La relación entre Argentina y el Fondo Monetario Internacional lleva ya siete décadas, pero la actual situación entre el país y el organismo de crédito han dado qué hablar a nivel internacional. Hoy en día, Argentina es el mayor deudor individual de la entidad luego de recibir un “rescate” de 57.000 millones de dólares en el año 2018, y actualmente la situación económica del país cuenta con una inflación superior al 100% y “unas reservas de dólares en números rojos”, en palabras de analistas internacionales.
El actual gobierno no ha alcanzado los objetivos económicos exigidos por el FMI para refinanciar 44.000 millones de dólares que aún se adeudan del programa anterior, y el actual podría terminar antes de su vencimiento en septiembre de 2024. El FMI ha continuado con las revisiones y los desembolsos, algo que ha generado presión y quejas dentro y fuera del organismo por ser un “trato preferencial”.
Para muchos países, Argentina tiene que estar en la misma posición que otros deudores del FMI, y la entidad crediticia debe, de una vez por todas, “adoptar una postura más firme”. Así también lo expresó el antiguo representante de Estados Unidos en el FMI, Mark Sobel, afirmando que tras las elecciones generales en octubre deberá haber un cambio de rumbo y el FMI tendrá que “insistir en que el gobierno haga lo que debe o, de lo contrario, el Fondo debería retirar su apoyo”.
El ex director del Departamento de Estrategia, Políticas y Evaluación (SPR) del FMI, Martin Muehleisen, acompañó estas declaraciones y afirmó que “unas condiciones más estrictas y unas reformas estructurales más profundas para Buenos Aires deberían venir acompañadas de un componente social muy fuerte”. “El mensaje a Argentina del FMI, pero también de los accionistas del G7, debe ser claro: arregla tu economía de verdad o no habrá más dinero”, en sus palabras.
En este contexto, miembros de la junta ejecutiva del FMI han realizado quejas sobre la situación con la Argentina por preferencialidad o “falta de imparcialidad”, puntualmente al ser contrastada con la de países como Zambia, Sri Lanka y Ghana que hoy día enfrentan requisitos estrictos por reestructuraciones de deuda del organismo. Otro ejemplo traído a la mesa fueron las economías de Egipto y Burundi, que devaluaron sus monedas más de un 40% y más de un 30%, respectivamente, en el marco de programas del FMI.
Para muchos, el organismo con sede en Washington deberá “tener memoria” sobre los antiguos y nuevos programas para con la Argentina, sin importar si existirá o no un cambio de gobierno pronto. Una gran solución sería imponer un serio programa de seguimiento. Sin embargo, otros como el subsecretario del Tesoro estadounidense para Asuntos Internacionales, Jay Shambaugh, creen que “no puede ser política del FMI prorrogar programas, o aprobar revisiones, sólo para evitar atrasos sin que se hayan puesto en marcha reformas políticas sólidas”.
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