Analizando el porqué de la inestabilidad de los gabinetes en Italia y el ascenso de Meloni
Las elecciones generales en Italia arrojaron resultados contundentes. El nuevo gobierno estaría compuesto por una coalición de derecha encabezada por la líder del partido Fratelli d ‘Italia, Giorgia Meloni, acompañada del apoyo de los líderes de los partidos Lega y Forza Italia, Mateo Salvini y Silvio Berlusconi, respectivamente. Esta nueva etapa marcaría el inicio del gobierno número 70 en Italia desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. ¿A qué factores responde esta debilidad institucional de los gobiernos en Italia, que redunda en un cambio constante de gabinetes?.
Reconstrucción del sistema parlamentario y sus matices
Italia es una república parlamentaria. El principio fundador de estos sistemas de gobierno es que el Parlamento es el soberano, de esta manera no se puede registrar en estos sistemas una tajante división entre poder Ejecutivo y Legislativo. El poder Ejecutivo emana del Legislativo. Para Sartori (1994) existen diferentes tipos de parlamentarismo. Su diferencia funcional radica en la forma que adopta la relación entre poder Ejecutivo y Legislativo en lo que respecta a la distribución de poder.
Esto da lugar a tres tipos: un primero por encima de sus desiguales, un primero entre desiguales y un primero entre iguales. El ejemplo clásico del tipo “primero por encima de sus desiguales” es Reino Unido. En este caso, el jefe de gobierno es a la vez jefe del partido mayoritario, tiene la capacidad de nombrar y destituir a sus ministros, según le parezca. Este sistema se desarrolla con mayor facilidad en sociedades unidimensionales en términos de divisiones políticamente relevantes, con un sistema electoral mayoritario sobre circunscripciones uninominales que termina por engendrar un sistema de partido bipartidista.
Por otro lado, un ejemplo prototípico del ejemplo “primero entre desiguales” es Alemania. En este caso, el jefe de gobierno no es necesariamente el jefe del partido mayoritario. Tiene sitio en escenarios de mayor fragmentación partidaria, lo que obliga a los partidos políticos a formar coaliciones para poder gobernar. Una particularidad del modelo alemán que hace a la estabilidad y a la gobernabilidad es lo que se conoce como voto constructivo de censura, donde el Canciller no puede ser removido de su cargo a menos que (y hasta que) se haya designado a su sucesor.
Por último, se encuentra el tipo “primero entre iguales”, donde los primeros ministros son débiles, con poca capacidad de imponerse ante el gabinete para obtener subordinación, lo que redunda en vetos constantes y en inestabilidad para gobernar. Dentro de este último grupo se podría incluir al caso de Italia. De esta manera, Sartori (1994) concluye argumentando que la forma más pura de parlamentarismo no es necesariamente la que mejor funciona, sino que todo lo contrario. El parlamentarismo que mejor funciona es el que se aleja del prototipo “gobierno de asamblea”.
Italia: un gigante con pies de barro
En el caso italiano, los primeros ministros en conjunto de su gabinete no tienen herramientas constitucionales para hacer frente a los vetos que puedan surgir, lo que deriva en un recambio de gobierno constante y en un escenario inestable para la gobernabilidad.
Por su parte, el sistema de partidos italiano se encuentra profundamente fragmentado. La fragmentación empuja a los actores a formar coaliciones para poder gobernar y alcanzar una mayoría que permita la sanción de leyes. Se anuda en una coalición a una pluralidad de grupos que si bien pueden estar de acuerdo con algunos lineamientos básicos, las experiencias recientes demuestran que dificultades para ponerse de acuerdo en temas específicos generan tensión y redundan en la caída de los diferentes gobiernos.
Una cosa son las coaliciones para formar gobierno y otra muy diferente son coaliciones capaces de tener continuidad en el tiempo y de hacer frente a las adversidades o a las desavenencias que pudieran surgir.
En un intento de reducir la fragmentación del sistema partidario y consecuentemente de empujar a los partidos políticos pequeños a formar coaliciones, es que en el año 2017 se avanzó con una reforma del sistema electoral. Este sistema electoral mixto conjuga dos principios de representación, el mayoritario y el proporcional. Solo un tercio de las bancas a Diputados y Senadores es designada por el primer sistema nombrado, mientras que los dos tercios restantes por el sistema proporcional. La elección por medio del sistema mayoritario se da en circunscripciones uninominales, donde el que más votos obtiene se lleva la única banca en disputa. Dicho sistema termina por beneficiar a los partidos grandes o aquellos con un fuerte anclaje territorial. El criterio proporcional, por su parte, es un tanto complejo, ya que son elegidos de manera indirecta sobre la base de la performance electoral de los partidos a nivel nacional.
¿Cuál es la salida? Una reforma política profunda
Los cambios en el sistema electoral que se han ido introduciendo en los últimos años parecen no poder corregir dos problemas encadenados. En primer lugar, la fragmentación del sistema de partidos y, consecuentemente, la conformación de coaliciones de gobierno endebles, poco proclives a perdurar en el tiempo. Parecería ser que lo necesario sería un cambio político más profundo.
Para superar esta inestabilidad crónica se podrían presentar dos posibilidades de cambios. La alternativa más compleja sería la transformación del sistema de gobierno, siguiendo por ejemplo el caso Francés a partir de la presidencia de Charles de Gaulle. Dicho cambio requeriría un profundo acuerdo político y un alto poder de decisión para llevar dicha reforma adelante.
La realidad Italiana se encuentra mucho más cerca de realizar un cambio en el sistema de gobierno, siguiendo el ejemplo Alemán. Podría introducirse, de esta manera, un cambio en el sistema de gobierno parlamentario mediante la introducción de un voto de censura constructivo, que redunde en un fortalecimiento del Poder Ejecutivo y lo dote de herramientas para fortalecerse frente al Parlamento.
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