Los últimos meses no fueron favorables para el gobierno de Zelenski. Su anunciada contraofensiva, destinada a quebrar las líneas rusas y forzar al Kremlin a sentarse en la mesa de negociaciones, resultó ser un fracaso evidente. A su vez, la creciente escalada de conflictos en Medio Oriente, desencadenada por los atentados del 7 de octubre en Israel, desplazó la atención de la opinión pública occidental de la guerra en Ucrania, debilitando su posición en el escenario internacional.
A medida que surgen más dudas sobre la conveniencia de continuar financiando a las fuerzas ucranianas desde Occidente, especialmente por parte de los Estados Unidos, principal sostén económico de Ucrania, la situación se torna aún más crítica. En este contexto desfavorable, los temores de Kiev se materializaron el jueves 11 de enero, cuando el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Kirby, anunció la decisión de Estados Unidos de interrumpir la ayuda militar a Ucrania.
Adicionalmente, durante una conferencia de prensa, el vocero del asesor Jake Sullivan insinuó que la administración Biden considera que se ha agotado un ciclo y se ve obligada a suspender la asistencia de seguridad que Estados Unidos brinda a Ucrania. Esta es una decisión que, de concretarse marcaría un giro de 180 grados en la política de Estados Unidos y en el escenario internacional.
A pesar de que la detención en el flujo de armas ha tenido un impacto en la comunidad internacional, esto no implica necesariamente que Estados Unidos haya abandonado a su aliado. La Casa Blanca sigue presionando al Congreso para la aprobación de un proyecto de ley, cifrado en 111 mil millones de dólares. Este proyecto contempla alrededor de 50 mil millones de dólares destinados a la asistencia de seguridad para Ucrania, junto con ayuda económica y humanitaria. Además, se destinan miles de millones de dólares para respaldar militarmente a Israel en su conflicto contra Hamás y para la defensa de Taiwan.
Es importante señalar que el mensaje parece dirigido específicamente a los republicanos, instándolos a aprobar este proyecto de ley, más que representar una decisión de la administración Biden de retirar su apoyo a Kiev. No obstante, esta situación pone de manifiesto la vulnerabilidad actual del respaldo bélico a Ucrania.
En este artículo, examinaremos las razones que han causado dudas en el principal aliado de Kiev respecto a la continuación de suministros de armamento.
La pérdida de popularidad de la guerra en Estados Unidos
Como se mencionó anteriormente, Estados Unidos se erige como el principal respaldo que sostiene los esfuerzos de guerra de Ucrania contra la invasión rusa. Desde el comienzo de la invasión en febrero de 2022, el gobierno de Joe Biden ha desembolsado más de 75.000 millones de dólares en efectivo y equipamiento para respaldar la defensa de este país. La mayor parte de esta asistencia se ha dirigido a respaldar las operaciones militares ucranianas, mantener el funcionamiento de su gobierno y atender las necesidades humanitarias.
No obstante, desde hace un tiempo está surgiendo un creciente cuestionamiento social y político sobre la continuidad del aporte estadounidense de material militar y fondos para Ucrania en este conflicto. Por ejemplo, algunos republicanos argumentan que Estados Unidos no debería destinar miles de millones de dólares a un conflicto lejano cuando existen necesidades insatisfechas en su propio país. Muchos de ellos destacan también la problemática de la inmigración, subrayando la intensa actividad en la frontera entre Estados Unidos y México.
En respuesta a estas inquietudes, el presidente Biden insiste en su llamado al Congreso para la aprobación de fondos adicionales destinados a Ucrania, considerando este respaldo como un imperativo crítico para la seguridad nacional. Sin embargo, las dudas persisten, principalmente por dos motivos fundamentales: el fracaso evidente de la contraofensiva y la escasez de armamento disponible para suministrar a Ucrania desde Occidente.
El fracaso de la contraofensiva
Una de las razones principales que ha suscitado escepticismo en Estados Unidos respecto a continuar con el apoyo militar a Ucrania fue el fracaso de la contraofensiva ucraniana en junio de 2023. Washington instó a Ucrania a llevar a cabo esta contraofensiva debido a la percepción, acertada, de que si Ucrania no lograba una victoria significativa en ese periodo, el respaldo estadounidense en términos de apoyo económico y asistencia militar se vería comprometido.
La estrategia de la administración Demócrata se basaba en la idea de que, considerando el armamento proporcionado por Occidente, la famosa contraofensiva de 2023 infligiría un golpe sustancial a Rusia, obligando a Putin a sentarse en la mesa de negociación. Se esperaba que, posteriormente, Biden ejerciera presión a Kiev para lograr un acuerdo que pusiera fin al conflicto, permitiendo a Estados Unidos dirigir su atención hacia China. Sin embargo, la contraofensiva ucraniana resultó ser un rotundo fracaso.
Este revés en la contraofensiva ucraniana ha llevado a la conclusión, tanto en Estados Unidos como en Occidente en general, de que el apoyo proporcionado hasta el momento podría ser en vano. Así, la pregunta que surge en occidente es evidente: ¿seguirá siendo viable gastar dólares o euros para respaldar un ejército ucraniano que parece no poder ganar?
La falta de armamento en Occidente
Simultáneamente, es importante destacar que además Occidente carece del armamento necesario para suministrar a los ucranianos y mantenerlos en la contienda. La capacidad de producción estadounidense no resulta suficiente para reponer sus propias reservas y, al mismo tiempo, satisfacer las necesidades de Ucrania. Asimismo, los países europeos se encuentran en la difícil tarea de gestionar una situación cada vez más peligrosa, enfrentando una postura industrial y de defensa insostenible en tiempos de paz.
Este escenario no sería tan preocupante para Occidente si no fuera por el hecho de que Washington enfrenta una creciente amenaza por parte de las fuerzas chinas en el Indo-Pacífico. Actualmente, la OTAN depende en gran medida de Estados Unidos en diversas áreas críticas. Entre ellas, destacan la capacidad para neutralizar las defensas aéreas terrestres rusas desde el aire, el reabastecimiento de municiones, los aviones cisterna, el comando y control, y las capacidades satelitales.
Ante la posibilidad de un enfrentamiento con China en el Indo-Pacífico, que podría afectar la capacidad de Estados Unidos para proporcionar un refuerzo y apoyo militar a gran escala en otros lugares, Europa quedaría expuesta a una potencial agresión militar simultánea por parte de Rusia. Este escenario presentaría a Moscú una oportunidad para debilitar la cohesión de la OTAN, especialmente mientras Estados Unidos no pueda reforzar a Europa de manera efectiva.
Por su parte, Rusia se está preparando para una guerra larga, con el objetivo de aplastar a Ucrania y agotar la capacidad y la voluntad de sus partidarios occidentales para suministrarle los vehículos, municiones y armas que necesita para seguir luchando con éxito. A pesar del enorme gasto de este año, el gobierno ruso ha anunciado planes para un aumento del 68% en el gasto en defensa , hasta alrededor del 6,5% del PIB, el próximo año. Es probable que esto resulte desastroso para la economía rusa a muy largo plazo; sin embargo, aquellos que esperan que el actual esfuerzo de Rusia sea insostenible en el corto plazo probablemente se sentirán decepcionados.
De esta forma, los rusos poseen una formidable capacidad industrial que les permite producir grandes cantidades de armas, especialmente artillería con sus proyectiles, un elemento clave para una guerra de desgaste. La producción de municiones de artillería casi se ha duplicado y recientemente se ha complementado con más de un millón de proyectiles y cientos de obuses procedentes de Corea del Norte. También se han establecido fábricas en Irán para agregar resiliencia y capacidad adicional a la campaña de rearme de Rusia después de las enormes pérdidas en material y municiones a causa de la guerra de guerra. Esto, junto con la carencia de la infraestructura industrial necesaria en Occidente para producir una cantidad suficiente de artillería destinada a los ucranianos, suscita dudas sobre la viabilidad de continuar respaldando al ejército ucraniano.
De esta manera, si observamos la retórica actual proveniente tanto de la administración como de los principales medios de comunicación en Occidente, se enfoca en obstaculizar una victoria rusa y en respaldar a los ucranianos para que continúen en la lucha. El objetivo es ayudar a los ucranianos a resistir, ya que es ampliamente reconocido que la contraofensiva resultó en un fracaso, y las perspectivas de una victoria ucraniana son escasas. Por esta razón, pareciera no existir un motivo convincente para proseguir con la guerra en la forma en que se estaba llevando a cabo, y aun si se quisiera hacerlo, se carecería del armamento necesario para ayudar a los ucranianos a lograr la victoria.
No obstante, si Ucrania se ve obligada a entablar negociaciones para un alto el fuego, Rusia podría encontrar una posición ventajosa para demandar la retirada de posiciones estratégicas y la eliminación de la iniciativa militar persistente de Kiev como concesiones básicas. Un escenario de este tipo también podría fracturar la hasta ahora sólida unidad política occidental y erosionar toda confianza entre Ucrania y sus aliados occidentales, ya que solo podría mantenerse mediante la retención del apoyo que Ucrania necesita desesperadamente. En este contexto, lo más probable es que Rusia dedique se dedique un tiempo a reorganizar sus actualmente debilitadas logística, entrenamiento y disposición de fuerzas, antes de reiniciar operaciones ofensivas desde una posición considerablemente más sólida.
Estos son algunos de los motivos que explican la disminución del apoyo a Ucrania en Occidente, especialmente en Estados Unidos. Aunque podría haber un aumento en la financiación a través del proyecto de ley que actualmente se está negociando en el Congreso, es esencial señalar que para que la ayuda a Kiev sea considerada en el Congreso, fue necesario vincularla a otras cuestiones más directamente relacionadas con el interés nacional, como la ayuda militar a Taiwán, Israel y temas fronterizos del país.
Aunque resulta imposible prever la dirección que tomará el conflicto en Ucrania, es evidente que Estados Unidos ha comenzado a reflexionar sobre un cambio de estrategia para dar continuidad al conflicto.
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Los estadounidenses, al igual que los europeos, siguen sin poder entender que el peligro para ellos no viene de afuera sino de adentro.