Que el litio se ha convertido en un mineral clave en la transición hacia una economía de energía limpia no es noticia, más aún considerando que se trata de un componente crucial para emplear en múltiples productos. Sin embargo, su producción puede enfrentar obstáculos significativos, como por ejemplo que los inversores teman movilizar recursos para su exploración o extracción por temor a una intervención gubernamental en su producción. Esto suele pensarse, puntualmente, en países latinoamericanos que poseen grandes reservas del “oro blanco”.
Los riesgos a tomar o las consideraciones a tener en cuenta son más significativas si se medita sobre los múltiples usos del mineral. En términos de aplicación, el litio se torna fundamental para las industrias tecnológicas y energéticas, cumpliendo un rol central en la producción de baterías de alta capacidad y larga duración. También se destaca que es altamente resistente a la corrosión y tiene una gran conductividad, lo que lo convierte en un material altamente adecuado para este uso específico. Por ende, es posible afirmar que se trata de un componente crucial para la energía limpia y sostenible, propiciando un aumento en la demanda, suministro y almacenamiento del mineral.
En este contexto, son varios los Estados en los que la producción de litio está controlada por empresas privadas que han invertido en la tecnología necesaria para extraer el mineral y procesarlo, pero América Latina es el ejemplo contrario, teniendo en cuenta que en múltiples casos los gobiernos han expresado un mayor interés en controlar la producción del mineral. Y esto para los inversores suele ser considerado una traba ya que puede impactar significativamente en la industria (como por ejemplo, al imponer restricciones a la exportación o imponer precios).
Pese a los escenarios negativos en muchas ocasiones, el abastecimiento del mineral para satisfacer la creciente demanda de vehículos eléctricos es un hecho para preocuparse. Más aún si se tiene en cuenta que para cumplir con esta necesidad se debe aumentar casi cinco veces la producción, pasando de 73.700 toneladas métricas del año pasado a más de 3 millones de toneladas en 2030, según McKinsey & Co. En este contexto, si los suministros no están disponibles o se tornan más costosos, dejar de depender de combustibles fósiles y transicionar hacia una energía más “verde” será más difícil de lo que se plantea
Por lo pronto, habrá empresas e inversionistas que continúen depositando su confianza en la producción de litio en América Latina por la importancia que tiene el litio en la transición energética presente y futura. Sin embargo, también seguirán considerando los riesgos que se asocian a la intervención gubernamental en la cadena productiva del litio (especialmente en países con historial de inestabilidad política o económica). Estos factores ocuparán un rol cada vez más pronunciado a la hora de invertir en nuevos procesos extractivos del oro blanco, ya que seguirá siendo un mineral atractivo para los Estados, gobiernos y sector privado.
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