La decisión de los presidentes Alberto Fernández y Luiz Inácio Lula da Silva de impulsar la idea de una moneda común para la región, anunciada luego del encuentro que mantuvieron ambos en la Ciudad de Buenos Aires en el marco de la VII Cumbre de CELAC, fue objeto de una serie de análisis por parte de economistas y diversos medios en todo el mundo. En este caso, el medio The Economist publicó un artículo en el que, entre otras cuestiones, considera la decisión de la moneda común como “extraña”.
En este sentido, plantea que Argentina es un país cuya inflación anual es cercana al 100%, mientras que su banco central imprime billetes para cubrir los déficits fiscales del gobierno y los bancos locales dan cabida a los inventarios de pesos inflados. En el contexto económico actual, los funcionarios han endurecido los controles de capital, las importaciones están paralizadas, y en simultáneo, el gobierno avanza en las conversaciones con el FMI para evitar el décimo déficit soberano desde la independencia en 1816.
A pesar de este escenario, el pasado 22 de enero, Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil, y su homólogo argentino, Alberto Fernández, anunciaron que comenzarán los preparativos para una moneda común, lo que podría conducir a una plena unión monetaria, asociando a la mayor economía sudamericana con una de las más dañadas.
En línea a esto, el artículo explica la historia detrás de la idea de una moneda común para la región. La misma comienza cuando apareció el “gaucho”, una moneda que se esperaba reemplace a los Cruzados de Brasil y el Austral de Argentina hasta que el concepto fue abandonado en medio de la crisis económica en el año 1988. Posteriormente hubo una propuesta de miembros de la alianza comercial Mercosur para adoptar una moneda común, y Sucre, un experimento encabezado por Venezuela, que tenía la ambición de reducir la dependencia del continente del dólar.
Sin embargo, dado que Argentina a lo largo de su historia tiende a vender reservas de divisas para respaldar el peso, siempre se enfrentó a la dificultad de la escasez de dólares para saldar préstamos y pagar importaciones. Es por ello que una moneda común crearía reservas alternativas y facilita el comercio entre vecinos, siendo que Brasil es el mayor socio comercial de Argentina.
En este punto, los economistas juzgan la idoneidad de los países en una unión monetaria utilizando los criterios desarrollados por Robert Mundell, un economista canadiense, que miden las similitudes económicas. Explican que normalmente, los bancos centrales adaptan las tasas de interés a las economías individuales, pero en una unión la tarifa será para todos ellos.
En este caso, las tasas de interés político en Argentina y Brasil alcanzan la cifra de 61 puntos porcentuales. Sus ciclos económicos desde hace tiempo están en gran medida desincronizados, ya que sus principales exportaciones (una canasta de productos básicos agrícolas e industriales) se ven afectados por diversos obstáculos mundiales. Esto hace que en Argentina las recesiones sean más profundas y los auges más breves y menos profundos.
Otro requisito empleado por Mondale fue que tanto las personas como el dinero deben circular sin problemas a través de las fronteras, sirviendo como un medio para hacer frente cuando una situación afecta a un país pero no al otro. En este caso, diferente al europeo, la infraestructura deficiente en América del Sur dificulta viajar, al tiempo que los controles de capital en Argentina hacen que sea muy imposible pasar sus cheques de pago a través de las fronteras. Además de que, si los trabajadores no terminan donde son más productivos, los salarios artificialmente altos pueden causar inflación en partes del sindicato.
Finalmente, el artículo concluye que esta unión terminará por “poner los problemas de Argentina a las puertas de Brasil”. Y para llevar a cabo este proyecto, se necesitaría de un responsable de la política monetaria, ya sea una caja de conversión o un banco central completo, para monitorear los tipos de cambio – contemplando que el FMI, principal acreedor de Argentina, respalda al país si tuviera otra moneda de curso legal -.
A esto se le suma el hecho de que el nuevo presidente de Brasil, Lula da Silva, “tendrá que ignorar a su propio banco central independiente, que se ha manifestado en contra de la idea”, según The Economist. Pero las dificultades ya se sienten, el pasado 23 de enero, apenas 24 horas después del gran anuncio, Fernando Haddad, quien es el nuevo ministro de Hacienda de Brasil, indicó que la idea solo “despegaría como notas de crédito respaldadas por materias primas argentinas. Eso no sería una moneda en absoluto”, pero nuevamente esto significa más endeudamiento, que es exactamente lo que Argentina busca evitar.
De igual manera, varios funcionarios brasileños destacaron que la nueva moneda será una “adición a la moneda nacional, no un reemplazo, y que es un proyecto a largo plazo”. Asimismo, ninguno otro país está compitiendo para unirse, a pesar de que Lula da Silva y Alberto Fernández ofrecieron a los líderes sudamericanos la oportunidad de hacerlo en una conferencia de prensa el 25 de enero, hasta ahora ningún mandatario se ha sumado.
Fuente: The Economist.
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