El programa nuclear iraní vuelve a estar en los principales títulos de los medios convencionales de comunicación. El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) de la ONU expuso en uno de sus informes que se hallaron partículas de uranio enriquecido al 83.7% en el centro nuclear subterráneo iraní de Fordow. Como respuesta, Irán ha dicho que pueden haber ocurrido fluctuaciones involuntarias en los niveles de enriquecimiento durante el período de transición, cuando las cascadas de centrifugadoras para enriquecer uranio al 60% comenzaron a funcionar.
Este hecho disparó automáticamente las alarmas de los principales Estados y organizaciones involucradas en evitar que Irán desarrolle sus propias armas nucleares. Cabe destacar que este país viene produciendo uranio enriquecido al 60% desde 2020, lo que presupone una violación a los pactos que suscribió en 2015 con las potencias (el Plan de Acción Integral Conjunto o JCPOA, por sus siglas en inglés). El hecho de que se hayan encontrado partículas enriquecidas al 83.7% resulta alarmante, ya que dicho porcentaje se acerca al “punto de quiebre”, el 90% de enriquecimiento necesario para el desarrollo de material fisible imprescindible en la creación de una bomba atómica.
¿Irán está cerca de tener su bomba nuclear?
Es importante tener en cuenta que el proceso de fabricación de una bomba nuclear es complejo. El mismo consta de una “tríada” de procedimientos que se desarrollan simultáneamente y en conjunto, y que requiere grandes inversiones no solo en capital, sino también en infraestructura y recursos humanos.
En primer lugar, para obtener una bomba nuclear, un Estado debe obtener el material de fisión necesario. Éste se adquiere a través del enriquecimiento de uranio hasta el 90%. Una vez alcanzado este punto, se puede utilizar el material para fabricar armas nucleares. Se toma noción de que se necesitan al menos 25 kg de uranio enriquecido para desarrollar una ojiva nuclear. El segundo proceso implica la capacidad de detonar de forma controlada el material fisionable. Y, por último, es necesaria la capacidad balística y de miniaturización para transportar la carga en una ojiva nuclear y desplegarla en un objetivo a través de un medio de entrega.
Un argentino entra en un bar…
Si bien hubo filtraciones de comunicaciones de funcionarios que alertaban que Irán estaba listo para producir sus armas nucleares, no hay certezas de que esto sea realmente cierto. En este punto, entra en juego el argentino designado para controlar la proliferación nuclear a nivel mundial, Rafael Grossi, director del OIEA. El mismo, a raíz del informe filtrado, decidió volar a Teherán para encontrarse con las autoridades del programa nuclear del país con el objetivo de esclarecer las nuevas cifras que alarman a todo el Sistema Internacional.
Grossi declaró en enero que las reservas iraníes de uranio enriquecido al 60% en U-235 alcanzaban los 70 kilogramos y las de uranio enriquecido al 20% en U-235, los 1.000 kilogramos. Este material es suficiente para “varias armas nucleares”, dijo el director.
El OIEA con el OEAI (Organización de la Energía Atómica de Irán) acordaron una serie de puntos, entre los cuales se destaca que Irán ha mostrado su compromiso de cooperar con la OIEA para abordar los problemas pendientes de salvaguardias relacionados con las plantas de enriquecimiento y ha expresado su disposición a proporcionar más información y acceso para ello. Como segundo punto, se expone que todas las interacciones entre el país y la organización se basarán en los derechos y obligaciones anteriormente pactados por el Estado. Y además, se comprometieron a que Irán permitirá voluntariamente que el OIEA implemente más actividades de verificación y monitoreo apropiadas, y las modalidades para ello serán acordadas en una próxima reunión técnica en Teherán.
En ese sentido, es importante destacar las palabras de la Directora de Política de No Proliferación de la Arms Control Association, Kelsey Davenport, que hizo algunas observaciones sobre el viaje de Grossi a Irán. Según ella, cualquier monitoreo adicional es un paso positivo que reduce la escalada de tensiones y disminuye el riesgo de error de cálculo.
Destaca el anuncio concreto de un aumento del 50% en las inspecciones en Fordow, lo que es significativo. Un mayor control debería ofrecer mayores garantías de que las fugas/experimentos se detectarán rápidamente. Sin embargo, Davenport plantea considerables preguntas sobre la reinstalación de cámaras de vigilancia y monitores de enriquecimiento en línea, como cuándo se instalarán y con qué frecuencia tendrá acceso el OIEA a los datos.
Davenport expresa su preocupación de que Teherán haya retrocedido en compromisos nucleares anteriores. Finalmente, la directora señala que el aumento del enriquecimiento de Irán al 84% sigue sin estar claro, y que incluso si fuera un accidente, se necesita una respuesta sólida: “El acuerdo parece ser un paso positivo en la dirección correcta, pero la importancia de estos avances aún está por verse”.
La amenaza y las certezas nucleares
Que Irán enriquezca su uranio al 83.7% es algo alarmante, pero es importante que el hecho no obnubile las cámaras y se pierda el punto central de la cuestión nuclear del programa nuclear iraní. Es relevante comprender que todos estos retrocesos (o avances según la perspectiva que se elija) en materia nuclear se dan en un contexto de deterioro de las relaciones entre Irán y los signatarios del famoso JCPOA (China, Francia, Rusia, Reino Unido, Estados Unidos, Alemania y la Unión Europea).
Irán ha optado por un camino de seguir aumentando la presión diplomática a través de acciones concretas que van en contra del Acuerdo. En esta retórica, existe un fuego cruzado de acusaciones entre las cúpulas dirigenciales acusando el incumplimiento mutuo de dicho documento. Los analistas concuerdan y exponen que no existen expectativas con respecto a una posible resurrección del JCPOA. La guerra entre Rusia y Ucrania, los enfrentamientos indirectos de Irán con sus vecinos en la región y el rol de Israel no han hecho más que dilapidar cualquier oportunidad de encuentro y comunión entre Estados Unidos e Irán para acordar los puntos a seguir sobre el control de la proliferación horizontal.
Por otro lado, hay una lógica generalizada que prevalece en el accionar de Irán con respecto a su política exterior. En 2015, Irán acordó desmantelar capacidades que eran cruciales para su programa nuclear y, posteriormente, renunció a años de desarrollo en el programa, hecho que terminó de colapsar cuando Estados Unidos se retiró del Acuerdo Nuclear en 2018. En la actualidad, la percepción iraní responde a una dinámica de desconfianza con los firmantes, ya que el hecho de abandonar capacidades y recursos sin una respuesta acorde a la esperada es en vano.
Esto desencadena varias reacciones a nivel regional, la más importante es la de Israel, fiel a su doctrina y su posición de ser el poseedor del monopolio nuclear en la región. Este actor ya expresó que detendrá cualquier intención que tenga Irán de conseguir armas nucleares.
Como se viene desarrollando en distintos análisis propios y ajenos en los últimos años, esto presupone un contexto alarmante donde los Estados, preocupados por las nuevas capacidades de su vecino, se arman o directa o indirectamente y sabotean las capacidades del otro. Los involucrados terminan cayendo así en una carrera de capacidades en la cual un error de cálculo puede devenir en una confrontación directa y, así, sumirse en un escenario altamente volátil y catastrófico para los mismos.
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