Las tensiones alrededor de Taiwán se intensifican, generando preocupaciones sobre un posible cambio en el escenario geopolítico que podría propiciar una invasión china. La reciente elección del presidente independentista William Lai Ching-te y eventos diplomáticos clave están configurando un ambiente propicio para una confrontación más allá de la retórica.

El año nuevo no trae calma a las relaciones entre Taiwán y China. La elección de William Lai Ching-te, un presidente con posturas independentistas, desencadenó la furia china. La posterior ruptura de lazos entre Taiwán y Nauru, seguida de la controvertida presencia militar estadounidense en el estrecho de Taiwán, ha intensificado una nueva fase de la lucha diplomática que podría desembocar en un conflicto armado.

El Partido Comunista chino, liderado por Pekín durante más de 70 años, busca no solo el reconocimiento mundial, sino también la aceptación de que Taiwán es parte indivisible de China. Esta victoria no solo proporcionaría un fuerte respaldo diplomático, sino también una base legal para una posible invasión.

El reconocimiento de China ha ido en aumento, con Nauru, convirtiéndose en el país número 183 en hacerlo. Aunque hace décadas eran menos los países que respaldaban a China, la tendencia ha cambiado, con la mayoría de los grandes Estados ya alineados. Sin embargo, solo 11 países (y el Vaticano) siguen reconociendo oficialmente a Taiwán.

La complejidad de este nuevo frente diplomático radica en la percepción de Taiwán por parte de los 183 países que respaldan a China. Al menos 28 naciones han expresado su apoyo a la posición china, mientras que otros, principalmente occidentales, se inclinan hacia Taiwán. Este respaldo afecta la estrategia de China, que ve en cada nuevo apoyo una justificación, incluso por la fuerza, de la reunificación.

Estados Unidos, liderando la defensa de Taiwán, ha fortalecido la cooperación militar y alentado a sus aliados a involucrarse más con la isla. China ve con frustración cómo sus aliados occidentales, como la UE y el G7, también muestran apoyo a Taiwán, arrastrando a más países democráticos hacia una postura desafiante.

La República Checa emerge como un caso destacado, apoyando activamente a Taiwán, a pesar de afirmar que no implica un reconocimiento formal. Este movimiento ha intensificado la sensación de crisis en China, ya que los países democráticos desafían la noción de “una sola China”.

China concentra sus esfuerzos en el mundo en desarrollo, presionando y tejendo alianzas para respaldar su postura. Además, ha buscado respaldo en la ONU, citando la Resolución 2758, aunque Estados Unidos argumenta que no menciona directamente a Taiwán.

El temor a un conflicto más allá de las palabras aumenta, ya que China intensifica sus acciones en el estrecho de Taiwán y busca más respaldo internacional. La comunidad global observa con inquietud, consciente de que cada país que adopta la visión china sobre Taiwán allana el camino para una escalada de consecuencias imprevisibles.

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Fuente: The Economist

Redacción
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