmemoración de la toma de Berlín, que dio fin a la Segunda Guerra Mundial) es la celebración militar más importante del Estado ruso, y de no mostrar resultados reales, el apoyo de la población podría disminuir y contribuir a inestabilidad política en el país, algo que Putin desea evitar.

Pero… ¿se trata de una guerra? ¿Un conflicto armado? ¿O son actos terroristas? 

De acuerdo con el Programa de Datos sobre el Conflicto de Uppsala (UCDP, por sus siglas en inglés, un conflicto armado se caracteriza por el uso de las fuerzas armadas entre (al menos) dos partes, las cuales se encuentran en desacuerdo debido al gobierno, el territorio o ambos elementos. Resulta en, por lo menos, 25 muertes relacionadas directamente con los enfrentamientos. A su vez, los conflictos armados se clasifican de acuerdo con la naturaleza de las partes involucradas: los conflictos armados interestatales enfrentan a dos o más Estados, mientras que los conflictos armados intraestatales enfrentan al gobierno de un Estado con grupos de oposición internos. 

Por su parte, los conflictos armados menores provocan menos de 25 muertes anuales y menos de 1.000 muertes en total, mientras que los conflictos armados intermedios provocan más de 25 muertes anuales y menos de 1.000 muertes anuales, pero más de 1.000 muertes durante su duración total. Las guerras, en tanto, generan por lo menos 1.000 muertes anuales. 

La Carta de las Naciones Unidas estableció en su Artículo 33 medidas para dirimir cualquier tipo de controversia por medios pacíficos, y en el Artículo 2(4) prohíbe la amenaza o uso de la fuerza contra la integridad política o territorial de cualquier Estado.  

Desde el ámbito político, Hedley Bull considera que la guerra tiene que ser violencia organizada entre dos unidades políticas que se enfrentan con un propósito político: las acciones que la diferencian del asesinato u otros crímenes son realizadas en el nombre de una unidad política (el perpetrador), lo que le da un carácter oficial y una responsabilidad política. Asimismo, las acciones tienen que ser dirigidas contra una unidad política: la violencia de los Estados contra individuos no puede ser considerada como una acción de guerra, a menos que se realice con la claridad de su pertenencia a una unidad política. Es decir, no son apresados o asesinados por sí mismos, sino porque forman parte de un Estado.

Hasta el 16 de abril, la invasión a Ucrania ha provocado más de 46,000 muertes, 400 desaparecidos, 11 millones de desplazados y refugiados, y daños a propiedades que superan los 565.000 millones de dólares. Debido a las condiciones el conflicto, no ha sido posible determinar con claridad cuántas muertes corresponden a civiles y cuántas a elementos militares. 

Por su parte, los crímenes de guerra son establecidos en la Convención de Ginebra de 1949 como infracciones graves que se cometen durante la duración de un conflicto armado. Estos incluyen el asesinato o malos tratos de prisioneros de guerra, civiles y náufragos, la deportación de la población civil para realizar trabajos forzados en territorios ocupados, el genocidio, la toma y ejecución de rehenes, la destrucción injustificada de poblaciones, y el robo de bienes públicos o privados. 

El Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional de 1998 es más detallada en las acciones que incluyen los crímenes de guerra, y además de lo considerado en la Convención de Ginebra, las siguientes acciones como crímenes de guerra: los homicidios intencionales, las mutilaciones, la tortura y tratos inhumanos, los atentados contra la integridad de los individuos, los ataques dirigidos intencionalmente contra civiles y bienes civiles, así como miembros de misiones de paz o asistencia humanitaria, los ataques que provocan gran daño al medio ambiente, atacar cualquier punto que no sea objetivo militar y no esté siento defendido, el traslado de población civil del Estado agresor a territorio ocupado, los ataques contra bienes culturales y hospitales, mutilaciones y experimentos médicos o científicos a prisioneros, los cuales vayan en contra de su salud, el uso de venenos, gases asfixiantes y armas químicas, el uso de armas que causen daños o sufrimiento innecesarios (como las municiones en racimo), los atentados contra la dignidad personal, incluidos tratos humillantes, violaciones, esclavitud sexual, prostitución forzada, embarazo forzado, esterilización forzada y cualquier forma de violencia sexual, el uso de civiles para proteger objetivos militares, provocar hambre entre la población (incluida la obstaculización de los corredores de suministros de socorro), el enlistamiento o reclutamiento de niños menores de 15 para participar en el conflicto, entre otros. Tanto Ucrania como Rusia son Estados signatarios del Estatuto de Roma, aunque ninguno lo ha ratificado.

A pesar de la frecuencia con que se habla de terrorismo en la actualidad, no existe consenso sobre el concepto. Alex Schmid acuñó una de las definiciones más amplias, tras hacer una extensiva revisión de las múltiples definiciones utilizadas en la academia, el gobierno y las legislaciones nacionales e internacionales.

Terrorismo es un método de acción violenta repetitiva que fomenta la ansiedad, empleado por actores (semi-) clandestinos de carácter individual, grupal o estatal, por razones idiosincráticas, criminales o políticas, en las que –a diferencia del asesinato- las víctimas directas de la violencia no son los objetivos principales. Las víctimas humanas inmediatas de la violencia son generalmente elegidas de manera aleatoria (objetivos de oportunidad) o selectiva (objetivos representativos o simbólicos) dentro de una población objetivo, y sirven como generadores de mensajes. Los procesos de comunicación entre (organizaciones) terroristas, víctimas (en peligro) y los objetivos principales (audiencia(s)) basados en la amenaza –y uso de la violencia- los vuelven objetivos del error, objetivos de demandas, u objetivos de atención, dependiendo si lo que se persigue es intimidación, coerción o propaganda.

A partir de lo anterior, podemos determinar que se trata de actos violentos perpetrados por individuos o grupos organizados que tienen motivaciones políticas, cuyas víctimas son un medio para enviar un mensaje o presionar a su objetivo directo. Generalmente, las víctimas son civiles, aunque hay casos en que funcionarios de gobierno o inmuebles representativos son los agredidos de forma directa.

Al hacer una revisión intensiva de la información sobre la situación en Ucrania, podemos asegurar que nos encontramos ante una guerra, en la que las autoridades competentes deberán determinar si se han cometido crímenes de guerra y castigar a los responsables; pero no ante actos terroristas. En el mejor de los casos, al afirmar que se trata de terrorismo, muchos buscan resaltar la precaria situación del conflicto y presionar a actores internacionales para que intervengan en la pacífica y pronta solución del mismo.

En este sentido, se tiene que considerar que el fin de la Guerra Fría prometía una significativa reducción en la posibilidad de un conflicto mayor entre las potencias; y en décadas recientes se había reducido inclusive el número de conflictos armados intraestatales, y sobre todo de aquellos que provocan más de mil muertes por año, razón por la cual la invasión a Ucrania, desde la perspectiva de numerosos expertos, parecía improbable.

Podemos decir que se trata de un conflicto atípico en la actualidad, pues se había observado el auge de los conflictos intraestatales asimétricos, en los que un gobierno se enfrentaba con actores no estatales (grupos guerrilleros, mercenarios, insurgentes, fuerzas de autodefensa, miembros del crimen organizado), o incluso entre estos últimos; y podría afirmarse que las acciones rusas reafirman la idea de que el uso de la fuerza militar logra influenciar las decisiones de las personas de acuerdo a la voluntad del agresor. Por ello, no es de sorprender que muchos de los gobiernos de la región están presionando para que se ponga fin al conflicto.

Si bien la Carta de las Naciones Unidas prohíbe el uso de la fuerza para la solución de controversias, el organismo se encuentra “atado de manos” debido al derecho de veto de la Federación Rusa en el Consejo de Seguridad, la autoridad máxima en asuntos de seguridad internacional dentro del organismo. Además, la OTAN ha asegurado que no se involucrará en el conflicto a menos que se agreda directamente a alguno de sus miembros, aunque si ha movilizado tropas en la región como medida preventiva.

Por supuesto, eso no significa que no se hace nada: La Unión Europea, el Consejo de Europa, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico y el Fondo Mundial Internacional han aplicado sanciones sin precedente contra los líderes rusos, el círculo más cercano a Putin y algunas de las empresas más importantes del país; mientras que los miembros de la ONU y el Secretario General buscan los medios sobre cómo responder cuando un país con veto viola tanto a la Carta de las Naciones Unidas como los principios del Derecho Internacional Humanitario.

Además, con los descubrimientos de asesinatos de civiles en Bucha, Irpin y Hostomel, y los reportes de violencia sexual contra mujeres y niñas en zonas controladas por tropas rusas, la evidencia de bombardeos contra hospitales en Mariúpol, y la toma de rehenes y tortura de ciudadanos europeos, hay una mayor presión internacional por perseguir a las autoridades pertinentes por crímenes de guerra; aunque parece poco claro quién debería actuar. Rusia ha negado ser responsable, y acusó al gobierno ucraniano de “falsificar la información” en los ataques.

A pesar de que el gobierno de Zelenskiy ha propuesto no ingresar en la OTAN (ni a ningún otra organización militar e incluso económica) como base para detener las agresiones, el gobierno de Putin sigue asegurando que las negociaciones están estancadas, y que no se detendrá hasta lograr la seguridad de Rusia.

Mara Samantha Cruz García: Investigadora del área de Europa del observatorio universitario de terrorismo

Fuentes: 

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Observatorio Universitario de Terrorismo
El Observatorio Universitario de Terrorismo se presenta como un espacio que aspira a fomentar el análisis del terrorismo; a abrir el debate y la reflexión sobre el fenómeno en los claustros universitarios y, también, a instalarlo en los medios de comunicación. Se trata de un equipo interdisciplinario de más de treinta personas, entre estudiantes y jóvenes egresados. Se enmarca en el Departamento de Seguridad y Defensa del Instituto de Relaciones Internacionales (IRI) de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y es parte también del seno del Consejo Federal de Estudios Internacionales (CoFEI). Está dirigido por la Mg. Patricia Kreibohm y coordinado por la Lic. Jessica Petrino. Consultas: out@iri.edu.ar | Redes (Facebook, Twitter, Instagram, Linkedin) @outerrorismo

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