Con la noticia de la firma del acuerdo entre la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) y la empresa VENG para desarrollar el Tronador II, se abrió un nuevo capítulo en la historia aeroespacial de Argentina. El Estado tiene un objetivo: completar el denominado “ciclo espacial”, es decir, tener la capacidad de fabricar satélites y lanzadores, y contar con plataforma de lanzamiento propia; de ellos depende el resto de los países del globo. En la actualidad solo 10 países cuentan con dicho ciclo completo.
En este contexto, el equipo de Escenario Mundial tuvo el honor de charlar con Guido de Caso, Doctor en Ciencias de la Computación y periodista especializado en espacio exterior, en la cual se pudo conocer aún más detalles de este proyecto, los beneficios y los desafíos del mismo.
Escenario Mundial: ¿Cómo definirías a la Argentina con respecto al desarrollo espacial? ¿Dónde estamos parados y hacia dónde vamos en comparación con las potencias espaciales?
Guido de Caso: Argentina es un Estado que tiene una historia aeroespacial muy rica, de hecho en la década del 60 el avance local era tan grande que mismo Wernher von Braun -famoso científico ex nazi derivado de uno de los primeros pioneros de cohetería en la NASA- estuvo aquí en Argentina para visitar y tener encuentros con Teófilo Tabanera. Fuimos el cuarto país en el mundo en mandar un simio al espacio, detrás de Estados Unidos, Rusia y Francia. Realmente en esa época había una innovación y un avance fuera de serie a nivel mundial, y ni hablar de a nivel regional como totales líderes. Después, lamentablemente, esto se fue quedando.
Uno imagina con los distintos vaivenes políticos (gobiernos civiles como militares) con distintos matices, fueron haciendo que no haya continuidad en estos avances, y el último gran intento previo al Tronador fue con el proyecto Cóndor, que eran unos misiles que tenían un uso dual porque se usaba combustible sólido, tecnología que permite que los cohetes estén listos en su lanzadera a pocos minutos de aviso; esto fue alrededor de la época de Malvinas, que obviamente, no gustó mucho a los británicos, hubo muchas presiones a través de Estados Unidos, y eso derivó en la cancelación de ese proyecto. Es una lástima, porque también hubiera puesto a la Argentina en una posición muy privilegiada en cuanto a defensa y obviamente en el ámbito de exploración espacial.
Esto, si nos comparamos con las potencias mundiales en materia espacial de hoy en día, estamos muy atrasados. Sin siquiera contar lo que tiene Estados Unidos y Rusia, si vemos los logros que tienen países más incipientes como India o China, que están dando sus pasos más importantes en la materia, seguimos muy atrás. Sí es fundamental recalcar que, en materia regional, seguimos siendo líderes. Importantes países como México o Colombia no tienen prácticamente una industria aeroespacial o aeronáutica, como sí tenemos acá en Argentina. Quizás sí, podría uno compararse con Brasil, donde también hubo sus vaivenes políticos y tienen ambiciones de proyectos de lanzadores, pero creo que los argentinos están un poco más avanzados y maduros, a pesar de los vaivenes políticos.
EM: Con respecto al Tronador y su desarrollo, ¿cómo beneficiaría a Argentina contar con dicha capacidad y qué desafíos se consideran para su concreción?
GdC: En cuanto al proyecto Tronador en sí, las grandes ventajas que yo veo para la Argentina son tres. Primero y principal, el acceso directo al espacio, por una cuestión económica. Hoy en día, para hacerse una idea, un cohete Falcon 9 como el que mandó el último cohete argentino Saocom, cuesta unos 65 millones de dólares por lanzamiento, incluso con su reutilización ese es el costo que hay que pagarle a SpaceX. Esto es para lanzar un satélite. Si Argentina contara con su propio lanzador evitaría pagar esos costos. Por supuesto que no comparo lo que es el Falcon 9 con el Tronador, este último es un vehículo bastante más liviano que no lanzaría las mismas cargas en cantidad, pero sí se podrían lanzar un montón de cosas de manera autónoma, generando además un pequeño ingreso, porque se podría cobrar por lanzar a países vecinos, o se podría cobrar a empresas ya sean argentinas o de otros países, con lo cual hay una ventaja primero si quieren económica.
La segunda ventaja que observo, si seguimos en el terreno de lo económico, es que a partir de lo que es una industria aeroespacial más madura que ya cuenta con acceso al espacio -que si bien es impulsada por el sector público- surgen un sinfín de otros comercios, industrias y empresas que proveen válvulas, cañerías, conexiones, estructura de soldaduras, todo tipo de sistemas, software, en tierra, antenas y demás cosas que van lentamente generando ese ecosistema de empresas privadas. También eventualmente en otros países donde se dio que primero vino el impulso público y después la privada (como China), esa industria privada termina haciendo una especie de simbiosis y retroalimentación, impulsando a su vez a la propia industria pública. Eso puede llegar a ser el principio de un ciclo muy positivo.
La tercera ventaja es un tema netamente de soberanía. Creo que si bien el Tronador es un proyecto civil de uso pacífico que está pensado para cuestiones científicas y lanzar satélites de observación terrestre y demás, contar con capacidades propias de lanzamiento al espacio le da a la Argentina la capacidad de independizarse el día de mañana en caso de algún tipo de conflicto, embargo o disputa, pensando en no depender de terceros para poder acceder al espacio, el cual es de todos. Pero si uno está enemistado por equis motivo, o el color político de turno “no le gusta” a Estados Unidos, a Rusia o a China, y uno no puede lanzar, eso es potencialmente peligroso. Así que poder hacerlo de manera propia es algo muy importante.
Con respecto a los desafíos del proyecto Tronador, hay múltiples. Primero, los técnicos que surgen de cualquier tipo de empresa, ya sea pública o privada que quiera construir un lanzador espacial. Es un arte o tecnología extremadamente compleja que hace la humanidad, construir un cohete de clase orbital y eso conlleva por supuesto cuestiones científicas, tecnológicas, desarrollo de materiales, químicos y combustibles, sistemas de telecomunicación, software de guiado. Hay un montón de subsistemas que tienen que funcionar bien, y basta que uno de estos funcione más o menos mal para que toda la misión fracase, con lo cual es una dificultad técnica para empezar y quizás la más crucial.
El segundo es económico-político. Las pongo en la misma bolsa porque creo que si bien uno puede pensar que hay distintos partidos políticos que puedan llegar a apoyar más o menos este tipo de iniciativas, siempre y cuando los fondos sigan llegando va a haber continuidad y eventualmente se logran superar todas esas barreras tecnológicas. El tema es que incluso a SpaceX le llevó unos tres lanzamientos fallidos, alcanzar su primer lanzamiento con éxito, e incluso así después siguieron teniendo fallas, hasta el día de hoy, que ya tienen un registro casi perfecto desde hace años. Pero para llegar a ese punto, tenés que tener un bolsillo muy amplio y la voluntad política de seguir incluso apostando a pesar de los fracasos, porque en el medio te vas topando con un montón de misiones que salen mal, perdés al satélite, al vehículo, un montón de cuestiones de tiempo y además dinero, y todo eso empieza a generar una especie de bola de “¿Por qué estamos gastando plata en esto?“. Ciertos gobiernos y banderas políticas, ese tipo de gasto lo consideran una inversión y lo van a defender, y a ciertos otros puede que en nombre de la austeridad este tipo de iniciativa se cancele. Hay un peligro latente importante, sobre todo de cara a 2023, de ver si este tipo de proyectos van a seguir siendo bien vistos y contando con los fondos necesarios.
EM: ¿Cuáles consideras que son los próximos pasos y qué podemos esperar en el corto plazo con respecto a las etapas del Tronador II?
GdC: Una de las cosas que yo estoy muy atento es ver qué va a pasar en los próximos 12 meses. Como decía en la pregunta anterior, las elecciones 2023 creo que son claves para la continuidad de este proyecto y me parece que el equipo de Veng, que es la empresa que desarrolla el Tronador 2 junto con CONAE, va a seguramente hacer todo lo posible para tener algún tipo de logro técnico en su haber de cara a las elecciones. Por un lado, por una cuestión electoral de presentar esto como una bandera, como un caso de éxito de la inversión estatal en ciencia y tecnología, y por el otro, ante un escenario de eventual cambio de bandera política, también esa una forma de defender y decir “Miren el logro que se ha obtenido” y cancelar este programa.
A qué me refiero con algún tipo de logro, por ejemplo, si se pudiera hacer algún lanzamiento de prueba, incluso con algún tipo de vehículo completamente limitado, experimental y reducido en capacidades y características. Creo que eso es posible que lo veamos de acá a 12 meses. Es difícil, pero considero que se va a intentar. En caso de que no se llegara con ese lanzamiento, sí creo que es posible que veamos, aunque sea algún tipo de presentación en sociedad del vehículo, como acto de campaña o similar, por ejemplo, con un vehículo ensamblado en el cual quizás el 90% de sus partes son componentes reales y quizás las faltantes se las use con algún tipo de maqueta o sistema de prueba como para poder mostrar algún tipo de avance en los próximos meses. Recordemos que esto es un proyecto lento, que no se hace de un día para el otro, y que a toda empresa pública y privada estas cosas le llevan años, así que para ver algún tipo de lanzamiento ya orbital con algún tipo de carga estamos hablando de dos, tres o cinco años, y estoy siendo quizás hasta optimista. Hay que ser muy pacientes y, sobre todo, estar atentos a que los fondos sigan apareciendo y que no sea una de estas tantas historias de “lo que pudo haber sido” en la Argentina.
EM: El debate público que suscitó sobre el desarrollo del Tronador expuso posturas encontradas con el Programa, ¿qué consideración tenés con respecto a quienes cuestionan dichos proyectos y cómo se deberían abordar?
GdC: Es interesante y atendible la postura de quien te dice: “Somos un país con recursos limitados, ¿por qué estamos invirtiendo en el Tronador?“. Es completamente atendible y las veces que sea necesario, yo he tenido ese debate a través de las redes sociales o con conocidos en persona, y creo que es un cuestionamiento válido, no hay que desestimarlo. Lo mismo uno debería preguntarse, siendo un país con recursos limitados: “¿Por qué invertimos en educación pública, salud pública o tantas otras cuestiones?”. Es un debate válido y se debe tener con la altura que merece.
Ahora bien, mi postura personal al respecto es que cuando uno tiene un presupuesto de cierta cantidad de dinero para invertir a nivel anual en el funcionamiento del Estado, tanto en cuestiones netamente tácticas como que sigan funcionando las dependencias básicas vitales que no se pueden desatender, hasta cuestiones quizás si se quiere más “cuestionables” que son importantes, pero quizás no están tan orientadas a las necesidades básicas, hay en ese abanico un sinfín de posibilidades sobre cómo uno asigna distintos porcentajes de la torta a distintas cuestiones.
Para mí es clave entender que lo que se está invirtiendo en este proyecto con relación al PBI es un porcentaje extremadamente bajo. La última vez que hice la cuenta era algo así como de medio punto porcentual. En ese sentido, creo que esta es una de esas apuestas que pueden llegar a tener un impacto altísimo y que de alguna manera no representan un gasto tan grande o una inversión tan grande con relación a lo que pueden llegar a devolver si se materializa. Esto lo digo desde el punto de vista netamente económico, para que haya un debate si quieren con algún tipo de comparación: se invierte una cantidad de dinero y se recupera otra. Creo que desde el punto de vista económico esta es una de las apuestas a largo plazo en donde sinceramente si la cosa se da bien, puede llegar a volver un dinero muy importante y casi eventualmente llegar a ser positivo y que sea una fuente neta de ingresos de divisas.
Ahora bien, incluso si no lo fuera, o si llegara a ser un programa en el cual se siga teniendo que invertir y que sea levemente deficitario -no estoy hablando de un fracaso de que es un barril sin fondo, pero simplemente un programa en el cual ingresa dinero y se recupera cierta parte (como por ejemplo por ventas de servicios de lanzamiento a terceros)-, considero que incluso así es un servicio relevante para un tema de soberanía.
Darles un ejemplo como para cerrar, una de las cuestiones que se pueden hacer con satélites y sistemas de lanzamiento propios y un ecosistema espacial maduro es, por ejemplo, monitorear el espacio aéreo argentino para combatir el narcotráfico, se puede hacer una cuestión de monitoreo de costas para combatir la pesca ilegal, y se puede hacer un montón de cuestiones de manera completamente autónoma, como un Estado presente en estas cuestiones que son de importancia.
Creo que cualquier persona que uno le consulte sobre la pesca ilegal va a decir que le parece mal, cualquier persona que le preguntemos sobre los incendios forestales y su posible detección temprana de estos focos de incendio nos va a decir que le parece algo que está bien. Entonces, son un montón de esas cosas que queremos tener como Estado, como Nación, pero que alguien tiene que tener esa semilla para que germinen estas ideas y se conviertan en realidad. Yo creo que el Tronador es parte de esa solución, y como tal es una inversión que me parece muy acertada en el contexto actual.
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Los proyectos de este tipo siempre están en riesgo de terminar fracasando por presiones del exterior y por malas decisiones nacionales, hay muchos adelantos que podrían haberse logrado que le hubieran dado a la defensa mayores posibilidades.
si vos queres hacer un programa espacial serio pones una fuerte cantidad de dinero, no a cuenta gotas ,mientras desperdiciás el dinero en planes y militantes pagos con cargos publicos, o en ministerios de género, todo lo cual lleva a proyectos interminables lo que da el argumento perfecto para cancelar todo el proyecto.