Hola. ¿Cómo están? Espero que muy bien. En esta quinta entrega, nos mudamos de continente y nos situamos en el sur de Asia, en la tierra de Babur, Mahatma Gandhi, Arudhati Roy, hoy presidido por Draupadi Murmu y con Narendra Modi como flamante Primer Ministro. Sí, hablamos de la República de la India.
En este 2023, el mundo fue testigo de un acontecimiento singular. Después de 100 años, la India destronó a la República Popular de China como el país con mayor cantidad de habitantes en el mundo. Ahora bien, ¿Es esta noticia una señal del creciente estatus de India como potencia mundial? No necesariamente. Lo que sí tiene más probabilidades de nutrir el peso geopolítico e independencia de India es que este año preside el G20 y la Organización de Cooperación de Shanghái CTO, precedido por su membresía no permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (2021-2022).
Para ello, considerando su crecimiento como tema de debate interdisciplinario en el ámbito académico, quien escribe tiene el gusto de contar con el aporte de un especialista en la materia, Tomás Listrani Blanco. Licenciado en Estudios Internacionales, historiador e investigador en UNESCO y Universidad Oxford. Además, representó a nuestro país ante el Youth20 (Y20) el espacio del G20 para la juventud. Aquí vamos.
Camino al andar
Pocas dudas caben que por su extensión territorial (3,28 millones de km2), población (más de 1 360 millones; alcanzará casi los 1 600 millones en el 2035), ubicación geográfica y crecimiento económico (actualmente top 10 de economías del mundo), le corresponde a la India un papel de alto relieve en el subcontinente de Asia del Sur. Además, 14.000 km de fronteras terrestres a lo largo de 6 países cuya delimitación no se encuentran hoy en día exentos de tensiones . Así las cosas, India resulta el producto de ancestrales interacciones que se llevaron a cabo a lo largo de cinco mil años entre distintos flujos de inmigrantes, comerciantes, religiosos y conquistadores con las poblaciones indígenas (Moneta, 2020) que aún hoy son parte de la mezcla entre tradición y modernidad.
Sin hacer un recorrido sociohistórico, sí vale mencionar el contexto del siglo XXI, en el que la India danza para su política internacional entre realismo y los principios éticos, partiendo de los valores que presenta su democracia, el pluralismo y la moderación que ofrece su civilización (Moneta, 2020). A la vista está que el nuevo siglo, como destaca Tomás Listrani, trae aparejado un compromiso regional y global con la autosuficiencia. En ese marco, con el aparente declive hegemónico de EE.UU, el estratosférico ascenso de China, sumado al creciente multipolarismo y las tendencias socio ambientales y económicas que orientan el proceso de globalización, fue inevitable reformular la política exterior con miras a tener más influencia en el orden regional y global.
Tanto la pandemia del Covid-19 como la guerra en Ucrania han sido los fenómenos recientes más disruptivos, que obligaron a recalibrar los movimientos globales. En ese marco, la búsqueda de recuperación de la pandemia, así como el riesgo de acercarse a una posible recesión global en 2023 y a crisis financieras, lo señalado por distintos organismos (The World Bank, 2022) son lo opuesto a “viento en popa”. De todos modos, no hay que perder de vista que hace varios años se viene produciendo la construcción del Indo-Pacífico como nuevo regionalismo relevante en la correlación de fuerzas y como centro de gravedad en la comunidad internacional. Lo que hay que saber al respecto es que, entre otras cosas, la región representa más del 65 por ciento del PIB mundial, y la mitad de todo el comercio mundial pasa por las aguas de estos dos océanos.
Como es sabido, Rusia ha sido uno de los socios diplomáticos y de defensa más firmes de la India. Asimismo, el relacionamiento con China ha tenido momentos más serenos y momentos más turbulentos. Uno de los periodos de mayor criticidad fue en el 2020, cuando se produjo un enfrentamiento en la llamada Línea de Control Actual (valle de Galwan, en Ladakh). La particularidad de este valle es que se encuentra en la disputada región de Cachemira, altamente militarizada y frecuente fuente de conflicto por la soberanía territorial entre India, Pakistán y China.
Ahora bien, en el 2021, durante su membresía no permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, India planteó un abordaje consignado como las “5S” (Samman: respeto; Samvad: diálogo; Sahyog: cooperación; Shanti: paz y Samriddhi: prosperidad). Este documento plantea además su búsqueda por una nueva orientación para la reforma del sistema multilateral, el uso de innovación y creatividad para impulsar el desarrollo, la cooperación para una paz sostenible, la mayor participación de mujeres y jóvenes en la configuración de un nuevo paradigma, etc. (Embajada de la India en Alemania, 2021)
Con lo cual, India debe ser vista no solo como un socioeconómico sino también como un socio geopolítico. Y esto, por otra parte, tiene mayor relevancia en tres aspectos que Tomás también destaca: (1) El haberse convertido en el territorio más poblado del mundo; (2) en septiembre del año pasado, pasó a ser la quinta mayor economía del mundo, desplazando al Reino Unido. Lo interesante del movimiento es que, hace diez años, era la 11ª economía del mundo y que, de acuerdo a las previsiones del FMI, tendrá el cuarto mayor Producto Interno Bruto hacia 2027) (Armstrong, 2022); Y (3) volvió a ser el segundo mayor productor de trigo en el mundo (casi 113 millones de toneladas).
En relación con lo mencionado, Manuel Gonzalo ofrece en su libro “India desde América Latina. Periferización, construcción del estado y crecimiento impulsado por la demanda” el concepto de periferización, que trajo a colación en el marco de las similitudes con Latinoamérica en cuanto al proceso de colonización/descolonización, pero también con su creciente vinculación con la región. De todos modos, dada la posición geográfica y la dependencia del comercio marítimo, Nueva Delhi siempre ha reconocido la importancia del dominio marítimo en el pensamiento estratégico indio.
Ahora bien, Tomás nos da corto y al pie una respuesta al siguiente interrogante: ¿Para quién juega India? La respuesta es “para India”. Nos dice lo siguiente: “India es el jugador que más claramente expresa en el tablero global la necesidad de superar el falso dilema EEUU-China, a diferencia de la Unión Europea o Rusia (que explicitan más su postura hacia el primero o el segundo, respectivamente), y con mayor consistencia que Brasil o Turquía.”
En lo que respecta a esta vinculación globalizada, hay una bifurcación de los elementos que India plantea hacia al mundo. Tal como plantea Tomás, tanto poder tangible (industria militar, aeroespacial, sectores competitivos, entre otros) y poder intangible (el logro de una marca país en industrias como la gastronomía, la espiritualidad y la producción audiovisual) son atributos que viene jugando internacionalmente. A ello se le añade la presidencia del G20, cuyo lema es “Vasudhaiva Kutumbakam” (“Una Tierra, Una Familia, Un Futuro”), alentando la cooperación internacional para enfrentar los diversos problemas globales. Por su parte, Modi se comprometió a ocupar esa posición con una agenda “inclusiva, ambiciosa, decisiva y orientada a la acción” y aludió a la India como “La Madre de la Democracia”, “heredando” con la posición de la presidencia, la responsabilidad de direccionar la acción colectiva hacia la recuperación de la estabilidad en todas sus dimensiones.
Y, en ese contexto, Tomás reflexiona que “el diagnóstico de Nueva Delhi es que para hacer frente a la “policrisis” de tensiones superpuestas que el sistema internacional experimenta, se necesita un multilateralismo con plasticidad, legitimidad y fondos que reconozca los equilibrios de poder actuales.”
Por otra parte, India será el primer país del sur de Asia en ocupar la presidencia la Organización de Cooperación de Shangai (organización de la cual China es miembro –fundador- y cuyos miembros representan aproximadamente el 40 % de la población mundial y alrededor del 30 % del PIB global, en términos de paridad de poder adquisitivo) y será anfitriona de su cumbre, en Nueva Delhi,. Inclusive, esta ocasión será también importante en su proyección regional, evidenciando su perspectiva de comprensión de la “vecindad extendida”.
Está vecindad tiene la reciente incorporación a la organización de Irán, lo cual amplía el alcance de la misma hacia Medio Oriente, al tiempo que existe un estatus de socios de diálogo que se extiende a otros países árabes y del Golfo (hoy son Arabia Saudita, Qatar, Egipto, Bahrein, Kuwait y EAU, así como también Maldivas y Myanmar). Bien sabido es que, dado el contexto actual, las instituciones se convierten en medios a través de los que las potencias (tradicionales o emergentes) compiten por la expansión o preservación de su influencia y beneficios. Con lo cual, esta posición abre oportunidades como la de un mayor acercamiento a los países de Asia Central mientras la membresía iraní potencia la conectividad y oportunidades comerciales para esa zona, realzando la importancia del Corredor Internacional de Transporte Norte-Sur –en virtud de un acuerdo firmado entre Rusia, India e Irán- y del Puerto de Chabahar (parcialmente construido por la India, único puerto iraní con acceso directo al mar y ambos países están cerca de llegar a un acuerdo a largo plazo para operaciones en el mismo).
Ahora bien, India no puede desentenderse de los variados conflictos y de los males silenciosos que se interponen en su proyección estratégica como líder regional. Uno de ellos es la reafirmación y apoyo de los países de Asia Central hacia la Iniciativa de la Franja y la Ruta (frente a la oposición de la India al Corredor Económico China-Pakistán) y los acuerdos asociados. A ellos se le suman los latentes conflictos regionales (Rusia-Ucrania y las extendidas las rivalidades en Oriente Medio). Respecto a los males, Tomás destaca la persistencia de la corrupción tanto pública como privada, la amplia informalidad laboral y la compleja burocratización. Pero no sólo este punto. También destaca la atención hacia la política nacional y subnacional, en la que el BJP ejerce una notable hegemonía partidaria que posterga diabetes en la mayor democracia del mundo.
Por último, el último aspecto que convoca este desarrollo se vincula con las relaciones entre Argentina e India. Al respecto, en sintonía con la política diplomática argentina en el continente asiático, en el 2019 la relación multifacética de comercio e inversiones entre ambos países fue elevada a asociación estratégica. Asimismo, se debe subrayar que en plena pandemia, India se convirtió en el cuarto socio comercial de nuestro país. Por último, me quedo con la reflexión de Tomás, que dice “todavía hay mucho para ampliar, aunque la consolidación de nuevas líneas de intercambio en Asia demanda conocimiento sustantivo y tiempo para que se afiance la confianza.” ¿Prioridades? “Multiplicar vínculos culturales, académicos y científicos”
Hasta aquí llegamos. Nos encontraremos el mes que viene para actualizar el conflicto bélico más resonante de los últimos años…
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