En los últimos meses, China ha intensificado sus acciones en las disputadas aguas del Mar de China Meridional, interfiriendo con la guarnición filipina en Second Thomas Shoal. Ante esta escalada china, es esencial una respuesta enérgica para disuadir acciones adicionales.
Los marines filipinos, situados en un barco de desembarco de la Segunda Guerra Mundial, dependen de suministros regulares de alimentos y agua desde las principales islas filipinas. Sin embargo, la Guardia Costera China (CCG) y barcos pesqueros han intentado bloquear estos suministros, sitiando el puesto avanzado filipino. Los recientes incidentes, que involucraron la inutilización de un barco de reabastecimiento filipino por parte de los chinos, subrayan la gravedad de la situación.
China emplea tácticas sofisticadas de “zona gris” y “guerra híbrida”, utilizando la CCG y barcos aparentemente civiles para intervenir sin mostrar una presencia militar directa. Esta estrategia busca evitar la percepción de un uso directo de la fuerza armada.
La preocupación china por una posible intervención estadounidense es evidente, ya que han evitado el uso de la Armada del Ejército Popular de Liberación. Esta cautela está vinculada a la declaración del Departamento de Estado, que establece que el Tratado de Defensa Mutua entre Estados Unidos y Filipinas se activa ante ataques a las fuerzas filipinas en el Mar de China Meridional.
Estados Unidos debe considerar respuestas firmes y claras, yendo más allá de las declaraciones actuales. Una opción sería tomar medidas más duras en respuesta a los ataques hutíes en el Mar Rojo, enviando un mensaje de determinación a nivel mundial. Además, brindar apoyo tangible a Filipinas, como el envío de guardacostas estadounidenses a la zona en disputa, podría disuadir a China sin recurrir a fuerzas militares.
En caso de una intensificación china, igualar el respaldo de Estados Unidos a Japón en la disputa territorial con China sería una última opción. Esto indicaría a China que cualquier intento de cambiar el statu quo en áreas bajo el “control administrativo” de Filipinas sería inaceptable para Estados Unidos, desalentando cualquier percepción de un respaldo incondicional a Filipinas.
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