Toda misión, sea económica, diplomática o militar, en dónde Estados Unidos analice poner pié en Taiwán, suele ser fuertemente cuestionada por la República Popular China, prometiéndose una escalada de tensiones de secuelas globales.
Sin embargo, la semana pasada estas advertencias tomaron peso formal en Washington: ante el futuro viaje a la isla de la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, la administración de Joe Biden calmó dichas posibilidades ante las advertencias y secuelas que se prometieron desde Beijing.
En efecto, desde la cartera de relaciones exteriores de China, se prometió ante el hipotético viajer de la funcionaria el tomar “medidas firmes y contundentes”, en caso de que la misión siguiera adelante y se concretara.
A partir de esto, Estados Unidos rebajo abiertamente las posibilidades de dicho viaje: el presidente Biden dijo que “no era una buena idea en este momento” concretar dicha misión y la propia Pelosi deslizó ante la prensa una negativa en torno a discutir la agenda y el itinerario en el hipotético viaje.
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