En el corazón de Asia, donde abría paso la antigua ruta de la seda, se encuentra ubicada la Región Autónoma Uigur de Xinjiang que conforma el extremo noroeste de la República Popular China (RPC) desde el siglo XVIII cuando fue conquistada por la dinastía Qing. Su extenso territorio desértico y montañoso, de aproximadamente 1.665 millones de km2, la posiciona como la mayor provincia del país. Su población es una gran fuente de diversidad, pues se conforma por más de 13 etnias y múltiples lenguas, principalmente por la uigur, seguida por los Han y otras minorías como los mongoles, uzbekos, entre otros.
Los uigures son una etnia de origen turco y religión musulmana que entre 1930-1940 llevaron a cabo dos intentos, sin tanto éxito, para proclamar la independencia de la RPC bajo el nombre de Turquestán Oriental o Uiguristán cuyo significado es “tierra de los uigures”.
Más recientemente, en la historia, en los años 90’ ha habido una revitalización del movimiento uigur impulsado por la desaparición de la Unión Soviética en 1991, que supuso el nacimiento de repúblicas independientes en Asia Central, modificando la geopolítica y los mapas, como así también inspirados por el movimiento de liberación del Tíbet que alcanzó todos los rincones del mundo.
A decir verdad, China no se permitiría perder una región de suma importancia geopolítica y económica como lo es Xinjiang. La diversidad cultural, étnica y lingüística resquebraja la visión uniforme y sin fisuras que el Gigante Asiático demuestra ante el mundo. Sin lugar a dudas, implica un gran desafío para el Partido Comunista Chino y una lucha, que dista de resolverse, para los uigures.
Xinjiang, un eslabón fundamental para China
Quienes consideran que la geografía y los mapas ya no tienen tanta implicancia en la política y en las relaciones internacionales como antaño se equivocan. Xinjiang es un claro ejemplo de que la geografía determina (en gran medida) la política.
La Región Autónoma Uigur de Xinjiang supone un territorio decisivo en materia de defensa, pues, comparte frontera con 8 países: Rusia, Kazajistán, Mongolia, Kirguistán, Tayikistán, Afganistán, Pakistán e India.
Económicamente, posee grandes reservas de petróleo, gas natural, carbón, uranio y otros minerales fundamentales para el mercado chino. En su suelo se produce arroz, trigo, maíz, algodón, entre otros, vitales para alimentar a la segunda población más grande del mundo después de India. Xinjiang también es el campo de prueba para armas nucleares y misiles de Pekín. A fin de cuentas, es una región imprescindible para una potencia como China.
De todos modos, la distancia que separa Xinjiang de Pekín y la diversidad étnica que caracteriza la región dificulta los planes del Gigante Asiático. Desde un primer momento, el gobierno chino entendió que si la región de Xinjiang continuaba sin desarrollarse e incrementando las desigualdades respecto a la capital, las convulsiones sociales y los ánimos separatistas irían en alza. Desde 1949, cuando se estableció el control de la RPC en el noroeste al finalizar la guerra civil de China, se han llevado a cabo diversos esfuerzos por integrar la región a través de un gran proceso de transformación socioeconómica, de cultura y educación basada en una agenda reformista y desarrollista respaldada por el autoritarismo y la centralización del poder.
En 1955 se proclamó la Región Autónoma Uigur de Xinjiang reafirmando su pertenencia a la RPC. Se intensificó la inmigración planificada de los Han en Xinjiang y se implementaron políticas de reconocimiento a las minorías étnicas. Dentro de este marco, se aprobó en 1984 la Ley de Autonomía Regional que dio la sensación de cierto control al pueblo uigur, respetando y promoviendo asuntos relacionados con su lengua y religión, como así también una educación bilingüe para su población.
Contrario a lo deseado, los intentos de integración no tuvieron el desenlace previsto, más aún, las ideas separatistas aumentaron. El gobierno, obligado a tomar medidas, revitalizó el discurso nacionalista y la defensa del territorio para entablar una represión sistemática y violenta contra el pueblo uigur pretendiendo su asimilación forzosa. Un ejemplo es la campaña “Golpear Duro” iniciada en 1996 contra el separatismo, extremismo y el terrorismo. Tres características que, según el partido, el movimiento uigur cumplía a la perfección en su búsqueda por la independencia de Turquestán Oriental.
En la misma línea, se han ejecutado grandes proyectos de desarrollo económico claves para la integración de Xinjiang con el resto de la RPC. Han sido fundamentales la explotación de las materias primas de la zona y la cooperación comercial con Asia Central y Meridional. En el año 2000 se oficializó la “Iniciativa de Desarrollo del Oeste” cuya intención era reducir las diferencias del oeste con las zonas centrales y costeras y, de un modo más implícito, reafirmar y consolidar la autoridad del gobierno al extremo del país, signada por inversiones en infraestructuras y desarrollo industrial priorizando al petróleo y el carbón en vistas a asegurar el consumo chino de energía.
Más recientemente, en 2013, China oficializó el ambicioso proyecto de la Franja y la Ruta (en inglés Belt and Road Initiative) para incrementar la cooperación entre los más de 70 países que abarcaría y comunicó la finalización de la primera etapa de construcción para el año 2049, en el centenario de la RPC. Consiste en una autopista oceánica para mercancías a partir de la antigua Ruta de la Seda, atravesando Xinjiang en dirección al sur. China se conectaría con Asia Central, Rusia, Europa y, según declaraciones realizadas en la Cumbre CELAC-China en 2018, incluso África y América Latina podrían beneficiarse por la iniciativa. Sin lugar a dudas, intensificaría la presencia asiática en el escenario mundial, constituyendo un nuevo capítulo en las relaciones internacionales y el comercio mundial.
El costo de la unidad y el progreso
Xinjiang es una de las pocas ciudades chinas donde la etnia Han no conforma la mayoría de la población, pues, como se mencionó anteriormente, está compuesta por una gran diversidad de minorías étnicas, donde los uigur suman poco más de la mitad del total, cuando décadas anteriores constituían un número más elevado de habitantes en la región, pero han sido víctimas de la inmigración Han, la persecución y autoritarismo del partido chino.
Es imposible soslayar la cuestión de los derechos humanos al hablar de Xinjiang. Han sido numerosas las denuncias de la comunidad internacional contra el PCCh sobre lo que ocurre en la región y las minorías étnicas que allí residen. Se acusa al régimen del uso de tecnologías para el control de la población, el incumplimiento de la libertad de culto religioso, campos de trabajo forzados y centros de “reeducación” que operan fuera del sistema legal de China, imposibilitando cuantificar los delitos y las víctimas.
La ONU, en agosto de 2022, publicó un documento sobre las medidas del gobierno chino hacia la etnia uigur en Xinjiang mediante el testimonio de diferentes víctimas, lo que ha puesto la mirada internacional sobre China y ha llevado a países, como Canadá o Alemania, a exigir explicaciones al país asiático.
Pekín ha descalificado y rechazado las acusaciones de países y organizaciones de derechos humanos, argumentado que los uigures son “extremistas islámicos” y que los centros denunciados, establecidos en 2017, son vocacionales y voluntarios de oficio donde se imparte el mandarín, lengua oficial de la RPC, y cuyo fin es combatir ideas extremistas y separatistas que amenazan la república y el control del Partido Comunista Chino.
En un horizonte donde las persecuciones y las violaciones a los derechos humanos no aparentan terminar, los uigures exiliados continúan sus intentos para consolidar al movimiento uigur y lograr que la comunidad internacional ponga su foco en la zona. Dentro de sus objetivos destacan la defensa de los derechos humanos y la democratización de Xinjiang, rechazando las prácticas islamistas extremistas, adjudicando la conexión entre los uigur y el terrorismo como discurso político de Pekín para justificar sus acciones. Se han creado diferentes organizaciones como el Movimiento por la Liberación de Turquestán Oriental o el Congreso Mundial Uigur que consagró un acuerdo general de acción coordinada entre las diferentes asociaciones uigures en el mundo.
Si bien los últimos años reflejan cierta paz en el territorio, el conflicto interno dista de resolverse, la etnia uigur nunca ha alcanzado una unidad como grupo que le permita lograr sus objetivos, como sí logró el movimiento por la independencia del Tíbet con la figura del Dalai Lama y el fundamental e innegable apoyo internacional, quizás de haberlo logrado hace décadas la historia y la geografía serían hoy muy diferentes.
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