En el medio del caótico sur de Turquía y norte de Siria, los esfuerzos por encontrar sobrevivientes por el terremoto del pasado lunes se tornan fundamentales, aunque difíciles. Tres días después de la catástrofe, los rescatistas continúan trabajando para salvar a más personas con vida de los escombros; pero las dificultades aumentan minuto a minuto mientras el invierno golpea a los sobrevivientes que se encuentran en carpas por haber perdido sus hogares.
En este contexto, decenas de miles han encontrado refugio en tiendas de campaña, estadios y otros alojamientos temporales, otros han pasado las noches al aire libre desde el lunes. Los sobrevivientes afirman que las fogatas existentes no calientan lo suficiente y que “si las personas no han muerto atrapadas bajo los escombros, morirán de frío”. El gobierno de Turquía ha tratado de responder lo más rápido y efectivamente posible, mientras que en Siria ingresaron, por primera vez, camiones de ayuda de la ONU por el noroeste del país controlado por los rebeldes.
Desde el año 2011, cuando un tsunami mató a 20.000 personas en Japón, no existía una catástrofe natural de tal magnitud. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, declaró que “no es posible estar preparado para tal desastre” pero que, pese a eso, “no dejaremos a ninguno de nuestros ciudadanos desatendido”. Su gobierno espera poder distribuir una gran suma de dinero a los afectados y su familia, mientras que el mandatario se prepara para unas posiblemente reñidas elecciones el próximo mes de mayo, donde Erdogan espera poder ganar la reelección.
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