El presidente sirio, Bashar al-Assad, realizó un viaje histórico a China en busca de apoyo financiero y aliados que mejor la posición de su país en la comunidad internacional. Esta visita marca su primera aparición en China en casi dos décadas y tiene como objetivo principal acceder a inversiones para abordar la reconstrucción y crisis económica que enfrenta Siria, desgastada por años de guerra civil y sanciones occidentales.
En este sentido, la visita del jefe de Estado a China se produce en un momento en que el gigante asiático busca de afianzar su influencia en Medio Oriente y ampliar los lazos bilaterales con naciones que mantuvieron enfrentamientos con Estados Unidos y sus aliados occidentales. Durante su estadía, llevó a cabo una agenda que incluyó reuniones con el presidente chino, Xi Jinping, en un esfuerzo por estrechar las relaciones diplomáticas.
Durante años, Siria estuvo aislada internacionalmente y fue el blanco de sanciones debido a acusaciones sobre atrocidades durante la guerra civil que atraviesa, que incluyen el uso de armas químicas y múltiples violaciones a los derechos humanos. Este conflicto llevó a un saldo de más de medio millón de muertos y una nación en ruinas.
Sin embargo, los esfuerzos en pos de reconstruir el país se vieron obstaculizados por las sanciones occidentales y la negativa de Estados Unidos y varios países europeos a financiar sin un acuerdo político respaldado por las Naciones Unidas. En este escenario aparece el rol de actores como Chin y Rusia, que pesar de estas acusaciones, optaron por mantener las relaciones diplomáticas con el Gobierno de al-Assad, bloqueando resoluciones de la ONU relacionadas con Siria hasta el año 2020.
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