Los equipos de rescate de Turquía y Siria continúan buscando signos de vida entre los escombros de miles de edificios derribados por el terremoto catastrófico que azotó el país el pasado lunes y que afectó el norte de Siria. Por el momento, el número de muertos confirmados superó los 11.000. En este contexto, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, recorrió una ciudad de tiendas de campaña en Kahramanmaras y admitió que hubo deficiencias en la respuesta inicial al terremoto pero prometió que nadie “se quedaría en las calles.
Los equipos de búsqueda de más de dos docenas de países se han unido a decenas de miles de personal de emergencia local sobre el terreno en Siria y Turquía, aunque para muchos la esperanza de encontrar sobrevivientes está desapareciendo. La escala de destrucción del terremoto y sus réplicas fue inmensa y se extendió en un área muy amplia, por lo que la ventana de supervivencia para aquellos atrapados bajo los escombros de los edificios derrumbados o que no podían acceder al agua, los alimentos, la protección contra los elementos o la atención médica, es cada vez menor.
Aunque los rescatistas afirman que es “demasiado pronto para abandonar la esperanza de más rescates”, el contexto y las bajas temperaturas están jugando en contra. Para muchos la situación es desoladora, considerando que la agencia de gestión de desastres de Turquía (AFAD) afirmó que los cuerpos recuperados de las personas que murieron en el terremoto que no pueden ser identificadas serían enterradas dentro de cinco días. Aunque la medida está en línea con los ritos funerarios islámicos (que requieren que el entierro se lleve a cabo lo más rápido posible después de la muerte de una persona), los sobrevivientes se preguntan cuándo podrán encontrar a sus familiares.
A una región que convive desde hace una década con una guerra civil en Siria que ha desplazado a millones, se le suma el terremoto más mortífero del mundo en más de una década. Además, los esfuerzos de ayuda en Siria se han visto obstaculizados por esta guerra y el aislamiento de la región que supone, la cual está controlada por los rebeldes a lo largo de la frontera y rodeada por fuerzas gubernamentales respaldadas por Rusia.
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