La lucha que ha estallado en la capital sudanesa, Jartum, como en otras partes del país, es el resultado directo de una lucha viciosa por el poder por parte de poderosas facciones militares rivales. Los enfrentamientos se han desatado entre el ejército regular y una fuerza paramilitar llamada Fuerzas de Apoyo Rápido, cobrando igualmente cientas de vidas de civiles. La violencia desmesurada pone en jaque la paz de la región y amenaza con desatar una guerra civil a nivel nacional.
En octubre del 2021, Abdel Fattah al-Burhan y Mohamed Hamdan Dagalo orquestaron un golpe de Estado que puso fin a la frágil transición a un gobierno civil, la cual habría iniciado tras la destitución en 2019 del gobernante Omar al-Bashir. Desde entonces, Sudán ha sido dirigida por un consejo de generales, encabezado por los dos militares en el centro de esta disputa: el general Abdel Fattah al-Burhan, jefe de las fuerzas armadas y presidente del país, y su adjunto, el general Mohamed Hamdan Dagalo, ahora líder de las Fuerzas de Apoyo Rápido.
Pero en temas de poder, disputas de cómo manejar el país afloran rápidamente. Mientras el ejército y los líderes civiles buscaban llegar a un acuerdo que pusiera fin a la crisis política resultante del golpe, la integración de la fuerza paramilitar de 100.000 efectivos al ejército regular se convirtió en un punto de quiebre. Según el analista Kholood Khair, un acuerdo marco propuesto en diciembre “aumentó las tensiones entre al-Burhan y Hemedti” al “elevar la posición de Hemedti a igual de Burhan, en lugar de su adjunto”.
Cuando los miembros de la FAR fueron redistribuidos en el país la semana pasada, el ejército vio tal movimiento como una amenaza. Si bien hubo esperanza de que el diálogo y la diplomacia pudieran resolver la situación, esto no sucedió. Luego de semanas de tensión, los combates estallaron el sábado y han crecido desde entonces en diversas zonas del país. Aun así, la mayoría de los combates se han producido hasta ahora en la capital. Según cifras provistas por un sindicato de médicos sudaneses, al menos 185 personas han muerto y miles han resultado heridas en los tres primeros días de lo que podría ser un enfrentamiento sin fin.
Un escenario regional complicado
La ubicación estratégica y la riqueza agrícola de Sudán han atraído juegos de poderes regionales, complicando así las posibilidades de una transición exitosa. Tales trastornos políticos y conflictos han afectado a sus vecinos, incluyendo Etiopía, Chad y Sudán del Sur.
La relación del país en conflicto con Etiopía se ha tensado debido a las tierras de cultivo en disputa a lo largo de la frontera. El conflicto en la región etíope de Tigray llevó a decenas de miles de refugiados a Sudán. Asimismo, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, que estrecharon lazos con la FAR cuando ésta envió miles de combatientes para apoyar la guerra en Yemen, han pedido a ambas partes que se retiren. Egipto, que respalda al ejército sudanés, ha buscado una vía alternativa con los grupos que apoyaron el golpe de 2021.
Los miembros del Diálogo de Seguridad Cuadrilateral, entre ellos Estados Unidos y Reino Unido, y la Unión Europea han pedido un alto el fuego y una inclinación al diálogo para resolver la crisis. Asimismo, han patrocinado una mediación en Sudán junto a las Naciones Unidas y la Unión Africana. Un bloque regional acordó enviar tres presidentes, desde Kenia, Sudán del Sur y Djibouti, a Jartum, pero no está claro si pueden hacer el viaje, ya que no hay aviones volando dentro o fuera del país.
Los principales temores son la fragmentación del país, el empeoramiento de las turbulencias políticas y que los países vecinos se vean empujados al conflicto. Por otro lado, las potencias occidentales temen que Rusia pueda establecer una base militar en el Mar Rojo, a lo que los líderes sudaneses se han mostrado abiertos desde la era de al-Bashir.
Los diplomáticos que han desempeñado un papel crucial al tratar de instar a un retorno al gobierno civil están tratando desesperadamente de encontrar una manera de hacer que los dos generales hablen. Sin embargo, siendo esta una lucha de poder existencial en ambos lados, con ambos generales buscando sangre, Khair encuentra que “es poco probable que vengan a la mesa de negociaciones sin que uno o ambos sufran grandes pérdidas”.
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