El rol de China en la región de América Latina no es un fenómeno reciente, pero a Estados Unidos se lo nota cada vez más preocupado por la presencia latente del gigante asiático en su “patio trasero”. Las incógnitas por responder son múltiples, tornándose un tema de debate recurrente entre los principales funcionarios estadounidenses.
Durante el pasado mes de abril, el senador Marco Rubio llevó a colación esta cuestión concerniente a China, citando un informe de la Comisión de Revisión Económica y de Seguridad de Estados Unidos y China. Para el funcionario, Beijing utiliza su “peso económico” y sus lazos políticos para “convencer a los países de que tomen decisiones que lo favorezcan”, socavando así la democracia y los mercados libres.
Además, Rubio destacó que este documento muestra que el ejército de China busca “profundizar su participación en la región” de diversas formas, como con la construcción de puertos, infraestructuras de doble uso, programas especiales, entre otras, las cuales demuestran un propósito económico claro para el gigante asiático como también una forma de proyectar su poder amenazando a las costas de la nación norteamericana.
Todo aquel movimiento por parte de China dentro del tablero latinoamericano es para Estados Unidos un factor de preocupación. La principal inquietud es la presencia militar de China en el mundo en general, aunque en la región de América Latina adquiere un compromiso mucho más económico. Sin embargo, funcionarios y altos mandos estadounidenses consideran que los intereses económicos de China al sur del continente no son más que un plan sofisticado para captar los intereses de estos países, convirtiéndose así en una cuestión de seguridad nacional.
Pero Estados Unidos ha cometido un error focal a lo largo del tiempo que, al día de hoy, no puede permitirse que ocurra: suponer antes que actuar, traduciéndose en costos futuros para su política exterior. China ha optado por proyectar su poder en diversas regiones, tal y como América Latina, hecho que Estados Unidos ha cuestionado en múltiples ocasiones, categorizado como “expansión” y considerado un “ataque a la soberanía norteamericana”. Pero la tardía reacción de Washington frente a una amenaza en su patio trasero demuestra, una vez más, que el accionar de los Estados se justifica en sus intereses, y América Latina no ha sido una prioridad para Norteamérica.
Mientras Estados Unidos focalizaba sus esfuerzos en otras áreas, China fue convirtiéndose en un importante socio comercial para el continente americano, puntualmente para América Latina y el Caribe, aumentando su comercio con la región a 450 mil millones de dólares en el 2021 (a diferencia de los 18 mil millones en 2002). Las principales inversiones radican en productos básicos agrícolas, comercio electrónico y tecnologías, pero también lo han sido los recursos energéticos junto a la exploración, explotación y comercialización de litio, petróleo y energía nuclear, enmarcadas en la iniciativa de One Belt One Road de China.
Estados Unidos ha traducido estos movimientos como acciones estratégicamente ligadas a expandir su poderío en países endebles, donde China se convierte en el baluarte de la prosperidad económica ante sus necesidades. Lo cierto es que Beijing ha sabido ocupar un espacio crucial en América Latina que no era altamente considerado por ninguna otra potencia: ser el comprador, el vendedor, y el inversor de Latinoamérica.
Sin embargo, Washington cree que hay otros proyectos aún más preocupantes y amenazantes para su integridad, como la presencia de China en el Canal de Panamá y su cercanía con el Estrecho de Magallanes, en palabras de la general Laura Richardson del Comando Sur de los Estados Unidos. Cabe destacar que el canal es uno de los corredores comerciales más importantes del mundo, considerado por Richardson como una “línea estratégica de comunicación que queremos mantener libre y abierta para la economía global, pero también para nuestros planes de guerra global”.
La principal preocupación para la General radica en que China ha invertido miles de millones de dólares en proyectos alrededor del canal, como también en el Estrecho de Magallanes (que, aunque tenga menos tráfico, sigue siendo una ruta sumamente importante). Para ella particularmente, pero también para múltiples funcionarios estadounidenses, la presencia de Beijing en América del Sur es preocupante.
Varios países han sido objeto de críticas norteamericanas por su cercanía a Beijing como Argentina, Jamaica, Panamá, entre otros. Por ejemplo, existe actualmente un proyecto de líneas de metro para Colombia que también ha sido señalado por Washington, a lo que el país cafetero ha sabido responder que sus preocupaciones son injustificadas porque las empresas estadounidenses “están completamente ausentes”, y que no debe culparse a Colombia por hacer lo que todo Estado persigue: pensar en sus intereses estratégicamente.
En resumen, Estados Unidos constantemente critica el accionar de China en América Latina por tener pretensiones expansivas e intenciones encubiertas. Pero aunque observe muy de cerca los movimientos de Beijing en el continente, es una región que Washington relega, generando cada vez más que la dinámica regional de un giro hacia Oriente.
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eeuu ya perdió solo que no lo acepta.
Afectar las soberanía de EEUU acaso en Sudamérica somos propiedad de USA ? Jajaja mucha soberbia para no aportar nada en la región… Ojalá y pusieran una base naval en el Sur de argentina y otra de la FAA y también otras de Rusia y lo cambiamos por armamento a ver qué dicen en el norte…