En mayo de 2023, los líderes de doce naciones sudamericanas se reunieron en Brasilia con el objetivo de avanzar hacia la integración regional. Durante la reunión, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, destacó que los lazos que los unen superan las diferencias ideológicas. Lula instó a los países vecinos a revitalizar y reformar la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), un organismo regional fragmentado en 2019 por diferencias partidistas. Propuso diversas iniciativas para la dirección del organismo, como financiamiento para desarrollo, innovación farmacéutica, producción de energía y coordinación de defensa.

La cumbre en Brasilia, marcando la primera reunión de presidentes sudamericanos en nueve años, atrajo mucha atención. Sin embargo, la revitalización de UNASUR es solo un ejemplo reciente de un mayor impulso hacia la integración latinoamericana. A principios de 2023, los líderes de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) firmaron la Declaración de Buenos Aires, comprometiéndose con la colaboración para mejorar la nutrición, erradicar el hambre, desarrollar infraestructura y producir vacunas. Las reuniones ministeriales futuras apuntan a ampliar estos compromisos en áreas como migración, minería y narcotráfico.

Los líderes de Colombia, Bolivia, Brasil, Argentina y Chile reunidos en una cumbre en Brasilia, Brasil, mayo de 2023.

En las últimas dos décadas, los planes de integración latinoamericana han enfrentado escepticismo. Algunos los ven como multilateralismo vacío, con retórica abundante pero pocos resultados tangibles. Otros los consideran excesivamente ideológicos, nacidos de hostilidades hacia Estados Unidos, centrados en señales de desaprobación política más que en soluciones concretas.

Estas interpretaciones pasan por alto las motivaciones y el atractivo perdurable de la integración latinoamericana. Los organismos como CELAC y UNASUR reflejan una tradición autóctona de política exterior audaz y autónoma, ganando relevancia en un mundo de realineamiento geopolítico y desafíos como pandemias, cambio climático y tensiones entre potencias. América Latina se enfrenta a un desafío apremiante en este contexto.

Sin embargo, la urgencia de la integración no garantiza éxito. Los obstáculos son múltiples y abarcan dimensiones internas y externas del bloque regional, así como desafíos internos en cada país debido a inestabilidad política. Superar estos obstáculos requerirá un mayor apoyo diplomático entre los aliados. La integración no solo aumentaría resiliencia ante crisis, sino que convertiría a la región en un socio confiable en el convulso siglo futuro.

Las motivaciones para la integración son internas y externas. Muchos líderes de la región cuestionan el sistema de gobernanza hemisférica liderado por Estados Unidos, ante escándalos en la Organización de los Estados Americanos (OEA). Este escepticismo no es nuevo. Las controversias dentro de la OEA recuerdan a los líderes latinoamericanos la importancia de la autonomía estratégica. En 2008, doce naciones sudamericanas fundaron UNASUR. En 2011, treinta y tres países, al sur de la frontera con Estados Unidos, crearon CELAC para superar la OEA. Ni UNASUR ni CELAC incluyen a Estados Unidos ni Canadá.

El surgimiento de alternativas a la OEA no es solo liderazgo de izquierda, sino arraigado en órdenes constitucionales. La Constitución de Brasil de 1988 busca la integración económica, política, social y cultural de América Latina.

Sin embargo, durante la presidencia de Donald Trump, líderes de derecha como el presidente colombiano Iván Duque y el brasileño Jair Bolsonaro abandonaron instituciones. Siete gobiernos se retiraron de UNASUR, Brasil suspendió CELAC y el Mercado Común del Sur se debilitó. El gobierno de Trump buscó restablecer la primacía estadounidense. Sin embargo, la administración Biden mantiene ciertas políticas, y líderes latinoamericanos buscan equilibrar relaciones hemisféricas en medio de la impredecibilidad y unilateralismo de Washington.

Unión Europea y la Celac cierran cumbre en Bruselas con logros opacados por  discrepancias sobre Ucrania y Rusia
Foto de la reciente cumbre Unión Europea – CELAC en Bruselas, 2023.

El motor principal es el desarrollo. América Latina es vulnerable a fluctuaciones económicas: su contracción económica por COVID-19 superó el promedio global. La falta de integración regional es fuente clave de vulnerabilidad. Solo el 15% del comercio internacional de América Latina es interno, comparado al 55% en la UE y 38% en América del Norte. Además, el 85% es con EE. UU., la UE y China, intercambiando materias primas por productos manufacturados y tecnología.

El impulso a la integración está ligado a percepción de dependencia. En los años 50, la Comisión Económica para América Latina propuso unión aduanera. El Mercado Común del Sur surgió para defenderse de un Área de Libre Comercio de las Américas liderada por EE. UU. En la actualidad, líderes ven planes integrados para energía, infraestructura e innovación como esenciales.

La integración regional fortalecería la defensa. En 2008, el presidente colombiano Uribe atacó a las FARC en Ecuador, generando conflicto. Ministros de defensa de UNASUR crearon el Consejo de Defensa Sudamericano para aumentar la cooperación militar y establecer la región como “zona de paz”.

El éxito depende de superar polarización ideológica y diseñar instituciones efectivas. La regla de consenso, como en el Consejo Europeo, ha obstaculizado UNASUR. Algunos líderes, como Lula, proponen limitar el consenso para evitar vetos.

Actores externos, especialmente EE. UU., también influirán. La administración Biden y miembros del Congreso expresan inquietudes sobre cooperación entre América Latina y China, así como respuesta a crisis en Ucrania. La pregunta es si EE. UU. permitirá más autonomía estratégica.

Aun sin influencia directa de EE. UU., la ventana para la integración regional podría ser pequeña. Presidentes llegan al poder con mayorías limitadas y oposición radicalizada. En democracias sólidas como Brasil, Chile y Colombia, la oposición pone en riesgo instituciones democráticas. Los gobiernos pueden tener dificultades para invertir capital político necesario para instituciones regionales.

A pesar de desafíos, el sueño de integración persiste. La comunidad internacional, especialmente EE. UU., debería apoyar este camino. América Latina integrada sería más confiable y próspera. El tiempo apremia. En la cumbre de Brasilia, Lula otorgó a los presidentes 120 días para presentar una hoja de ruta hacia la integración sudamericana. Si la región tiene éxito, EE. UU. debería cesar esfuerzos por dividir el bloque y alentar a América Latina en este recorrido.

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Redacción
Equipo de redacción de Escenario Mundial. Contacto: info@escenariointernacional.com

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