Por Tomás Semhan, miembro de Politólogos al Whisky

A finales del mes pasado, se comunicó en medios oficiales que la Republica Argentina había llegado a un acuerdo con el Club de Paris para postergar los pagos de vencimientos de deuda  hasta el 30 de septiembre de 2024. Junto con el Fondo Monetario Internacional, el organismo con sede en la capital francesa funge como uno de los principales acreedores del país austral, consecuencia en parte de los endeudamientos contraídos durante la presidencia de Mauricio Macri.

Sin embargo, la historia entre la Argentina con los organismos de Washington y Paris, respectivamente, no se remonta solamente a la presidencia de Mauricio Macri. Sobre el primero, el FMI ya ha tenido participación en varios episodios de la joven historia del país del Cono Sur, arrojando el numero de 22 acuerdos, varios de ellos con resultados desafortunados, desde que Arturo Frondizi en 1958 decidiera acordar con la entidad un desembolso de u$s75 millones con el objeto de frenar la inflación y estabilizar el mercado de cambios. La crónica con el Club de Paris sigue la misma sintonía, tanto que la fundación del ente surge por una reunión de los principales países acreedores de la Argentina, con el objeto de renegociar vencimientos de deuda, en el contexto de un default argentino durante la dictadura del general Aramburu en 1956.

Es importante señalar que este renovado acuerdo complementa el desconcierto de cara al nuevo gobierno que asuma en la Rosada después de las elecciones del 2023. El pago de vencimientos con el Club de Paris se complementa a un recorte en el déficit fiscal del 1% del PIB que está estipulado para el año 2024 en el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. El próximo presidente deberá afrontar los vencimientos al mismo tiempo que se ve obligado a ajustar los números mientras intenta dañar lo menos posible un cada vez más tambaleante entramado social. Este desconcierto ya da sus primeros indicios, el riesgo país, índice que se utiliza para medir el riesgo de las inversiones correspondientes a un país en concreto, redondea los 2190 puntos, muy alejado del promedio de países latinoamericanos, alrededor de 300-200 puntos.

Esto indica una notable desconfianza de los principales inversores hacia la República Argentina, considerando a la misma incapaz de resolver sus compromisos financieros. Ni siquiera los máximos históricos en los precios de la soja dan tranquilidad a la gestión de Alberto Fernández, que en los últimos tiempos presencio un Banco Central incapaz de acumular reservas en conjunto con una creciente inflación, que golpea fuertemente a los sectores más necesitados de la población, dado que el aumento masivo de los precios enajena su poder adquisitivo y hace casi imposible la tarea de ahorrar para capitalizarse a largo plazo.

El mundo está sumergido en tiempos volátiles y disruptivos. En el Norte los Estados Unidos de Joe Biden ven con máxima preocupación la guerra que la Rusia de Putin y la Ucrania de Zelenski libran en el este del viejo continente. China, la potencia asiática, atraviesa dificultades por la crisis del sector inmobiliario y la política de covid-cero. En Sudamérica, Boric en Chile y Petro en Colombia emergen como figuras de un cambio ideológico en la región. Sin embargo, en este mundo de cambios no hay certezas en el futuro de la República Argentina, solo dudas.

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2 COMENTARIOS

  1. Argentina vivió negociando con su futuro…los que vienen detrás se encuentran con la devastación y tienen que afrontar el pagar las consecuencias o directamente escriturar el país al mejor postor. Nunca tuvimos una administración responsable que respetara sus acuerdos. Hoy Argentina es uno de los países peor posicionados en el mundo en su economía, lo unico que fabrica con éxito son deudas que no se tienen la intención de pagar…simplemente las deudas que la pague el que venga…

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