La Alianza del Atlántico Norte se está preparando para un “conflicto que podría producirse en cualquier momento”. La alianza, coinciden los expertos, ya no se prepara para un gran ataque, sino para varias crisis regionales de menor envergadura, que requerirán fuerzas de despliegue rápido.

Por primera vez desde la Guerra Fría, se están actualizando los planes sobre cómo responder en caso de ataque ruso. El objetivo del despliegue de soldados es que la Alianza esté mejor preparada para un ataque y mejorar la logística. Así, se formalizará un proceso que comenzó tras la anexión rusa de Crimea en 2014, cuando los aliados occidentales enviaron unidades de combate al este por primera vez, y Gran Bretaña, Canadá y Alemania asumieron papeles de liderazgo en los tres estados bálticos.

La OTAN lo denomina “planes regionales”, y como parte de ellos, los miembros de la OTAN recibirán directrices. Según declaraciones en Reuters, esos planes se decidirán en la cumbre de Vilna en julio. 

“Los aliados sabrán exactamente qué fuerzas y capacidades se necesitan, incluyendo qué, dónde y cuándo desplegar”, comentó Jens Stoltenberg, jefe de la OTAN, sobre los documentos clasificados.

La gran novedad es la existencia de drones, armas hipersónicas y la rápida circulación de la información.

Los retos son muchos: hay que poner en alerta a 300.000 soldados, frente a los 40.000 anteriores, y también está la producción de municiones y armas, agotada por la guerra de Ucrania.

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Redacción
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