En un contexto de aguda crisis económica, Argentina ha optado por buscar un salvavidas financiero en el yuan chino para proteger principalmente sus reservas y aliviar la presión sobre el dólar estadounidense, cuyo precio atraviesa una suba acelerada. Esta maniobra refleja una política que tiene implicancias tanto para el país sudamericano como para las crecientes tensiones entre Estados Unidos y China.
Durante una reciente visita a Beijing, el Ministro de Economía argentino, Sergio Massa, aseguró un financiamiento de $3.05 mil millones de instituciones chinas para proyectos de infraestructura, energía renovable y exportaciones argentinas hacia China. Pero el anuncio más significativo fue la activación de una línea de intercambio de divisas entre ambos países, permitiendo a Argentina utilizar el equivalente a $1.04 mil millones en yuanes para pagar importaciones chinas.
La extensión de la línea de intercambio de divisas es interpretada como una señal de los intereses geopolíticos más amplios de China. Durante las últimas décadas el gigante asiático no solo ha puesto sus esfuerzos en posicionar al yuan como una alternativa al dólar estadounidense, desafiando la primacía de la moneda internacional, sino también en aumentar y afianzar su presencia en América Latina hasta convertirse en el principal socio comercial de la región.
En el caso de Argentina, China realizó grandes inversiones en materia de infraestructura, aumentó sus importaciones en productos argentinos como la soja, y se posicionó como el principal inversor en proyectos de litio – un mineral considerado como estratégico a nivel mundial -. Estas acciones reflejan el objetivo de China de establecerse como un prestamista de último recurso y fortalecer su influencia geopolítica.
Sin embargo, la creciente presencia de China en América Latina ha llamado la atención de Estados Unidos, que tradicionalmente se configuró como una fuerte influencia en la región. En este contexto, el Gobierno estadounidense ha presionado a Argentina para que reduzca sus lazos con China, argumentando que el país asiático busca socavar la democracia y ejercer influencia política y económica en la región.
Es por ello que la creciente dependencia de Argentina respecto del yuan chino constituye un reflejo de las dinámicas políticas y económicas arriesgadas que se enmarcan dentro del contexto de tensiones entre las dos potencias globales. Mientras Argentina busca proteger sus reservas y diversificar sus fuentes de financiamiento, China busca fortalecer su influencia geopolítica y desafiar la primacía del dólar, y Estados Unidos, por su parte, frenar el avance chino en una región estratégica que históricamente estuvo dentro de su esfera de influencia.
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